Psicologia
Enviado por psyale • 4 de Febrero de 2014 • 463 Palabras (2 Páginas) • 192 Visitas
seguridad; piso prestado, abonos que le brindan un anhelo de
seguridad mensual con fraccionadores disolutos. Pero a pesar de
todo siente que su territorio es de él. Espacio mamado a rajatabla
pero a pesar de todo espacio vital. No es sustituible por
condominios americanos o por departamentos a la manera de
Canadá; este territorio tan debatido requiere un marco de agresión.
El cemento, la religión, los héroes cinematográficos, el programa de
radio y la imagen preferida, su caja tonta, la televisión, no son sino
profilaxia a su tragedia.
Ahí se le da una imagen diferida. “esperen un poco niños, el
drenaje puede esperar, vamos a ver a Pedro Infante” o a lo mejor
un programa de violencia. La frustración y la carencia engendran
violencia, policía, viajes a Europa o desesperación.
Frecuentemente coloca en la rama del pirú más próximo la
soga del ahorcado que va a enhebrar el policía para matar a su
hermano.
“Soldado, qué tienes tú, soldado, que no tenga yo”.
Todo el tinglado tiene que llenarse para encubrir su drama
de afeites, cabaret y danza ramplona. Carencias básicas, leche
ausente; sustituto, pulque, cerveza y hermandad. Apariencia de
convivencia, hermano querido a la luz del alcohol y la fritanga, a la
postre hermanos odiados; atrás de las fritangas odio, rivalidad,
recelo. Fritangas, fritangas, fritangas, fritangas, alimento sin
proteína, tristeza, dolor y hambre.
“Tres días sin verte mujer, tres días llorando tu amor, hace
tres días que no sé de ti.”
Cuando se logra sustituir la carencia se llega a lo cursi. Es
preciso ponerse un puente dental de oro, hacer baile de quince
años o adecuarse a la moda: tul, azahares, promesas, mentiras y
sillas prestadas. Perros que se ensartan en la calle enfrente del
beso fingido de los novios, dientes de oro con muchas caries.
Alguien nos indica cómo ser cursis, muy cursis y de la alta escuela;
lámpara, lugar y estilo. Somos maestros de lo cursi (la, la, ta, tá).
Desgraciadamente y con frecuencia, salimos de Beethoven para
caer en Tchaikovski. Viene la lista: el rapto, muy por debajo quedan
Capuletos y Montescos; llega la boda renacentista, en tela bordada,
realidad de Oaxaca, que no se sabe si es cortina carmesí o
sobrecama; después, padrinos de bautizo, confirmación, comunión
o excomunión. En el camino muchas cosas: “El Santo”, cuya
exclusión, sin máscara, nos obliga a pensar que somos incógnitos. Y
no existe pero seguimos dominando en el “Salón México”, antro de
nuestra disimulada masturbación; peseras y danzón. “Mi hijita, Le
bendigo, hazlo sin ganas y satisface tus carencias.”
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