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Psicologia


Enviado por   •  28 de Agosto de 2013  •  727 Palabras (3 Páginas)  •  257 Visitas

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Lectura de comprensión a partir de un fragmento del libro Los genios no nacen, ¡se hacen!

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química, contaba una anécdota que es un gran ejemplo del espíritu creativo que engendra el éxito. La historia cuenta que, en cierta ocasión recibió la llamada de un colega que estaba a punto de ponerle cero a un estudiante debido a la respuesta que había dado al resolver un problema de física, a pesar de que admitía que su respuesta era correcta.

La pregunta del examen era: “¿Cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro?”

Para quienes conocen la teoría en cuestión, quiero recordar que el barómetro es un instrumento parecido al termómetro, utilizado para medir la presión atmosférica. La teoría dice simplemente, que la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura de ambos lugares. De tal manera que la respuesta obvia era medir la presión en el primer piso del edificio y luego medirla en la azotea, para así determinar la altura del edificio.

Sin embargo, el estudiante había respondido: “Llevo el barómetro a la azotea y le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio”.

Realmente el estudiante había planteado un serio problema al resolver el ejercicio, porque había respondido a la pregunta completamente. No obstante, esta respuesta no demostraba su dominio de los conceptos teóricos que el maestro quería evaluar. Rutherford sugirió que se le diera al alumno otra oportunidad. Se le concedieron seis minutos para que respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia, de que, en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

Rutherford relata: “Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si no sabía la respuesta, pero me contestó que tenía muchas respuestas. Su dificultad era elegir la mejor de todas”.

En el minuto que quedaba escribió la siguiente respuesta: “Tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea del edificio, calculo el tiempo de caída con un cronometro. Después utilizo el tiempo de caída y la constante de aceleración para calcular la altura del edificio”.

El maestro no tuvo otra opción que darle la nota más alta a pesar de que esta respuesta tampoco ilustraba la teoría en cuestión. Al salir de la sala de clase, Rutherford le preguntó al joven qué otras respuestas tenía. Bueno respondió: “Hay muchas maneras, por ejemplo, tomas el barómetro en un día soleado, mides su altura y la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción obtendremos también la altura del edificio.

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