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Psicoterapia


Enviado por   •  10 de Octubre de 2012  •  7.350 Palabras (30 Páginas)  •  301 Visitas

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ASPECTOS TECNICOS:

La psicoterapia transpersonal ha sido aplicada en el estudio de la conciencia y los estados alterados de conciencia, ya que involucra una experiencia que va más allá de las categorías verbales y frecuentemente de las vivencias cotidianas, ésta se refiere a un modo de funcionamiento consiente que trasciende los límites de identidad individuales y/o del espacio y el tiempo, por lo tanto, la naturaleza última de la conciencia es intangible e inconcebible, se trata de un aspecto del Absoluto, no es personal ni mental, sino más bien transpersonal y transmental.

en la psicoterapia transpersonal la intervencion terapeutica se orienta a:

detecta el nivel de conciencia del paciente y lo ayuda a superar los conflictos propios de ese nivel, estando alerta y dispuesto a seguir al paciente hacia nuevos niveles experienciales a medida que se van presentando.

se ocupa de todos los sucesos que emergen a lo largo del proceso terapéutico, incluidos los asuntos mundanos, los datos biográficos y los problemas existenciales.

· Evocar los recursos y capacidades de la persona que se puedan aplicar a la situación percibida como problemática.

1.1. Diagnóstico:

En este enfoque no se realiza un diagnóstico en los términos tradicionales -etiquetas estáticas- a menos que la persona presente claras anomalías psicóticas u orgánicas, en cuyo caso es claro que la estrategia general de trabajo será diferente a la que describo aquí, la que se aplica con las neurosis simples que padecemos la generalidad de los humanos. Los métodos de diagnóstico son, más bien, cualitativos (Chacón y Winkler, 1991) interesando más el cómo que el por qué. Por ejemplo, si la persona se muestra depresiva, lo que nos interesa es saber cómo vivencia este estado: qué es lo que se dice internamente, cómo percibe sus circunstancias, etcétera.

Un instrumento diagnóstico cuyo origen se pierde en el tiempo y que ha cobrado cada vez mayor importancia es el eneagrama. Las primeras señales que existieron en Occidente de este sistema se deben al místico ruso George Gurdjieff, quien lo trajo de Asia a principios del siglo XX. Más adelante, en los años 60, Oscar Ichazo (1976), -fundador del Instituto Arica- comienza a hablar de una tipología de 9 caracteres basada en dicho sistema. De allí en adelante, es el psiquiatra Claudio Naranjo (1994) -quien fue discípulo de Ichazo- y sus propios seguidores7 quienes popularizan definitivamente el instrumento en Occidente. Las ventajas del eneagrama respecto a otras alternativas son, que parece ser un modelo realmente preciso -una descripción asombrosamente fina- de las nueve posibilidades existentes respecto al desarrollo de un ego -las posibilidades de mecanismos defensivos que es posible adoptar-, como también el esbozar una forma factible y esperanzadora en que cada tipo puede trascender el verdadero "espejismo" que le sumió inicialmente en una determinada estructura de carácter.

El eneagrama ahorra considerable tiempo en cuanto a saber lo que podemos o no esperar de una persona determinada, una vez identificados sus mecanismos neuróticos. Sin embargo, su utilización es compleja, por lo cual no deberíamos depender de un diagnóstico preciso para proseguir con la terapia. En ocasiones, el eneatipo de la persona salta a la vista con facilidad; y en otras, simplemente no ocurre así.

1.2. Líneas de trabajo

En una atmósfera caracterizada por la aceptación del otro, el terapeuta apunta a lo que ve como aspectos potencialmente generadores de conflicto o desequilibrio en el cliente. Esto puede tratarse de un área en que todo se halle intelectualizado y no exista consciencia de emociones o sentimientos subyacentes; de un aspecto importante de sí mismo al que no le esté dando espacio (por ejemplo, el grado en que respete sus propias necesidades en relación a las de los demás), o del grado de entusiasmo que muestra en su vida, etcétera. Estas observaciones no se contradicen con la atmósfera de aceptación, puesto que se entregan de modo tentativo -como sugerencias- y se observa si resuenan o no en el cliente.

Considero más importante escuchar y observar receptivamente al cliente que formularse hipótesis internamente; escuchar hasta que intuitivamente surgen líneas de trabajo posibles, las que guardan relación con el concepto de funcionamiento saludable esbozado inicialmente. Se promueve cualquier situación en que le es posible establecer una mayor comunicación consigo mismo: diálogo entre diversos aspectos de sí mismo, trabajo de polaridades, técnicas de imaginería, técnicas de meditación...

Se trabaja con lo que la persona trae como problema o inquietud, respetando su ritmo; pero buscamos llegar a la mayor profundidad a la que sentimos que está dispuesta. Vamos a sugerir cosas en distintos niveles de profundidad -cosas al nivel de lo que el cliente nos está hablando y otras que lo desafíen a mirar la situación desde otro nivel-. Por ejemplo, puede que le estimulemos a asumir riesgos en su vida cotidiana, a cerrar gestalts inconclusas o a visualizar en palabras e imágenes el cambio deseado. En la práctica, entonces, el terapeuta va invitando a su cliente a experimentar cada vez mayores grados de libertad y responsabilidad. En ese proceso, le invita a observar objetivamente sus patrones automáticos de conducta, patrones automáticos emocionales, percepciones, pensamientos, sistema de creencias, valores aprendidos y todas sus vivencias subjetivas. Sentimientos de felicidad o de ira no son uno mejor que el otro: son experiencias que deben ser observadas por igual.

Ofrecemos una retroalimentación, no necesariamente como "la verdad", sino como una percepción potencialmente útil para el cliente. Intentamos describirle su conducta a la persona, estando muy conscientes de nuestros sentimientos personales respecto a sus mecanismos, de modo de contaminar lo menos posible nuestro trabajo con nuestra propia neurosis. Esto implica lograr cierto grado de desapego respecto de nuestros automatismos y conectarnos con una motivación más amplia de ayuda y amor por la persona. Por ejemplo, cierta conducta del otro puede irritarnos; antes de retroalimentarle, haremos un examen interno para despejar cualquier "carga" personal a este respecto.

Buscamos ser un reflejo continuo de lo que vemos en el otro, con aceptación, dentro de una atmósfera en que puede auto-examinarse. Frente a sus formas de vivir o actitudes que le resulten limitantes para expresar su potencial, le ofreceremos una perspectiva más amplia, le alentaremos con nuestra presencia y ejemplo -lo que, idealmente, le mostrará que el cambio es posible y que los resultados son alentadores-. Le alentaremos a buscar en cada instante y como primera prioridad,

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