Reflexiones éticas sobre el Arte de escuchar de E. Fromm
Rafael56Tarea29 de Marzo de 2020
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El Arte de escuchar de Erich Fromm -Reflexiones éticas
Confieso que antes de leer el libro El Arte de escuchar de Erich Fromm, lo que conocía era basado en el contenido de El Arte de amar y algunas lecturas que lo presentaban como filósofo y psicoanalista. Luego de leer El Arte de escuchar y el texto de una conferencia sobre la cercanía del Budismo Zen con el Psicoanálisis, he ampliado mis conocimientos sobre el pensamiento de este autor de una forma acelerada e interesada.
Ahora, para demostrar de haber asimilado el estilo de reflexionar de Fromm, utilizaré algunas expresiones y conceptos extraídos del libro que estamos analizando y las aplicaré al mismo autor del libro.
Iniciaré con la importancia atribuida al conocimiento de uno mismo y la fundamental importancia que tal conocimiento tiene en función del éxito del psicoanálisis.
Conocerse a uno mismo es un deseo del hombre que viene desde la antigüedad y ha sido objeto de reflexión sea en campo religioso que filosófico. Los motivos de la importancia del conocimiento de sí mismo son fáciles de entender en cuanto todo lo que se conoce es posible conocerlo solamente a través de la propia vida. Hasta el mismo conocimiento de las realidades trascendentes como Dios, pueden entrar en esta afirmación. El maestro Eckhart decía: “El único modo para conocer a Dios es conocerse a uno mismo”.
Conocerse a uno mismo no es una tarea muy sencilla, pues no obstante el ser humano haya alcanzado conocimientos científicos y tecnológicos extraordinarios en todos los campos, todavía en muchas ocasiones, demuestra de no conocerse a sí mismo, infiriendo lo difícil que es conocerse a sí mismo. Y, según la visión de Fromm, el fin del psicoanálisis consiste exactamente en ayudar a las personas para que llevando el inconsciente al nivel de la consciencia puedan curarse y vivir felices.
Naturalmente, el mismo autor sabe que no se trata de un simple automatismo, en el cual la curación no se realiza por el simple conocimiento de los síntomas, sino que requiere de un esfuerzo para alcanzar la meta y sobre todo la voluntad de hacerlo. Por este motivo, Fromm define el psicoanálisis como el arte de vivir y lo compara muy de cerca a la corriente de pensamiento del Budismo Zen enfocado en el conocimiento de uno mismo y lo compara con el cristianismo que afirma; “La verdad os hará libre” (Jn 8, 32).
Al preguntarse cómo el conocimiento de uno mismo puede contribuir a liberar una persona de sus síntomas e incluso a hacerla más feliz, el autor advierte la necesidad de aclarar sus diferencias interpretativas respecto a la concepción freudiana acerca de la salud mental y su relación con la teoría del trauma. La concepción de Freud, debida en parte al contexto histórico de su formación, es típicamente social, es decir, estar bien significa estar en condiciones de trabajar y procrear, ya que esto es lo que necesita la sociedad. En campo psicoanalítico Freud considera que muchas situaciones dependen de un trauma infantil, el cual fue reprimido, y por haberse reprimido sigue actuando en la conducta de la persona. Además, por el efecto de la compulsión de repetición la persona se ve afectada no solamente porque el trauma actúa por inercia, sino también porque la compulsión de repetición de alguna manera, lo obliga a repetir el mismo comportamiento. Según Fromm, los traumas pueden ocurrir en cualquier momento, sin embargo, un trauma como evento único no produce alteraciones permanentes considerables según el sentido freudiano.
Cabe destacar a este punto la importancia de la formación de Fromm quien proviene de una familia de rabinos no muy adinerada y que en sus estudios se vio influenciado por la visión marxista. Estas dos almas aparecen constantemente en la visión antropológica que tiene Fromm y no solamente desde el punto de vista psicoanalítico. El alma humanista por un lado que deriva de su religión, así como la unicidad del ser humano se perciben claramente en todas sus reflexiones y por otro lado el alma filosófica marxista, se refleja en su concepción de la dimensión social del hombre.
Hay dos puntos en particular donde se evidencia esta concepción social del hombre. El primero aparece cuando habla del concepto de salud y afirma que según Freud la persona está bien cuando es capaz de trabajar y procrear, pero al leer bien todo, se entiende que aún con algunas aclaraciones, el autor comparte la sustancia del pensamiento freudiano. La segunda se puede deducir de una reflexión articulada que hace sobre el concepto de estructura social y afirma que, así como la sociedad, también la vida del hombre es una estructura compleja y no es posible llegar a una verdadera curación actuando sobre uno o algunos de los componentes que la conforman. En pocas palabras, la curación, o sanación, es el resultado de una acción mirada y coordinada sobre los diferentes elementos que componen la estructura.
Esta afirmación comporta una serie de otras consideraciones como la importancia de dedicar el tiempo necesario al psicoanálisis sin caer en la preocupación de quedar dentro de un cierto número de sesiones sea por motivo de tiempo que por motivos económicos. Además, Fromm hace una fuerte recomendación a los aspirantes psicoanalistas para que amplíen el horizonte de sus conocimientos y considera que los requerimientos académicos de la carrera de psicología no son suficientes para la complejidad de la tarea que les espera.
Ahora, para completar las reflexiones sobre la importancia del conocerse a uno mismo, corresponde aclarar la manera de cómo es posible llegar a este proceso.
Fromm reconoce que hay muchos caminos para llegar a este conocimiento y el psicoanálisis es uno de ellos, aunque seguramente es uno de los más científicos y acreditados. De la misma manera, reconoce que las personas pueden llegar a la curación o sanación por caminos diferentes, como sucede en los peregrinajes religiosos a los santuarios marianos, en una experiencia místico-religiosa, en un itinerario espiritual y filosófico como por ejemplo la propuesta del Budismo Zen. A tal propósito, él afirma compartir plenamente el concepto de “iluminación” que es la característica fundamental del Budismo Zen para llegar a la verdadera sanación. En efecto, la iluminación es llegar a hacer consciente el inconsciente y “ver” (iluminación) el origen y la raíz de los síntomas que producen el malestar de la persona. Sin embargo, el Budismo Zen no tiene una moral consecuente como la moral cristiana. Es decir, una vez que la persona ha llegado a ver por medio de la iluminación la causa de sus sufrimientos queda desamparado en cuanto al simple conocimiento, así como el mismo Fromm reconoce, que no produce automáticamente la curación, sino que se necesita el esfuerzo personal y la voluntad de corregir eventuales situaciones negativas.
A este punto, siempre aplicando al mismo autor lo que él mismo afirma en su libro, conoceremos un poco de su biografía para comprender el contexto socio cultural en que vivió y que en gran medida influyó sobre su manera de pensar. Ya hemos visto que pertenecía a una familia de judíos muy religiosa y él mismo en un texto autobiográfico se define como un “místico ateo”. En su autobiografía, Beyond the Chains of Illusion (Más Allá de las Cadenas de la Ilusión) Fromm habla de dos eventos acontecidos en su adolescencia temprana que lo condujeron hacia este camino. El primero tiene que ver con una amiga de la familia, una mujer hermosa de aproximadamente 25 años que había estado anteriormente comprometida, pero que al momento de conocerla ya había roto su relación anterior. Ella se dedicaba completamente a la asistencia de su padre anciano quien muy pronto murió. Sin embargo, para Fromm más triste fue que a los pocos días de la muerte del padre, ella se suicidó dejando como testamento su deseo de ser enterrada al lado de su padre. En esta época Fromm tenía solo 12 años y se quedó con la pregunta ¿Por qué? A la cual trató de responder más tarde, aunque de manera parcial, gracias a la lectura de las obras de Freud.
La segunda experiencia fue todavía más fuerte y fue el inicio de la segunda Guerra mundial cuando él tenía apenas 14 años. En este caso la pregunta a la cual no encontraba respuesta era hasta dónde podía llegar el nacionalismo y el fanatismo. Por tanto, se encontró nuevamente queriendo comprender algo irracional (la irracionalidad de las masas) y halló algunas respuestas, esta vez en los escritos de Karl Marx. Como muchos en aquella época emigró a EE. UU y luego enseñó en México. Murió en Suiza en 1980.
Con estos breves lineamientos de su biografía podemos comprender cómo Fromm aplicara a sí mismo los principios que iba formulando en base a sus estudios y sobre todo a su experiencia de vida. Así que la recomendación que encontramos en el libro El Arte de escuchar de considerar el autoanálisis como una actitud permanente para conocerse a uno mismo y que se debería practicar más allá del ciclo de las sesiones con el psicoanalista, Fromm la aplica a su persona. Además, la recomendación es tan imprescindible, que exige el autoanálisis como un compromiso serio y constante y no como una práctica ocasional o periódica.
Además del principio básico de conocerse a sí mismo, otro pilar importante de la concepción de Fromm acerca del psicoanálisis es el concepto de curación por el cual se inspiró más a Harry Stack Sullivan que a Freud.
La novedad introducida por Sullivan era una nueva manera de considerar el apego como una característica permanente en la vida de la persona y no como algo presente solo en los primeros años de la infancia. Este pequeño cambio de perspectiva tiene consecuencias importantes en cuanto abre
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