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Sigmund Freud Teoria Psicosexual


Enviado por   •  23 de Mayo de 2012  •  2.081 Palabras (9 Páginas)  •  1.298 Visitas

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TEORÍA PSICOSEXUAL DE SIGMUND FREUD Y EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD.

Las teorías del psicoanálisis de Freud, son muy extensas y complejas, por tal motivo es un poco engorroso y laborioso verlas a detalle; sin embargo, una de las aportaciones más significativas de Freud a la psicología, es su famosa teoría psicosexual, y como explica el desarrollo de la personalidad y sus patologías entorno a la sexualidad humana. A continuación hare mención de un breve resumen acerca de la teoría psicosocial de Freud, los componentes de la personalidad y sus faces de desarrollo.

Componentes de la personalidad.

Freud introdujo en sus últimas exposiciones la teoría de la estructura tripartita de la personalidad: el Ello, el Yo y el Súper yo. Dicha estructura no se identifica con la división del inconsciente, preconsciente e inconsciente. Sin embargo, toma el nivel inconsciente como punto de partida para el desarrollo de esta teoría. Estos tres componentes tienen en común las siguientes características:

Son autónomas: Cada una tiene su propio objetivo y funcionamiento.

Son antagónicas: Tienen objetivos distintos y en conflicto.

Son interdependientes: Necesitan relacionarse unas con otras para no destruir la personalidad y funcionar “económicamente” de cara a la solución de los problemas reales.

EL ELLO

Este primer componente se caracteriza por ser la parte instintiva o pulsional de nuestra personalidad, los instintos son las fuerzas motivacionales en el psiquismo humano tal; toda su “energía” proviene solamente de ellos. El ello funciona buscando el placer, es decir, la satisfacción inmediata y total de las pulsiones y tendencias que lo componen y descarga los impulsos ciegamente.

“El Ello no conoce juicio de valor alguno, no conoce el bien y el mal ni moral alguna. El factor económico o cuantitativo, íntimamente enlazado al principio del placer, rige todos los procesos... todo lo que el Ello contiene son cargas de instinto que demandan descarga” (S. Freud).

Freud sostuvo que puede distinguirse un número indeterminado de instintos. Sin embargo pensó que todos ellos podrían ser derivados de dos instintos básicos. Veamos someramente cada uno de estas pulsiones:

Sexualidad y agresividad (EROS Y TÁNATOS)

Sexualidad: abarca las tendencias constructivas y unitivas del hombre originadas por la energía sexual o instintos de vida, también denominados Eros (amor). Estos son las fuentes de desarrollo humano. Estos instintos sexuales pueden ser expansivos (un enamorado), o narcisistas (un esquizofrénico que se crea su propio mundo de auto gratificación), o de conservación (seguridad, autoestima, perspectiva de protección para desarrollarse).

Agresividad: abarca las tendencias destructivas y disgregadoras del hombre, llamadas también instintos de muerte, o Thanatos. Tienden a la destrucción del mundo exterior y del propio Yo.

Por consiguiente, la presencia de estos dos instintos genera en el hombre, una división interna conflictiva. Esta conflictividad ayuda al hombre a su realización personal. La riqueza de instintos, al mismo tiempo crea una tensión, enriquece la personalidad, si se encauzan adecuadamente. La pobreza instintiva crea menos conflictos pero disminuye la posibilidad de realización personal.

“Uno de estos instintos, que trabaja silenciosamente en el fondo, perseguirá el fin de conducir a la muerte del ser vivo (como vuelta al estado inorgánico original); merecerían, por tanto, el nombre de instintos de muerte... Los otros serían los instintos sexuales o instintos de vida libidinosos (el Eros), mejor conocidos analíticamente, cuya intención sería formar con la sustancia viva unidades cada vez más amplias, conservar así la perduración de la vida y llevarla a unidades superiores”.

EL SÚPER YO

Este segundo componente se opone a lo instintivo, al ello, y se caracteriza por ser la instancia más propiamente humana; nos mueve hacia la superación y el deber, y representa la exigencia ética y el derecho de los demás. El súper yo tiene dos funciones: Indica a nuestro Yo las metas a conseguir y nos exige su cumplimiento. Nos prueba o nos reprueba según nos acerquemos a nos alejemos de la meta. Suele ser la instancia que censura, que califica bondad o maldad de algo.

“El súper yo es para nosotros la representación de todas las restricciones morales, el abogado de toda aspiración a un perfeccionamiento en suma: aquello que llamamos más elevado en la vida del hombre, se nos ha hecho psicológicamente aprehensible. Siendo en sí procedente de la influencia de los padres, educadores, etc...” (S. Freud).

El desacuerdo entre el ideal moral (súper yo) y la realidad (yo) genera en el hombre un sentimiento de culpabilidad, que aumentará en proporción a la rigidez del súper yo.

EL YO

La característica de este tercer componente es adaptar el psiquismo humano a la realidad, teniendo en cuenta los instintos (ello) y las exigencias morales. Desarrolla dos funciones: percibe la realidad a través de los sentidos. Responde, adaptándose a ella. Su producto es la acción eficaz en una situación convencional. El Yo funciona buscando lo posible y lo conveniente, lo útil y lo necesario, lo realista y lo lógico, intentando así conseguir el equilibrio y la racionalidad de la persona.

La persona sería la actividad en la cotidianidad de estas tres instancias:

Súper yo: Contiene las normas morales

Ello: Contiene los instintos

Yo: Está en contacto con la realidad

El desarrollo de la personalidad

El desarrollo y madurez de la personalidad depende de la evolución de los tres componentes psíquicos y de la maduración sexual-relacional del individuo. Veamos primero lo pertinente a las instancias de la personalidad:

DESARROLLO DEL ELLO

El Ello se basa en la herencia biológica y psíquica del niño. Se origina en el seno materno. El niño, cuando nace, es puro instinto. Su dinámica será la de satisfacerse y huir de lo restrictivo.

La evolución del Ello va a depender de la expresión espontánea del instinto, de las posibilidades familiares y culturales para satisfacer los impulsos y de los cauces capaces de sublimarlo y transformarlo en fuerza creadora, artística, deportiva, etc. Cuando la cultura y la educación son muy represivas para el desarrollo del instinto, el Ello se atrofia, formándose una personalidad pobre sin emociones, sin afectos, sin ilusiones ni deseos profundos. De otra parte, la falta de cauces para los impulsos puede también generar una personalidad voluble y esclava del instinto, que puede degenerar en conductas perversas, antisociales o auto-destructivas.

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