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TEMA- EL LABERINTO DE LA SOLEDAD


Enviado por   •  11 de Mayo de 2016  •  Ensayo  •  1.290 Palabras (6 Páginas)  •  1.709 Visitas

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EL LABERINTO DE LA SOLEDAD

“Vivimos como soñamos…, solos.”
Joseph Conrad, El Corazón de las Tinieblas.

  1. INTRODUCCIÓN

El presente ensayo se plantea un análisis de los aspectos tratados por Octavio Paz en su obra “El Laberinto de la Soledad”. A través de distintos temas que el autor trata a manera de reflejar algunas peculiares características que creo son importantes de identificar, ya que, efectivamente son rasgos muy marcados de nosotros, pero particularmente quisiera enfocarme en las “Máscaras Mexicanas” y “Todos Santos, Día de Muertos” porque es donde a mi parecer menciona lo que creo es el aspecto más notorio de los mexicanos: la soledad.

A final de cuentas es sobre lo que va el texto de Octavio Paz. La soledad del mexicano, porque nos han pintado a nosotros, el mexicano, como una persona sumamente social, familiar, compartida y alegre. Pero, detrás de todo esto se escondo una fuerte verdad, ya que todas estas expresiones son sólo una forma de compensar o esconder sus verdaderos sentimientos.

Siempre falso. Siempre oculto. El mexicano se ve orillado a no mostrarse como realmente es, ¿y será por la sociedad o porque así nos lo inculcaron? Tal vez un poco de ambas. Personalmente diré que es porque primero así nos lo inculcaron, y en segunda instancia, cuando crecemos, la sociedad, nuestro entorno, nos refuerza esta “educación” que ya traemos cargando desde generaciones atrás.

Podemos encontrar un hilo de conexión muy fácil entre las diversas temáticas que va manejando Octavio Paz, porque realmente todas se resumen a un solo aspecto que ya se mencionó en un principio. Es una relación evidente, que pienso que todos realmente estamos conscientes de ello, pero decidimos no notarlo ¿nos da miedo aceptar nuestra soledad? ¿Nos da miedo aceptar nuestra debilidad? ¿Nos da miedo aceptar que somos unos “rajados”? Porque ese es otro aspecto al que cotidianamente estamos expuestos y que en ningún momento habíamos hecho un detenimiento para pensarlo.

  1. DESARROLLO

Desde un comienzo, desde que nacemos experimentos por primera vez lo que es la soledad. Bien menciona Paz que los niños pueden trascender esta soledad a través del juego y en el caso de los adultos mediante el trabajo. Pero, ¿qué es del adolescente? Este ser que se encuentra en la etapa de transición entre la niñez y la adultez, se encuentra a su vez atrapado como en una encrucijada. Se encuentra suspendido entonces, entre la vida, entre la existencia. Y entra en una fase de crisis -por así decirlo- de identidad. ¿Quién soy? ¿Cómo he llegado a ser lo que soy?

Pero el punto aquí no es como tal analizar la crisis existencial del adolescente. Sino el utilizar como analogía para los mexicanos. Nos encontramos en una etapa de transición, en la que necesitamos una identificación. Quizá es de aquí de donde parte todo. Esta crisis es el catalizador de nuestra soledad.

 “El mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca de soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación” (Paz, 1950 pg. 32)

El silencio y la palabra le sirven pues como una muralla. El no hablar y el hablar –suena algo irónico–. El quedarse callado es fácil de comprender, porque simplemente no quiere expresarse realmente. ¿Pero y el hablar? Porque realmente el hablar es sólo otra máscara, es un disfraz para nuestros sentimientos, nos sirve para esconderlos. Ni aún queriendo hablar directamente de ellos lo haremos como tal, porque sencillamente la palabra nunca reflejará por completo nuestros sentimientos.

Y aunque queramos “abrirnos” no podemos, porque eso implicaría “rajarnos”. Y vamos que todos sabemos que el que se “raja” no es hombre –o al menos así es como nos lo pinta la sociedad– porque es un débil. En la cultura mexicana no está permitido que los hombres actúen así, es una falta de hombría, es poco fiable. ¿O es que de niños no nos enseñaron a “aguantarnos como los hombres”?.

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