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Trastornos adolescentes : Origenes y soluciones


Enviado por   •  27 de Octubre de 2023  •  Tesina  •  10.220 Palabras (41 Páginas)  •  68 Visitas

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TRASTORNOS ADOLESCENTES: ORIGENES Y SOLUCIONES

Por Andrés Lazcano, 10° C

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Los trastornos mentales no son nada nuevos, siendo que son padecimientos que surgieron hace ya cientos de años.

Por ejemplo: Durante el Renacimiento, en el siglo XV y XVI, existía la creencia de que las personas con problemas de salud mental estaban poseídas por el demonio. Si eran mujeres, se creía que eran brujas y eran quemadas en la hoguera o ejecutadas, para que de esta manera saliera el demonio que las poseía.

Pero eso empezó a cambiar a partir de 1566, cuando el médico y ocultista holandés Johann Weyer escribió un influyente libro en el que abogaba por poner fin a las cazas de brujas.

Weyer fue el primero en describir a las mujeres acusadas de practicar brujería como "enfermas mentales".

Pero este nuevo enfoque no era ni remotamente mejor, puesto que, en la Europa del siglo XIX, en los primeros manicomios, que realmente eran cárceles para pacientes con trastornos mentales, la medicina empleada por los médicos era la tortura disfrazada de ciencia la cual consistía en atar a los pacientes de pies y manos, ahogarlos en agua fría y golpearlos para que de esta manera salieran los malos pensamientos de las personas.

No se puede encontrar un registro de la fecha exacta en la que se originaron los problemas mentales, más sin embargo el primer registro de un trastorno mental fue 40 años antes que Weyer, cuando Teofrasto Paracelso, un alquimista y medico suizo sugirió que las supuestas posesiones demoniacas eran causadas por algo fuera de lo antinatural tras observar comportamientos similares entre estas personas. Pero no fue hasta varios años después que se le pudo dar un término correcto como bien se describió anteriormente.

Con el paso del tiempo, los trastornos mentales han ido aumentando considerablemente en la sociedad, mostrando síntomas desde el periodo de pubertad.

Es bien sabido que, durante la adolescencia, sobre todo en el periodo de 15 a 20 años, es muy común que los jóvenes desarrollen distintos problemas emocionales e incluso trastornos mentales en ciertas ocasiones, siendo la ansiedad, depresión y los trastornos alimenticios. Esto no es nada nuevo, siendo que, por ejemplo, el primer registro de ansiedad y depresión fueron en 1886 y en el 450 a. C respectivamente.

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Según estudios llevados a cabo por la OMS, se calcula que el 3,6% de los adolescentes de 10 a 14 años y el 4,6% de los de 15 a 19 años padece un trastorno de ansiedad. También se calcula que el 1,1% de los adolescentes de 10 a 14 años y el 2,8% de los de 15 a 19 años padecen depresión, mientras que en México, según un informe de gobierno, hay 22 mil casos anuales de trastornos alimenticios, principalmente en jóvenes de entre 13 y 18 años. Podría parecer poco en comparación con el resto de porcentaje, pero esas son cifras que con el paso del tiempo irán creciendo y creciendo.

Estos problemas dificultan tanto las labores escolares como personales y familiares, cada uno con una consecuencia distinta; por ejemplo: los jóvenes que padecen de ansiedad sufren de sensaciones como falta de aire, mareos, dolor en el pecho, y un enorme miedo y/o preocupación por algún evento a futuro, o un evento pasado que no quieren que se repita. Mientras que los que padecen de depresión, además de estar sumidos en una profunda tristeza y desesperante vacío, son más propensos a sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes, osteoporosis, etc. Y, por último, entre los trastornos alimenticios más comunes destacan la anorexia nerviosa, la bulimia y comer compulsivamente, que afectan más a las mujeres que a los varones, en proporción de nueve a uno.

Es muy importante poder reconocer a una persona que padece algún tipo de problema parecido, ya que afectan muy gravemente a los jóvenes, volviéndolos inseguros, débiles, infelices, y generando problemas en sus relaciones intrapersonales, como familiares y amigos, volviéndolos distantes, con fuertes cambios de humor, y demás problemas de que hablaran a detalle más adelante.

A pesar de vivir en pleno 2022, todavía hay gente que le resta importancia a los problemas adolescentes por el simple hecho de ser jóvenes, subestimando sus conflictos y  argumentando que no tienen que pagar impuestos, llevar comida a la casa, trabajar jornadas completas y más cosas de la vida adulta, de tal forma que en una encuesta hecha por la Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en inglés), la mayoría de los adultos describen a los adolescentes como rebeldes, conflictivos, irrespetuosos, contestatarios y antipáticos, sin saber que posiblemente padecen de algún trastorno psicoemocional.

Ellos ignoran, o mejor dicho, se les olvida que los adolescentes tienen que lidiar con la búsqueda de una identidad propia, con el inicio de las responsabilidades adultas, la escuela, sus relaciones amistosas y la sexualidad, pasando por en medio de problemas como la presión social, las expectativas propias y ajenas, las críticas, la decepción, estrés y demás que terminan ocasionando ansiedad, depresión, trastornos alimenticios, adicciones, y en el peor de los casos, pensamientos suicidas.

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Además, es incluso más frecuente que los adolescentes presenten algunos de estos síntomas por culpa de los padres, ya sea por algún divorcio, peleas constantes, violencia intrafamiliar, algún familiar con adicciones, abusos de cualquier tipo, etc., por lo que es importante que aprendan más sobre trastornos adolescentes.

Pero no solo ellos, sino también los propios adolescentes, puesto que es aún más frecuente que ni siquiera los jóvenes que padecen estos síntomas ni siquiera saben de lo que sufren, o peor, no saben qué o quién es el causante.

El que un adolescente no sepa resolver sus problemas de manera adecuada no solo lo pone en peligro, sino también a los que los rodean. Un ejemplo son los tiroteos escolares, donde, según un estudio de la Universidad Kean en 2015, el 95% de los tiradores eran chicos que sufrían de abuso físico o psicológico, el abandono familiar, el bullying escolar, entre otros.

Aunque sin dudas el peor daño es hacia el adolescente en sí, puesto que son problemas psicoemocionales que lo seguirán de por vida de no solucionarse, llevando así una vida de miseria pudiendo ocasionar el suicidio. Y aunque pueda sonar exagerado, según datos del INEGI obtenidos tras estudios en el 2020, la tasa de suicidios en menores de edad aumento un 12%, pasando de un 4.63 en 2019 a un 5.18 en 2020; viéndolo más simple, en 2019 murieron por suicidio 1,028 niños, niñas y adolescentes, y en 2020, 1,160.

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