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Una sombra en el espejo.


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2012  •  Resumen  •  977 Palabras (4 Páginas)  •  4.893 Visitas

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Una sombra en el espejo.

Cristina Pacheco (1996) México, Texto adaptado.

[1]

Siempre que ordeno mi clóset me encuentro un montón de zapatos que no uso. Cuando he intentado tirarlos o regalarlos me arrepiento y los devuelvo a su lugar. El absurdo se justifica por mi superstición: mientras conserve esos zapatos podré volver a las etapas de mi vida con que están asociados.

[2]

Me gustaría tener la misma relación con los paraguas. Es imposible porque todos los pierdo. Cuando empieza la temporada de lluvias tengo que comprarme uno. En cuanto me encariño con él lo extravío. Nunca hago nada por recuperarlo. Quizá se deba a que son demasiado corrientes o a que pienso que su destino es bogar en la lluvia. Por eso me llamó la atención oírme decir: Tengo que volver al restaurante, olvidé mi paraguas.

[3]

Fue difícil rechazar la gentileza de mis anfitriones, que insistían en acompañarme, pero logré quedarme sola para reencontrarme con ese espacio del que había estado ausente más de diez años. La modificación de las calles, los nuevos edificios, las casas demolidas, se encargaron de cobrarme mi abandono, haciéndome sentir extraña en el sitio al que me llegaron recuerdos familiares y, sobre todo, la memoria de Aurelio. Me hice la pregunta inevitable: ¿Qué habrá sido de él? Tal vez había realizado el proyecto que compartimos de jóvenes como espacio de un destino común: comprar un terreno, construir una casa y formar una familia.

[4]

Sentí algo parecido a los celos cuando me asaltó la idea de que quizá estaría realizando nuestro sueño con otra mujer, tuve la certeza de que estaba casado. Probablemente le habría hablado a su esposa de mí, de nuestras caminatas bajo la lluvia perpetua que aísla y protege a San Andrés Cholula con tanto celo como las montañas que lo rodean. Si ella advirtió alguna emoción en el relato, de seguro inquirió por el motivo de nuestra separación.

[5]

La pregunta tuvo que haberse quedado sin respuesta porque yo misma nunca le di una explicación.

[6]

Ocurrió durante las vacaciones. Cuando Aurelio fue a despedirme, me alejé por el camino asfaltado. No te mentí al decirle: Nos vemos en septiembre. Sin embargo, pasaron diez años para que yo regresara. La capital me atrapó … su figura, su voz se fueron diluyendo como un terrón de azúcar en el café. Muchas veces tuve la intención de escribirle y explicarle lo que estaba sucediendo; pero la debilidad de mis argumentos me orilló a destruir las cartas.

[7]

Al final suspendí ese diálogo silencioso.

[8]

Llegué al restaurante. A sesenta minutos de mi primera visita, me pareció diferente, mucho más animado y agradable. Me sobresaltó escuchar una voz: Uy, ¿regresó tan pronto? ¡Qué bueno, qué bueno! Eso quiere decir que le gustó el lugar. ¿Qué le servimos? Me tranquilicé en cuanto reconocí al mesero que, en mangas de camisa y con mandil blanco, nos había atendido apenas una hora antes. Nada, gracias. Lo que pasa es que olvidé mi paraguas, ¿me permite entrar a

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