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VIVE LA DIFERENCIA


Enviado por   •  31 de Agosto de 2013  •  2.385 Palabras (10 Páginas)  •  218 Visitas

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¡VIVA LA DIFERENCIA!

LO FEMENINO Y LO MASCULINO

LA MAGIA EN EL SER MUJER,

LA REALIDAD EN EL SER HOMBRE

Introducción

Este libro tiene su primera inspiración hace ya unos cuantos

años atrás, en los repetidos momentos en que me tocó oír y observar

tanto el discurso verbal como el no verbal de muchas mujeres a las que

atendía en mi consulta. Del discurso masculino no tenía tanta

evidencia, en parte, creo, porque los cambios culturales que ha

experimentado el género femenino han llevado a que mis congéneres

recurran más espontánea y libremente a la ayuda psicológica.

Cabía en ese entonces hacer hincapié en que una de las mayores

diferencias entre lo que decían las mujeres en mi consulta, respecto de

lo que los hombres decían sobre temas similares, es que cuando

hablamos de nosotras no hablamos de nosotras, siempre hablamos de

otros y esos otros parecen ser los causantes de nuestras infelicidades o

de nuestra felicidad sin aparecer en este discurso una responsabilidad

propia en nuestro quehacer y en la construcción de nuestra

cotidianidad. En cambio, los hombres parecen mayoritariamente

preocupados del logro, de las metas y de los obstáculos que encuentran

en su camino.

Esta primera y gran diferencia surge al deducir una segunda y

muy extendida característica femenina, como es el que las mujeres nos

quejamos tanto y mucho más que los hombres; siempre hay un "pero",

un "pucha", algún tipo de exclamación que hace notar o sentir que hay

algo que no fue todo lo ideal que hubiéramos querido que fuera.

Estas dos preocupaciones —el que otros u otras sean los

causantes de la felicidad o la infelicidad femenina, la queja o el que

nada resulte como se pensó en un primer momento-— me llevaron al

mundo de lo masculino y lo femenino en Chile. Realicé una

investigación de tres años que constó de una muestra de alrededor de

tres mil a cuatro mil personas de distintas edades, entre los cinco y los

noventa años, de ambos sexos y de distintos niveles socioeconómicos; al

final, la muestra fue ampliada para considerar a personas de distintas

regiones. Advierto a los lectores que todo a lo que aquí me refiero surge

de lo observado empíricamente a través de mi experiencia clínica y que

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intenté que esta investigación fuera lo más exhaustiva posible. Sólo

tomé como referencias de aproximación al tema la teoría de Jung

(animus-anima), el enfoque de John Gray y el Ying-Yang -—opuestos y

complementarios de la filosofía oriental-— pero no haré ninguna

mención a ellos.

La investigación me permitió identificar como una tendencia

importante el que hoy día se piense y transmita a las generaciones

jóvenes que las mujeres sufren más, que las mujeres son más

humilladas, que las mujeres son más maltratadas. Esto en muchas

situaciones y en determinadas realidades sociales es verdad, sin

embargo ello no justifica que se esté traspasando en la actualidad a

nuestros hijos y futuras generaciones, la idea de que para sobrevivir o

vivir más felices debemos ser lo menos mujeres posibles. Esto provoca

muchos daños en nuestros adolescentes (a los que me referiré más

adelante). Quisiera recalcar además que este trabajo me permitió

comprobar de una u otra forma que este tópico constituye una especie

de paradigma que lleva ya mucho tiempo circulando en nuestro

inconsciente colectivo, con los consecuentes daños.

Por una parte circula el paradigma a través del cual se plantea

que hombres y mujeres somos iguales. Cuando yo supongo que algo es

igual a mí tengo la predisposición a pensar que esa persona actúa igual

que yo, piensa igual que yo, siente igual que yo. Y cuando de alguna

manera pretendo que eso sea así se generan todas las incomprensiones

que conocemos y experimentamos a diario, pues, en realidad, nadie

actuará igual a mí, menos aún una persona del otro sexo. No es cierto

que hombres y mujeres seamos iguales; la verdad es que somos

absolutamente distintos. Por medio de mi trabajo pretendo demostrarlo

y en alguna medida ayudar a que seamos capaces de valorar nuestras

diferencias para generar complemento y no motivar la "implacable"

igualdad que lo único que produce es competencia.

Ahora bien, aclaro que igualdad no es lo mismo que equidad.

Tenemos derechos que nos igualan y, por lo mismo, debiéramos acceder

a las mismas oportunidades; pero esto, reitero, no quiere decir que

seamos iguales ni psicológica ni socialmente hablando. Cada uno

aporta a la sociedad y al mundo afectivo que lo rodea cosas distintas y

cosas igualmente importantes y necesarias para la construcción de una

familia, una identidad y una sociedad armónica.

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Es importante recalcar desde ya que cuando a lo largo del libro

me refiera a hombres y mujeres lo que estoy haciendo en estricto rigor

es referirme a lo masculino y a lo femenino que todos tenemos dentro de

nosotros mismos. Yo, por ser mujer, debiera tener más facilidad para

adquirir los aprendizajes femeninos, pero no necesariamente la vida que

he tenido me ha permitido encauzar esos aprendizajes, y esto es lo que

probablemente le ha pasado a muchas personas y seguirá pasando si es

que no nos detenemos, identificamos y reflexionamos sobre este asunto.

Lo importante en este punto será, entonces, descubrir qué aspectos

masculinos y femeninos tiene cada uno desarrollados y cómo dentro

nuestro podemos equilibrar y complementar ambos aspectos para poder

hacer más fluida, más íntegra, nuestra estabilidad psicológica y, por

ende, lograr la armonía necesaria para poder desarrollarnos en plenitud

tanto respecto de uno misma como con los seres que más queremos.

Comencé esta introducción refiriéndome a que las mujeres

acusan sufrir más de lo que los hombres manifiestan. Este mensaje ha

traspasado los distintos niveles culturales en forma muy potente, pues

esa concepción se ha instalado en nuestro discurso verbal, en la

manera como las propias mujeres nos referimos a nuestro género. Así,

por ejemplo, podemos visualizar el siguiente escenario: si las mujeres

tenemos la menstruación, que es mensual, y a la cual se alude como

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