Virtudes Morales
Enviado por naudam • 29 de Julio de 2013 • 449 Palabras (2 Páginas) • 1.463 Visitas
Las virtudes morales
La dimensión moral de la persona incluye la vivencia de las virtudes morales. Una virtud es un buen hábito. Una persona virtuosa es una persona buena, habitualmente buena, tiene costumbres buenas, se porta bien. Si las virtudes teologales tienen que ver con Dios directamente- son la fe, la esperanza, la caridad; las virtudes morales son formas de ser y vivir habitualmente bien, que forman la fisonomía de una persona buena, pero no tienen que ver directamente con Dios. Son virtudes humanas que componen lo que llamaríamos una buena y auténtica mujer. Si se quiere formar una personalidad íntegra, hay que trabajar en el cultivo y formación de estas virtudes.
“Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8). La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien que permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. “El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios” (San Gregorio de Nisa, beat. 1).
Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino.
¿Cuáles y cuántas son? Son muchísimas: un horizonte inagotable. Cuando Santo Tomás de Aquino estudia en la Suma de Teología cincuenta y cuatro diversas virtudes no pretende abarcarlas todas. Es un campo variado y fecundo en el que el alma consagrada puede ir enriqueciendo su personalidad humana, y cristiana. Para no perdernos en este trabajo puede ser útil centrar la atención en las cuatro virtudes morales cardinales. En torno a la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, pueden de algún modo ser reagrupadas todas las demás. En cuál de ellas conviene insistir, y cómo hacerlo, depende de la situación personal de cada formando. Baste aquí mencionar solamente algunas que parecen tener una especial importancia en la preparación y en la vida de un alma consagrada y apóstol.
Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama ‘cardinales’; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas
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