Consecuencias del pecado.
Enviado por eliecer07 • 29 de Septiembre de 2015 • Apuntes • 978 Palabras (4 Páginas) • 166 Visitas
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Consecuencias del pecado.
1. Rupturas del hombre en sus relaciones fundamentales
El pecado afecta y daña características fundamentales del hombre. La incapacidad de amar que el hombre adquiere a causa del pecado no se manifiesta sólo en la persona concreta, sino que tiene repercusiones reales en la vida de todas las personas. Como nos dice Juan Pablo II:
Por el pecado, y su dinámica destructiva, se producen cuatro graves rupturas:
• La ruptura del hombre con Dios, es la primera ruptura y fuente de las otras. A partir de esta ruptura las demás relaciones básicas del hombre se ven afectadas.
• La ruptura del hombre consigo mismo: por la que se introduce el error y la confusión en la identidad del ser humano, generando una serie de consecuencias como el sinsentido, el vacío existencial y la frustración, rompiendo con su realidad más profunda, con sus dinamismos esenciales y la dirección en que apuntan.
• La ruptura con los hermanos por la que el hombre construye las relaciones sociales sobre el egoísmo, olvidándonos de la solidaridad y fraternidad humanas.
• La ruptura con lo creado por la que el hombre haciendo un mal uso de la naturaleza, le hace daño y se causa mal a sí mismo.
Como hemos visto en el tema anterior, el pasaje que relata el pecado original, en el capítulo 3 del Génesis, es muy iluminador para comprender las rupturas del hombre.
a. Ruptura del hombre con Dios
La ruptura con Dios es la fuente y raíz de las demás rupturas. Es la clara manifestación del deseo del ser humano de ser como Dios, de bastarse a sí mismo, de prescindir de Dios, de construir un mundo de espaldas a su Plan de Amor. Ésto está presente en el diálogo entre la serpiente y Eva:
“Replicó la serpiente a la mujer: ‘De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal’. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió”[3].
El pecado afecta gravemente al hombre, que fue creado a imagen y semejanza de Dios. La imagen, que es esa huella que el Señor pone en nosotros, se nubla. La semejanza, que es la capacidad de relacionarnos con Dios a través del amor, se pierde. Nos hacemos lentos a las cosas del Señor, vamos perdiendo progresivamente la comunión con Él. El ansia de querer ser como Dios es una realidad que ha acompañado al ser humano en todo su peregrinar histórico. Sus manifestaciones pueden ser observadas en el arte, la literatura, en diversas corrientes de pensamientos, en ciertas ideologías, en las interpretaciones de las ciencias humanas, en la legislación de los Estados, en el mal uso de las tecnologías, entre otras manifestaciones. Se trata de una cultura del rechazo de Dios, de la exclusión de Dios, de la anti-vida: una “anticultura” de muerte.
“Algunos paradojales teólogos han proclamado la muerte de Dios. Son millones de seres humanos los que la refrendan, ya proclamándose explícitamente ateos o por la que ha sido llamada la gran herejía de nuestro tiempo, la indiferencia. Con tal eliminación de Dios del panorama humano se enseñorea el relativismo moral. Con la ruptura del hombre con Dios queda expedito el camino para la vigencia de la ley del gusto y del disgusto. Su imperio va alcanzando cotización universal. Todo un mundo se ahoga en el subjetivismo. La conflictualidad de intereses encontrados se multiplica. Sus frutos de mal y de injusticias claman por doquier al cielo. Sus más graves acusadores, los niños, los inocentes no-nacidos asesinados en el vientre maternos por incómodos”[5].
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