Dar con Alegría

Fecha:01/09/15                                                                   PACE: 1071

Dar con Alegría

Después de la crucifixión, José de Arimatea fue con Pilato y pidió el cuerpo del Señor. Lo sepultaron en un lugar cerca del lugar donde lo crucificaron, en un sepulcro nuevo. Al tercer día resucito. Después se le apareció a sus discípulos y les dijo que no estuvieran turbados, que vieran sus marcas que era El, pues un espíritu no tiene carne y El si tenía. Todos se regocijaron y el Señor Jesús comió con ellos. Les dijo que con su muerte se había cumplido todo lo que de Él estaba escrito. Entonces, abriéndoles el entendimiento, comprendieron las Escrituras.

El Señor dijo a sus discípulos que la promesa del Padre era que el Espíritu Santo, el único que da convicción de pecado, el que guía a toda justicia y verdad, el verdadero poder de Dios sería enviado.  

Ellos tendrían que quedarse juntos en Jerusalén, hasta que fueran llenos del poder de lo alto. Jesucristo llevo a sus discípulos a Betania, los bendijo y les recordó que nunca los dejaría. Entonces el Señor subió a los cielos con el Padre.

 La Promesa del Padre se cumplió cuando todos estaban reunidos en el día del pentecostés orando, pues después de la muerte de Jesucristo, el Cordero sacrificado por nuestros pecados, tenemos acceso al Padre para alabarle, adorarle y entregar nuestras suplicas sin intermediarios, solo por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.

Desde ese momento, la presencia del Dios Vivo estaba con los apóstoles, ellos se movían y hablaban con el poder de Dios, haciendo señales y prodigios tan grandes, que los judíos religiosos se molestaron a tal grado, que hubo persecución, para que todo aquel que creyera en el Señor Jesús, fuera castigado. También, retiraron la ayuda a los pobres, ya que en ese entonces, se acostumbraba dar alimentó y ayuda económica a quien lo necesitara. Esto lo hicieron pensando que si ya no tenían quien los ayudara, dejarían de creer en el Señor Jesús y se pondrían en contra del Evangelio de amor y salvación.  

Pero todos los que se convirtieron a Jesucristo, tenían un corazón y alma llenos del amor de Dios, por lo tanto, eran de una perfecta amistad y un perfecto amor. Ellos tenía todo en común, no había egoísmo, compartían las cosa para que nadie tuviera necesidad de nada. Esto era un prueba más de la abúndate gracia de Dios sobre sus vidas; tanta, que las había transformado libertándolas de la maldad. Los creyentes hicieron un fondo común para los pobres, dando el diezmo, y mas, siendo llenos de Dios y como Dios, un Dios dador en abundancia, podían dar con gozo al que necesitaba.  

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