La enfermedad es una realidad dolorosa e inevitable en nuestra vida, en la sociedad, en la comunidad cristiana
Enviado por Alex Jaramillo • 15 de Diciembre de 2015 • Resumen • 9.201 Palabras (37 Páginas) • 426 Visitas
“IRÉ Y LE CURARÉ”
Manual del Enfermo
PRESENTACIÓN
La enfermedad es una realidad dolorosa e inevitable en nuestra vida, en la sociedad, en la comunidad cristiana. Por muchas tareas que haya, por muchas urgencias que nos soliciten, no podemos cerrar los ojos a esta realidad, ni podemos desatender a quienes la sufren.
Para ayudar a aquellos que pasan por el trance doloroso de la enfermedad, para sus familiares y para cuantos les atienden, para los visitadores de enfermos y demás agentes postales, presentamos este sencillo folleto con el deseo de que a todos les sea útil.
ORACIONES DEL ENFERMO
Oración al Padre
Padre,
Me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras;
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
Lo acepto todo
Con tal de que tu voluntad
Se cumpla en mí
Y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
Te la doy
Con todo el amor de que soy capaz
Porque te amo y necesito darme
Y ponerme en tus manos sin medida,
Con una infinita confianza,
Porque tú eres mi Padre.
Oración para aceptar
la voluntad de Dios
¿Por qué esta enfermedad?, ¿Por qué este dolor? Padre, como Jesús, tampoco yo, entiendo el misterio del mal, esta cruz del dolor.
Pase de mí esta hora de dolor. Pero si no pasa y tengo que beber este cáliz de dolor, te pido que sepa aceptar la realidad con serenidad, sin desesperanza, sin hacer cargar mi cruz a los demás. Hazme ver el sentido que mi vida tiene a pesar del sufrimiento. Hazme descubrir tu secreta presencia en la soledad y el dolor.
También yo, como Jesús, quiero ponerme en tus manos y decirte: “Padre, en tus manos encomiendo mi vida”. “Que se haga tu voluntad y no la mía”.
Oración en una noche
de insomnio
Te bendigo, Señor, por el sueño profundo de los niños y los jóvenes, por todos los que descansan plácidamente a estas altas horas de la noche.
Te pido por todos aquellos, que como yo ahora, no pueden dormir, doloridos en el cuerpo o atormentados en el espíritu. Por todos los enfermos a quienes el dolor mantiene en vigilia forzosa. Te pido también por todos los que a estas horas trabajan, los centinelas que vigilan, los que atienden a los enfermos, todos los que contamos las horas ansiando que pase la noche y amanezca.
Rodeado, Señor, por el misterio de la noche, adivino en la obscuridad tus ojos divinos que me miran cariñosos, silenciosas, atentos. Siento, Señor, que, en mi cama, estoy acostado sobre la misma palma de tu mano. Arrópame con tu benevolencia, para que pueda poner mi corazón en ti y descansar siempre en ti.
Aun en medio del insomnio y de las sombras turbadoras de la noche, te alabo, Señor. Más aún que el centinela a la aurora, espero yo que llegue el nuevo Día. Te amo, Señor.
Oración para pedir paz interior
Señor, tú me has amado primero (1Jn 4, 19; Ef 1, 4-5). Tu amor hacia mí te ha llevado a sufrir por mí una muerte de cruz. Gracias, Señor, ayúdame a corresponderte con amor.
Ayúdame, Señor a aceptar que esta enfermedad es mi cruz, y esta cama, mi calvario. Hazme capaz de amar más y más desde esta cruz.
Tranquilízame con tu amor. Aumenta mi fe. Haz que te sienta como realmente estás: cercano, más cerca de mí que yo mismo. Ayúdame a aprovechar bien la enfermedad, esta oportunidad – tan fecunda como dolorosa – de encontrarme más profundamente contigo y conmigo mismo.
Hazme comprender que con cada cruz que nos viene tú nos das siempre tu gracia, y que encada dolor tú nos das la fuerza necesaria. Nunca permites que seamos tentados por encima de nuestras posibilidades. Haz que yo me sienta seguro en ti.
Señor, mírame a los ojos, haz que yo te mire con los ojos de la fe, que nos miremos cara a cara, los dos, corazón a corazón, sin palabras, en la soledad de mi enfermedad, hasta que brote y crezca en mí espíritu tu Paz. Gracias, Señor.
Oración de ofrecimiento
Señor Jesús, amigo y hermano mío: quiero hoy abrirte mi corazón y ofrecerte mi enfermedad.
Tú has sido un hombre como nosotros, con un cuerpo de carne y hueso como el nuestro. Aunque no nos lo cuentan los evangelios, sin duda que tú también estuviste enfermo alguna vez. Supiste lo que es la enfermedad y el dolor. Debiste sufrir mucho, tanto física como moralmente. Y comprendiste a los enfermos. Cuántas veces te sentiste conmovido hasta las entrañas ante el dolor y la enfermedad. Y cuántas veces curaste a los enfermos….
Como el ciego de Jericó, yo también te digo desde el lecho de mi dolor: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”. Quiero pedirte también yo un milagro: dame fuerza, ánimo, coraje, paciencia, aceptación de la realidad, optimismo, esperanza… y lo que tú creas que más necesito para que sepa sobrellevar esta situación. Si me concedes estas gracias estoy seguro, Señor, de que a pesar del dolor y de la enfermedad, voy a ser feliz y voy a poder repartir alegría a los que me rodean. Gracias, Señor, anticipadamente te lo agradezco ya.
Pero recuerdo que tú, según nos dice el evangelio, siempre exigías una condición para poder curar a los enfermos: que tuvieran fe. Te diré como te dijeron tus discípulos: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”. Quiero creer Señor, con todas mis fuerzas, con toda mi alma. Quiero confiar en ti. Y quiero ponerme, como tú, en las manos de tu Padre, de nuestro Padre, con una infinita confianza pero él es eso: Padre, Aumenta mi fe. Te lo pido por favor.
Con esa misma fe que tú tenías, Señor, quiero decirle yo también al Padre desde lo más hondo de mi corazón: “Padre, si es posible, que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
...