Bodas De Caná
Enviado por zhinay • 3 de Enero de 2012 • 2.677 Palabras (11 Páginas) • 545 Visitas
Santiago del Estero, Argentina / Religión – Si alguien nos preguntara cuál fue el primer milagro que hizo Jesús, no dudaríamos en responder que fue el del agua convertida en vino durante una fiesta de bodas, en la ciudad de Caná de Galilea. El mismo evangelio de san Juan lo dice expresamente: “Este fue el primer signo que hizo Jesús, en Caná de Galilea, con el cual mostró su gloria, y sus discípulos creyeron en él” (Jn 2, 11).
Sin embargo, para los otros tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas), ese no fue el primer milagro realizado por Jesús. Más aún: ni siquiera se enteraron de este. Para ellos, no existe. Y, en su lugar, cada uno relata otro “primer” milagro.
Así, en san Marcos (y san Lucas), figura la curación de un endemoniado en la sinagoga de Cafarnaún. Y en san Mateo, la curación de un leproso luego del sermón de la montaña.
¿Por qué los evangelistas no están de acuerdo sobre el primer milagro de Jesús? ¿Por qué cada uno da una versión diferente? Porque ellos no pretendieron contar a sus lectores lo que históricamente hizo Jesús con su actividad milagrosa, sino transmitirles un mensaje religioso, que cada uno adecuó como mejor le pareció.
LOS ESPÍRITUS DE LA SINAGOGA
El evangelio de Marcos, que es el más antiguo, relata así el primer milagro de Jesús: “Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún. Y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Todos quedaron asombrados de su enseñanza porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Había en la sinagoga de ellos un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: ‘¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: eres el Santo de Dios’. Jesús entonces lo reprendió: ‘¡Cállate y deja a ese hombre!’. El espíritu inmundo sacudió violentamente al hombre y, dando un fuerte grito, salió de él. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: ‘¿Qué es esto? Una enseñanza nueva, llena de autoridad. Da órdenes hasta a los espíritus inmundos y le obedecen’. Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea” (Mc 1, 21 28).
AIRE LLENO DE ESPÍRITUS
Para entender por qué Marcos cuenta este milagro como el primero de Jesús, hay que tener en cuenta que él escribe su evangelio para los cristianos de Roma, es decir, para cristianos de origen pagano. Y los quiere convencer del enorme poder y de la autoridad de Jesús.
Ahora bien, para el ambiente pagano antiguo, especialmente el romano, no había quizás demostración de poder más grande que el exorcismo. En efecto, antiguamente se pensaba que muchas de las enfermedades y los males que sufría la gente se debían a los demonios que entraban en el cuerpo de las personas para atormentarlas. Según la mentalidad popular, el aire estaba infestado por miles de estos espíritus inmundos al acecho del momento oportuno para introducirse en el hombre. Y, una vez adentro, el enfermo solo podía librarse mediante la ceremonia del exorcismo que, para colmo, no siempre resultaba eficaz. Únicamente alguien con mucho poder podía enfrentar a estos espíritus.
Por escritores de la época, como Flavio Josefo (que escribió justamente en Roma), sabemos que la ceremonia era muy compleja. Se tomaba un anillo de metal y se le ataba la raíz de una planta especial Luego, el exorcista lo colocaba en la nariz del endemoniado y recitaba una serie de encantamientos secretos, conminando al demonio a abandonar al hombre y no volver jamás. Para que la liberación del poseso quedara demostrada, el espíritu debía derramar, al salir, un recipiente con agua colocado a distancia.
Pero había más. La raíz de la planta usada en el exorcismo no era fácil de conseguir. Y, una vez hallada, resultaba difícil sacarla pues se resbalaba de las manos. Para poder extraerla, había que echar sobre ella la orina de una mujer. Y, después de ser arrancada, quien la tocaba moría, a menos que la enrollara en el brazo mediante un rito especial.
EXORCISMOS DE FRONTERA
Frente a un ritual tan complejo, y poco efectivo, Marcos elige como primer milagro un exorcismo, precisamente para mostrar a sus lectores romanos el enorme poder de Jesús, muy superior a lo que hasta entonces ellos habían conocido. De este modo, les enseña que quien se pone del lado de Jesús, puede derrotar a las fuerzas más poderosas del mal, a aquellas que tanto los intranquilizaban y asustaban.
Por eso, como para los lectores de Marcos el exorcismo tenía una significación especial, cada vez que él cuenta un exorcismo (cuatro en total) lo ubica en las fronteras del país. Así, el primero, el del hombre de la sinagoga (1, 22-28), ocurre en Cafarnaún, ciudad limítrofe con el país de Gaulanítide. El segundo, del endemoniado de Gerasa (5, 1-20), “en la otra orilla del mar”, es decir, en tierras paganas fronterizas a Palestina. El tercero, de la hijita de la siro-fenicia (7, 24-30), “en la región de Tiro”, país del límite norte de Palestina. Y el cuarto, del joven epiléptico (9, 14-24), se produce (según las indicaciones geográficas de Marcos) en la región de Cesarea de Filipo (8, 27), es decir, en el territorio no judío colindante con Galilea.
Todos los exorcismos que Marcos relata se convierten, pues, en un vigoroso mensaje para sus lectores: el poder y la fuerza de Jesús de Nazaret están al servicio sobre todo de ellos, los paganos. De ellos, muchas veces perseguidos y postergados. De ellos, que estaban en las fronteras de la vida y al margen de la sociedad.
SIN PÁRPADOS NI OREJAS
Diez años después de Marcos, escribe Mateo su evangelio. Sus destinatarios ya no son (como en el caso de Marcos) de origen pagano, sino en su mayoría creyentes de origen judío y, por lo tanto, impregnados por la mentalidad y la cultura de este pueblo. Por eso Mateo elegirá como primer milagro de Jesús la curación de un leproso.
El relato dice: “Cuando Jesús bajó del monte, lo fue siguiendo una gran muchedumbre. Entonces se le acercó un leproso y se arrodilló ante él, diciéndole: ‘Señor, si quieres puedes limpiarme’. Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘Quiero, queda limpio’. Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dijo: ‘Mira, no se lo digas a nadie. Vete y preséntate ante el sacerdote y llévale la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio’” (Mt 8, 1-4).
¿Por qué Mateo eligió este como el primer milagro de Jesús? Porque para la mentalidad judía de aquel tiempo (como para muchas culturas antiguas) no había enfermedad más terrible y espantosa que la lepra.
Si bien en ese entonces se llamaba “lepra” a cualquier afección de la piel, algunos testimonios que conocemos de esas patologías
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