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Catesismo


Enviado por   •  26 de Octubre de 2014  •  1.070 Palabras (5 Páginas)  •  247 Visitas

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PRIMERA PARTE

LA PROFESIÓN DE LA FE

PRIMERA SECCIÓN

”CREO” – “CREEMOS”

26 Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos diciendo: "Creo" o "Creemos". Antes de

exponer la fe de la Iglesia tal como es confesada en el Credo, celebrada en la Liturgia,

vivida en la práctica de los Mandamientos y en la oración, nos preguntamos qué significa

"creer". La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al

mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.

Por ello consideramos primeramente esta búsqueda del hombre (capítulo primero), a

continuación la Revelación divina, por la cual Dios viene al encuentro del hombre

(capítulo segundo), y finalmente la respuesta de la fe (capítulo tercero).

CAPÍTULO PRIMERO

EL HOMBRE ES "CAPAZ" DE DIOS

I EL DESEO DE DIOS

27 El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido

creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer hacia sí al hombre hacia sí, y sólo en

Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:

La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El

hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por

amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel

amor y se entrega a su Creador (GS 19,1).

28 De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado

a su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos

(oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden

entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un

ser religioso:

Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra y determinó

con exactitud el tiempo y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a Dios, para

ver si a tientas le buscaban y le hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él

vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17,26-28).

29 Pero esta "unión íntima y vital con Dios" (GS 19,1) puede ser olvidada, desconocida e

incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes

muy diversos (Cf. GS 19-21): la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la

indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas (Cf. Mt 13,22), el mal

ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente

esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (Cf. Gn 3,8-10) y huye

ante su llamada (Cf. Jon 1,3).30 "Se alegre el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Si el hombre puede olvidar

o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y

encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su

inteligencia, la rectitud de su voluntad,

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