Constitucion Teologica
Enviado por georgimarostica • 4 de Abril de 2015 • 612 Palabras (3 Páginas) • 268 Visitas
PROEMIO
1. El Santo Concilio, escuchando re
ligiosamente la palabra de Dios y
proclamándola con confianza, hace suya
la frase de S. Juan, que dice:
«Os
anunciamos la vida eterna, que estaba en
el Padre y se nos manifestó: lo que
hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en
comunión con nosotros, y es
ta comunión nuestra sea co
n el Padre y con su Hijo
Jesucristo»
(1 Jn., 1, 2-3). Por tanto, si
guiendo las huellas
de los Concilios
Tridentino y Vaticano I, se propone expo
ner la doctrina genuina sobre la divina
revelación y sobre su transmisión, para
que todo el mundo,
oyendo, crea el
anuncio de salvación; creyendo
, espere; y esperando, ame. Profetas para que lo reconocieran Dios ún
ico, vivo y verdadero,
Padre providente y
justo juez, y para que esperaran al Salvador
prometido, y de esta forma, a través
de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio.
Cristo, culmen de la revelación
4. Después que Dios habló muchas veces
y de muchas maneras por los Profetas,
«últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo» (Hb., 1, 1-2), pues envió a su
Hijo, es decir, al Verbo et
erno, que ilumina a
todos los hombres,
para que viviera
entre ellos y les manifestara los secretos
de Dios (cf. Jn., 1, 1-18); Jesucristo,
pues, el Verbo hecho
carne, «hombre envi
ado a los hombres»
3
, «habla palabras
de Dios» (Jn., 3, 34) y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió
(cf. Jn., 5, 36; 17, 4). Por ta
nto, Jesucristo -ver al cual
es ver al Padre (cf. Jn., 14,
9),- con toda su presencia
y manifestación de
sí mismo, con sus palabras y obras,
señales y milagros, y, sobre todo, con su
muerte y resurrección gloriosa de entre
los muertos, con el envío, finalmente,
del Espíritu de verdad, completa la
revelación y confirma con testimonio di
vino que Dios está
con nosotros para
librarnos de las tinieblas del
pecado y de la muerte y resu
citarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como
alianza nueva y definitiva nunca pasará, y
no hay que esperar ya ninguna revela
ción pública antes de la gloriosa
manifestación de nuestro Señor Jesucris
to (cf. 1 Tm., 6, 14; Tt., 2, 13).
La revelación hay que recibirla con fe
5. Cuando Dios revela hay que prestarle «l
a obediencia de la fe» (Rm., 16, 26; cf.
Rm.,
...