DEI VERBUM
Enviado por DONES • 28 de Septiembre de 2012 • 974 Palabras (4 Páginas) • 549 Visitas
SAN ANTONIO DE PADUA
(ll95 - l231)
Nació el Lisboa, capital de Portugal, de una familia noble y militar, se dice que emparentaba con el gran cruzado Godofredo de Bouillon, el niño recibió en el bautismo el nombre de Fernando.
Desde la edad de l5 años fue recibido en la misma Lisboa por los canónigos regulares de San Agustín. Después de dos años, a fin de dedicarse al estudio de la teología pasó a Coímbra, donde el monasterio de Santa Cruz era ya el centro de vida religiosa y de cultura intelectual más célebre de todo Portugal. Muy pronto recibió las sagradas Órdenes y se inició en el ministerio apostólico.
A la sazón, la Orden de los Hermanos Menores, fundada por San Francisco de Asís en l209. Implantada ya en muchos países, acababa de ennoblecerse en Portugal con el martirio de tres religiosos muertos en Marrakech (Marruecos). Cuando el l6 de enero de l220, gracias a la solicitud del Infante don Pedro, fueron llevadas a Santa Cruz las reliquias de los campeones de la Fe, el relato de su apopeya inflamó el celo del joven sacerdote, e inmediatamente pidió ser admitido en la Orden franciscana, con el deseo explícito de ser enviado a predicar a los musulmanes de África, con la secreta esperanza de conquistar allí la palma del martirio.
Fue entonces cuando el Convento de Olivares, cerca de Lisboa, al revestirse el sayal franciscano, Fernando se convirtió en el hermano Antonio.
Atendiendo inmediatamente a su petición, desde el otoño de l220 sus superiores lo enviaron a Marruecos. Pero una causa imprevista vino a contrariar los proyectos del ardiente apóstol: la enfermedad. Transcurren apenas algunos meses, y helo aquí obligado a dejar el África, a principios de l22l. Por insondables designios de la Providencia, el navío que debía conducirlo a Portugal, desviado por la tempestad, llegó a las costas de Sicilia. Lo encontramos entonces en el capítulo general de su Orden, en Asís, en mayo de l22l. Luego, en el eremitorio de Monte Paolo di Forti, en la Romaña, hace un largo retiro de tres meses, en contacto directo con las austeridades de la regla franciscana primitiva.
Mientras tanto, llamado a tomar la palabra en una ordenación sacerdotal, en la Catedral de Forti, el Hermano Antonio se revela como poderoso orador.
Enviado entonces a Vercueil para seguir allí los cursos de teología de Tomás Gallo, traductor y comentador de las obras de Dionisio Areopagita, Antonio hace rápidos progresos tanto en sabiduría como en santidad: “porque la flama interior de su amor irradiaba al exterior”, dice un contemporáneo.
Una vez terminado ese ciclo de estudios, San Francisco de Asís en persona lo nombró en l223 “primer lector” de su Orden en Bolonia: “A nuestro muy querido hermano Antonio, salud en Cristo. Quiero que enseñes la teología con tal que con este estudio no extingas el espíritu, tal como se dice en la regla”.
Otra coincidencia providencial. Santo Domingo acaba de morir prematuramente
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