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Dei Verbum


Enviado por   •  6 de Julio de 2011  •  5.886 Palabras (24 Páginas)  •  1.469 Visitas

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La Revelación Divina. Apuntes sobre la Constitución dogmática Dei Verbum.

1. Introducción

Ante todo deseo saludar a los asistentes y expresar mis felicitaciones a los organizadores de este importante ciclo de conferencias sobre el Concilio Vaticano II, que se desarrolla a poco de haberse conmemorado el trigésimo aniversario de la culminación de sus labores.

La fundamental importancia del Concilio para la vida del Pueblo de Dios es inocultable. La Iglesia vive hoy desde la perspectiva conciliar, desde aquel recogimiento del que hablaba Pablo VI, «para, viviendo en sí misma y por medio del Espíritu Santo, comprender mejor la Palabra eficaz de Cristo, para escrutar más profundamente el misterio, es decir, la presencia y el plan de Dios junto a sí y en su interior, y para alimentar cada vez más en sí el fuego de la fe, que es la fuerza misteriosa en la que se apoya su firmeza y su sabiduría, y el fuego del amor, que le impulsa a cantar las alabanzas de Dios sin interrupción» 1 . Hoy se ve claro que el Concilio no ha sido sólo un acontecimiento eclesial decisivo, sino que además él vive en la vida y misión de la Iglesia de estos tiempos de Nueva Evangelización.

Desde que el 8 de diciembre de 1965 llegaba a su fin la última sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, los dieciséis documentos que produjo han venido marcando el norte para la marcha de la Iglesia de cara al milenio adveniente. Durante el tiempo transcurrido hemos podido ser testigos de la impronta del Concilio en la vida de la Iglesia, y comprendemos tanto como valoramos el amplio horizonte que abre para las generaciones del presente y del mañana.

A distancia de treinta años se ve claro cómo el Concilio no ha significado una relativización «según el espíritu secular» de «todo en la Iglesia: dogmas, leyes, instituciones, tradiciones» 2 , como algunos pretendían entonces y otros aún desdichadamente pretenden hoy. Los desvelos, palabras y ejemplos de los Sumos Pontífices Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, señalan claramente el horizonte por el que la gran palabra de entonces y de hoy, el "aggiornamento", adquiere su auténtico sentido eclesial: «comprensión del pensamiento del Concilio que hemos celebrado y aplicación fiel de sus normas, feliz y santamente promulgadas» 3 .

2. La Dei Verbum

Se me ha pedido tratar, en esta conferencia inaugural, sobre una de las cuatro constituciones que elaboró el Concilio, la Constitutio Dogmatica de Divina Revelatione, más conocida como Dei Verbum. Como es evidente, cada una de las constituciones, así como cada uno de los demás documentos conciliares, tiene una innegable importancia. Me toca en esta ocasión destacar la gran trascendencia de la Dei Verbum, tanto en sí misma como para la marcha de la Iglesia de estos tiempos.

Ante todo se trata de una Constitución dogmática, al igual que la Lumen gentium. Esto ya tiene su importancia particular 4 . La profundización sobre la divina Revelación constituye un don y una enseñanza autorizada que ilumina la marcha del Pueblo de Dios.

Especialmente cuando cierto relativismo y reduccionismo viene conduciendo a una crisis en la interpretación de la Palabra de Dios escrita, las luminosas enseñanzas de la Dei Verbum cobran una mayor importancia.

3. Historia

Empecemos por recordar algo de la historia de la notable Constitución. El día 18 de noviembre de 1965, en la octava sesión del Concilio, fue promulgada por el Papa Pablo VI la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación. Aparecía así uno de los documentos más breves y al mismo tiempo de más rica doctrina que ha promulgado el Concilio Vaticano II.

La Dei Verbum ha sido un documento de larga gestación. Desde el primer esquema hasta su redacción final hubo un recorrido en que el permanente afán por profundizar con fidelidad en temas tan densos se fue concretando hasta que se llegó finalmente a proponer «la doctrina auténtica sobre la Revelación y su transmisión: para que todo el mundo, con el anuncio de la salvación, oyendo crea, y creyendo espere, y esperando ame» 5 .

El alcance y valoración de ese proceso lo explica muy bien el Cardenal de Lubac: «En esta Constitución Dei Verbum se ventilan la idea de la Revelación lo mismo que los conceptos íntimamente ligados con ella, como son los conceptos de tradición e inspiración. Ésta era la primera vez que un concilio se ponía a estudiar "de una manera tan consciente y metódica las categorías más fundamentales y primordiales del cristianismo"» 6 .

Cuidadosamente examinada y revisada la Constitución vio finalmente la luz con una aprobación de la asamblea conciliar que manifestaba una práctica unanimidad. De los 2,350 Padres conciliares presentes, 2,344 votaron placet y sólo 6 votaron non placet. La promulgación de la Dei Verbum por el Papa Pablo VI ofrecía a la Iglesia un invalorable documento para guiar su camino de renovación.

4. Doctrina

Respecto a la doctrina de la Dei Verbum, lo primero que habría que tener en cuenta es que el nombre con el que es conocida -Dei Verbum- no se refiere, como a veces erróneamente se piensa, sólo a la Palabra de Dios escrita, es decir a la Biblia, sino que alcanza a toda la divina Revelación. Precisamente, como hemos recordado hace unos momentos, ése es su título: Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación.

El tema fundamental de esta Constitución es el de la Revelación y su transmisión. Obviamente, dentro de esta perspectiva, la Sagrada Escritura tiene un lugar fundamental, pero no exclusivo. Esto se percibe con nitidez observando la disposición de los temas en la Constitución: luego de tratar en su primer capítulo de la Revelación en sí misma, en el segundo abordará el tema de su transmisión a través de la Sagrada Tradición y de la Sagrada Escritura. Será a partir del tercer capítulo, hasta el sexto, que tratará específicamente de la Sagrada Escritura, siempre enmarcada dentro del tema de la Revelación de Dios.

Quizá uno de los más graves problemas que se han venido dando en relación a la Escritura, en especial desde el siglo XVI y entre nosotros avanzado el siglo XX, ha sido la actitud de aproximarse a ella de manera aislada y de ignorar o no tomar en debida cuenta su esencial relación con la Tradición y con el Magisterio. Precisamente por eso resulta tan significativo que el Concilio llegue a invitar a un estudio profundo de la Sagrada Escritura -incluso afirmando que quien no conoce la Escritura no conoce a Cristo 7 -, pero siempre exhortando a conocerla y estudiarla como corresponde. Es decir en el marco de la Revelación, en unidad con la Tradición, en dócil apertura al Espíritu, inspirador de la Sagrada Escritura, y destacando la necesidad

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