David Brainerd
Enviado por stefania2910 • 4 de Marzo de 2014 • 17.835 Palabras (72 Páginas) • 311 Visitas
EL TESTIMONIO
PERSONAL
DE
DAVID BRAINERD
PROLOGO
Dios no tiene ningún don mas precioso para conceder a una iglesia o a una época que
un hombre que viva como la encarnación de Su voluntad y que inspire a los que viven a
su alrededor la fe de lo que puede hacer la gracia. Hablamos del siglo diecinueve como
un siglo de avivamiento misionero. Es notable la forma en que, en el siglo anterior, Dios
dio a su Iglesia dos hombres cuyas biografías no solo testifican una devoción intensa y
sacrificial a la obra misionera, sino que ayudan, especialmente a aquellos que los
siguen, a creer en el poder de la oración como un elemento esencial del servicio en el
Reino. David Brainerd y Henry Martyn fueron ambos testigos poderosos de la fe en la
promesa de Dios y la seguridad confiada de que la oración apresuraría la venida del
Reino. Muchos misioneros vinieron después deben la profundización de su fe en la
oración a su ejemplo.
Este pequeño volumen de extractos de la vida de David Brainerd ha sido preparado
para presentar algunos de los pasajes que se refieren a su intensa y poderosa oración,
dentro del alcance de todos los cristianos. Lo único que quisiera decir a todos los
lectores es: Procura no estar contento, ni aún deleitarse, con lo que lees sobre la
intensidad de las oraciones de Brainerd y la maravillosa respuesta que algunas veces
llegó rápidamente y con tal poder. Este gozo podría tentarte a contentarte con la
aprobación y placer de conocer lo que él hizo. Pero esto sería de poco provecho. Lee,
haz una pausa y lee de nuevo, como en la presencia de Dios, hasta que oigas la voz del
Espíritu que te llama a seguir las pisadas de los siervos de Dios. Pídele gracia que te
capacite para probar cual es el secreto de un amor tan intenso a las almas, y una
seguridad tan confiada de que Dios, en respuesta a tu oración, también va a conceder
su bendición a aquellos por los que oras.
Y oremos de modo muy especial para la iglesia pueda ser reargüida del pecado de falta
de oración, y de no aprovechar las benditas posibilidades de una vida clamando día y
noche a Dios por sus bendiciones, sobre todo para los que están todavía en las
tinieblas.
Que Dios bendiga a cada lector de este libro.
UNOS POCOS AÑOS DE BENDICION.
Durante muchos años, viviendo entre los paganos del África del Sur, he usado
constantemente el ejemplo de Brainerd como un incentivo para la lucha en la oración y
la incesante prosecución de la santidad; y frecuentemente me he referido a su Diario y
a su Diario íntimo cuando he hablado en reuniones misioneras durante los períodos de
permiso en Inglaterra. El referirme a ellos ha dado lugar con frecuencia a la pregunta:
¿Quién era Brainerd?, lo que muestra una falta de conocimiento lamentable, sino
considerable, de este príncipe con Dios y con los hombres; y a continuación se me ha
preguntado dónde podría obtenerse su libro.
Se espera que esta selección condensada de sus páginas inmortales va a satisfacer el
deseo y la necesidad expresados con tanta frecuencia, y que las líneas intercaladas
añadidas nuestras llamarán la atención sobre puntos destacados, notados en nuestra
lectura personal de la obra, encandilada por el fuego divino.
David Brainerd, cuya pasión por la oración ilumina las siguientes páginas, nació en
Norteamérica, el 20 de abril de 1718, de padres piadosos, Despertado por el Espíritu de
Dios en su adolescencia, halló la salvación cuando tenía veinte años. Asistió durante los
próximos tres años al College de Yale, del cual fue expulsado injustamente por una
expresión indiscreta, procedente, no de malicia contra su profesor, sino de su celo
juvenil por la religión genuina. Su diario alienta sólo un espíritu de benevolencia y
perdón hacia los que le injuriaron tan gravemente.
Empezó a predicar a la edad de veinticuatro años, y trabajó entre los indios de New
Jersey y Pensilvana desde 1743 a 1747. Un ministerio breve, pero maravilloso. Terminó
su carrera terrenal en la casa del celebrado Jonathan Edwards, con cuya hija Brainerd
estaba comprometido para casarse.
Fue apropiado que la historia de su vida fuera escrita en su Diario y en su Diario íntimo,
editados por este amigo devoto y afectuoso, y durante los últimos ciento cincuenta
años el libro ha sido fuente de bendición y de estímulo a toda la Iglesia de Cristo.
Henry Martyn, un estudiante que se graduó con honores en la Universidad de
Cambridge, fue influido por Brainerd para ir a tierras de paganos, abandonándolo todo
y diciendo: Ahora, a consumirme por Dios; como Brainerd había escrito en su diario:
Deseaba ser una llama de fuego ardiendo continuamente en el servicio divino y
edificando el Reino de Cristo hasta mi último suspiro.
William Carey, el apóstol de la India no solo recibió sobre si el santo contagio, sino
que al dar instrucción a sus colaboradores, les instaba a pensar continuamente en las
luchas en la oración de Brainerd, en la soledad de los bosques de Norteamérica.
El doctor A. J. Gordón, entusiasta abogado de misiones, declara que su antorcha fue
encendida en el altar de la devoción inextinguible de Brainerd. Describe su visita al
cementerio de Northampton, y habiendo hallado el sagrado lugar en el que durante
ciento cincuenta años fueron depositados los restos corporales de su alma seráfica,
apartó de la simple losa la nieve que la cubría y meditó sobre los efectos perdurables de
una vida tan breve y tan oscura.
Fue mediante su pasión por la oración que Brainerd obró milagros en la conversión de
los indios, a pesar del prejuicio de éstos contra el y de que él desconocía el lenguaje de
ellos; porque después de ocho días de oración en los bosques salió revestido de poder,
y aunque al principio predico mediante un interprete medio borracho, el Espíritu Santo,
al fin, fue derramado, hasta el punto que se convirtieron en gran número.
Hay que leer el Diario solo para ver que clase de convertidos eran. Antes, ignorantes,
medio salvajes, supersticiosos, ladrones y homicidas, pero luego hicieron obra dignas
de arrepentimiento, Se volvieron verdaderamente santos siendo súbitamente
iluminados sobrenaturalmente; y fueron formados según el tipo de los primitivos
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