Dios es Luz
Enviado por chachy67 • 31 de Diciembre de 2016 • Apuntes • 2.305 Palabras (10 Páginas) • 278 Visitas
DIOS ES LUZ
El texto que analizaremos hoy se encuentra en la 1 carta de Juan, capítulo 1: 5-10.
Siempre que me encuentro predicando la Palabra del Señor viene a mi espíritu un temor y temblor reverente, ya que no me olvido que se trata de exhortar y enseñar aspectos que vienen del mismo corazón de Dios para los hombres, y que debemos hacerlo, hasta donde dependa de nosotros, con una dedicación cuidadosa, un estudio acucioso de las Escrituras para estar lo más exentos posibles del error humano y así, poder transmitir lo que realmente Dios nos está diciendo mediante su Palabra. A los que predicamos se nos ha de pedir cuentas por lo que anunciamos. Y no sólo se trata de un trabajo en el que ocupamos nuestras capacidades intelectuales, sino que debemos poner al servicio de Dios y de su pueblo nuestros dones, lo que requiere oración y demanda del predicador una experiencia vivencial con lo que va a predicar. Recordaremos cómo Dios enseñaba a sus profetas en la escuela de la vida, a través de vivencias personales, antes de que éstos estuvieran preparados para anunciar al pueblo el mensaje. Quienes predicamos somos profetas en cierto sentido, ya que también recibimos de Dios una palabra mediante las Escrituras la que debemos anunciar a los hombres y en particular al pueblo del Señor. Y qué bueno es que hoy contemos con las Escrituras ya que si se tratara de escuchar a Dios como en otros tiempos, no estaríamos tan seguros como lo estamos, de que son las mismas palabras del Altísimo. Es necesario que el predicador se sumerja en el mensaje de las Escrituras, que éstas calen hasta sus propios huesos, que generen cambios en su vida a modo de santificación y que baje de la montaña de la oración ardiendo en fuego santo.
No me olvido tampoco cuando predico de que soy invitado por el maestro a una trabajo santo por pura gracia y con esto quiero decir que soy inmerecedor de tan gran honor. No hay nada en mi que fuerce a Dios a encomendarme tal misión, no hay nada que Dios me deba sino que es por el puro afecto de su voluntad. Gracia abundante para un pecador arrepentido.
Finalmente, antes de iniciar nuestro caminar, quiero señalar que este día predico también con reverencia, ya que el tema que vamos a tratar así lo demanda. He reflexionado esta semana en estos versos y son un verdadero espejo que nos ayuda a mirarnos, a considerar nuestra vida y nuestros pasos. Son palabras tajantes que nos obligan a ponernos en un lado o en el otro, como suele hacerlo la Palabra de Dios. No se acepta la tibieza y ya saben lo que Dios hace con ésta, cuando le escribe a la iglesia de Laodicea en el Apocalipsis. Hay camino que al hombre parece correcto pero su final es muerte; considerad vuestros caminos, sembráis mucho y cosecháis poco. ¿Qué ocurre? ¿Nos ocurrirá como en aquellos tiempos de Hageo en que los hombres se preocupaban primero de sus propias casas y la casa de Dios estaba descuidada? Me gozo con Uds. de que hayan hecho este templo antes de hacer la casa pastoral. Dios honra a los que le honran.
Empecemos pues hablando algunas palabras de Juan. Fue uno de los amigos íntimos del Señor, el discípulo a quien Jesús amaba. Sabemos que fue uno de los doce, tal vez el menor, su hermano se llamaba Santiago y su padre Zebedeo, elegido personalmente por Cristo para pasar tiempo con Él. Recibió el apodo de “hijo del trueno” junto a su hermano por su gran ímpetu. Lo vemos en la pesca milagrosa, en la resurrección de la hija de Jairo, también en el Getsemaní , en la transfiguración, en la última cena recostado en el pecho de Jesús, a los pies de la Cruz cuando todos parecían haber abandonado al Maestro, corriendo a presenciar la tumba vacía, viendo a Jesús resucitado y también como uno de los pilares de la iglesia primitiva. Escribió el evangelio que lleva su nombre, tres cartas y, estando exiliado en la isla de Patmos el Señor le reveló el Apocalipsis. Por lo tanto, no hablamos de alguien lejano a Cristo o que le conociera poco como para no saber con claridad el mensaje que su Maestro le decía. Era un hombre que se “codeaba” con Cristo.
Juan es quien escribe esta carta que mezcla una serie de exhortaciones y aspectos doctrinales, buscando la pureza de la vida del creyente en cuanto a forma de vida y en cuanto a sana doctrina. Pareciera que en el contexto en el que escribe había una serie de herejías dando vueltas y penetrando la iglesia distorsionando la verdadera doctrina del Señor. Juan no escribe a una iglesia perseguida pero sí a una que estaba siendo dañada desde dentro por falsos maestros. Particularmente el gnosticismo estaba contaminando la sana doctrina, planteándose herejías como las relacionadas con la no encarnación de Cristo, la maldad de la materia, el estado superior de algunos que creían estar sobre el pecado.
V.5 Cristo le ha dicho a Juan que nos anuncie que Dios es Luz y no hay ningunas tinieblas en Él. En qué sentido Dios es Luz:
- es glorioso: todo Él es esplendoroso, maravilloso. Recordemos cuando Moisés desea ver la gloria de Dios y sólo se le muestra su espalda a causa de que nadie puede ver el rostro de Dios y seguir con vida. Veamos a Cristo glorificado lleno de brillantez y luminosidad, como se nos presenta en el Apocalipsis. Dios es magnífico, grande en honor y por esto mismo es digno de todo honor. Dios merece que le honremos y que le adoremos a causa de su gloria. Cuando contemplamos lo creado, como el sol, la luna y las estrellas y todo el firmamento, podemos ver parte de su gloria. Cuando aprendemos de los seres vivos, de nuestro propio cuerpo, de su sofisticación, podemos ver parte de su gloria. Cuando oramos contemplativamente y guardamos silencio ante su presencia, nos parece sentir su gloria. La perfección con la que giran los planetas, respetando sus órbitas celestes, las leyes de la naturaleza en la que habitamos, todo nos revela su gloria.
- se nos da a conocer: es un Dios que no pretende ocultarse de sus hijos, sino que busca mostrarse a ellos, quiere ser conocido por su pueblo. No es un Dios que se esconde atrás de los cielos, sino que los abre para ser visto por los hombres. La Palabra de Dios señala que se nos da a conocer a través de lo creado de tal modo que no hay excusas frente al hecho de decir que Dios se esconde de nosotros. Es nuestro propio pecado quien no nos deja conocer a Dios como debiéramos y por eso debemos ser auxiliados por el Santo Espíritu para llegar a un genuino conocimiento de Dios. No hay nadie, que queriendo conocer a Dios, éste no se le revele. Dios está mucho más interesa que nosotros en que le conozcamos y entablemos una relación personal con Él basada en el amor.
- es santo: es diferente a todo lo que podamos imaginar y es inmaculado, sin mancha, sin relación alguna con el pecado sino que por el contrario es un Dios que castiga justamente el pecado. Dios, en oportunidades tolera la maldad para no destruirnos, tiene paciencia no queriendo que ninguno perezca sino que todas sus ovejas vengan al arrepentimiento. Quiere que la oveja descarriada vuelva al redil, quiere que la que aún no conoce el redil venga y se quede para siempre. No debemos tomar en poco la santidad de Dios ya que muchos murieron por no respetarla. Dios ha destruido naciones enteras por no respetar este aspecto de su persona. Recordemos a Sodoma y Gomorra bajo el fuego santo de Dios para hacernos una idea. Miremos a Cristo muriendo en una cruz como un desechado por Dios, maldecido, para satisfacer la santa justicia del Padre. Con Dios no se juega y las Escrituras nos advierten que Dios es fuego consumidor y que terrible cosa es caer en las manos de un Dios vivo.
- la dirección de Dios: con su luz nos muestra el camino por el que debemos andar. Al igual que quiere que le conozcamos también nos alumbra el camino para que andemos por el lugar correcto. Acá está la Escritura que nos alumbra en el lugar oscuro para que no extraviemos nuestro caminar. ¿Cuánto leemos nuestra Biblia? ¿Cuánto de lo que leemos lo aplicamos a nuestra vida? Cuántas veces extraviamos el camino y culpamos a Dios cuando hemos sido nosotros quienes no lo hemos tomado en cuenta.
- muestra nuestra vida: nos revela nuestro corazón y lo que hay en él. ¡Qué tremenda verdad! No hay posibilidad alguna de esconderse del ojo de Dios. Cuando creemos estar solos, Dios nos mira. Si me fuera al fondo del mar o a lo alto de las montañas ahí estas tú para pesar mi corazón. Permítanme decir que Dios posee un Scanner celestial que todo lo descubre, hasta las intenciones del corazón antes de que los hechos sean realizados, porque no hay nada que se haya hecho en la oscuridad que no llegue a saberse y el día del juicio final todas nuestras obras malas o buenas quedaran expuestas. Seremos una carta abierta a los ojos de todos aquel gran día. ¿Qué hacemos cuando creemos estar solos? ¿Qué hay en nuestro corazón que nadie más que nosotros sabemos?
En contraposición a lo anterior tenemos la tinieblas que en las Escrituras se asocian con lo siguiente:
- la vida sin Cristo: cuando alguien no ha recibido a Jesús en su corazón se encuentra en completa oscuridad, sin saber hacia donde camina. Cree ser dueño de sus pasos, pero en realidad es esclavo del diablo y de las propias concupiscencias de su corazón. Sólo Cristo puede alumbrar nuestra vida, mostrarnos la verdad y hacernos libres.
- la inmoralidad de la vida: se refiere a la vida de pecado y también a la inclinación que tenemos hacia el pecado.
- La morada de los enemigos de Cristo: tanto Satanás como los que le siguen morarán en lugares de oscuridad.
V.6 Posteriormente Juan nos orienta hacia la incoherencia que significa creer que tenemos comunión con Dios, pero andar en las tinieblas del pecado. Estamos llamados a una vida de santidad que debe ir en aumento. El cristiano debe ser una persona diferente del mundo, apartado por Dios para propósitos santos. Acá tenemos una primera mentira y personas que mienten. Andar en tinieblas tiene relación principalmente con la vida de pecado, pero también entendemos que una vida sin Cristo está en tinieblas como lo señalamos antes. ¿Será posible que alguien de los que están acá no haya aún recibido a Cristo en el corazón? ¿Podrá alguno no entender que significa esto? Recibir a Cristo significa pasar a tener el derecho, la autoridad de llamarse hijo de Dios. Significa reconocer que somos hombres y mujeres pecadores que no hemos tomado en cuenta a Dios en nuestra vida, pedir perdón a Dios, creer por la gracia de Dios que Cristo murió por mis pecados y recibirlo en el corazón. Todo esto es por pura gracia, es decir es un regalo de Dios. Este regalo es ofrecido a los hombres pero muchos lo rechazan. Hay otros que mediante un llamado interno eficaz rinden su voluntad a la del Señor y entregan su vida. ¿Eres de la ovejas de Dios que recibe este llamado irresistible que te lleva a amar a Cristo? Si es así hoy es el día de la salvación para ti y debes lanzarte en sus brazos sin temor, ya que Él te sostendrá.
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