EL DESTINO DEL MUNDO PREDICHO
Enviado por manuelita22 • 20 de Mayo de 2012 • 2.163 Palabras (9 Páginas) • 964 Visitas
EL DESTINO DEL MUNDO PREDICHO
Lc.19.42-44
El ministerio de Jesús estaba llegando a su final y él subía a Jerusalén y llegando al monte de los Olivos contempló a Jerusalén, que ofrecía a sus ojos un cuadro de hermosura y paz, miraba sus airosos palacios, sus baluartes y el templo de mármol blanco como la nieve que era iluminado por los rayos del sol poniente haciendo resplandecer el oro de puertas, torres y pináculos. Así destacábase ante sus ojos la gran ciudad, “perfección de hermosura”, orgullo de la nación judía que ante la vista parecía decir “¡estoy sentada reina, y…nunca veré duelo!”.
Era tiempo de pascua y de todas las regiones los hijos de Jacob se habían reunido para celebrar la gran fiesta nacional, y todos parecían estar llenos de gozo; pero Jesús en medio del regocijo que provocara su entrada triunfal y de gente que agitaban palmas y cantaban hosannas se sintió abrumado por súbita y misteriosa tristeza. (Lc.19.41).
“…Lloraba, no presa de común abatimiento, sino dominado por intensa e irreprimible agonía. No lloraba por sí mismo, por más que supiera adónde iba”, (CS.20) le esperaba el Getsemaní, después el calvario y finalmente su crucifixión pero él no lloraba por eso. “Lloraba por el fatal destino de los millares de Jerusalén, por la ceguedad y por la dureza de corazón de aquellos a quienes él viniera a bendecir y salvar”. (CS.20)
El señor contempló desde el monte de los Olivos toda la hermosura de Jerusalén que cualquiera que la viese se sentía conmovido de gozo y admiración, contempló a los hijos de Jacob que se habían reunido a la fiesta de la pascua llenos de regocijo y alegría; y cuando entró en Jerusalén la gente con palmas y alegres hosannas lo proclamaban Rey, pero él se sintió abrumado por súbita y misteriosa tristeza y lloró sobre Jerusalén.
¿Por qué lloró Jesús? Si todo parecía triunfo la ciudad hermosa la gente llena de gozo, todo parecía estar en perfecta paz y tranquilidad.
“…Lloraba, no presa de común abatimiento, sino dominado por intensa e irreprimible agonía. No lloraba por sí mismo, porque él sabía lo que le esperaba en Jerusalén a saber el Getsemaní, el calvario y la muerte, pero él no lloraba por eso. “Lloraba por el fatal destino de los millares de Jerusalén, por la ceguedad y por la dureza de corazón de aquellos a quienes él viniera a bendecir y salvar”. (CS.20)
¿Cuántas veces hemos sentido agonía en nuestro corazón por la condición de nuestro pueblo?, (Ez.9.4) Jesús sentía dolor por la condición de su pueblo, porque no entendían su misión y muchos iban a rechazar la salvación que les estaba ofreciendo debido a que estaban absortos en lo material y esperando un libertador, pero no se miraban que necesitaban un cambio urgente de corazón. Lo mismo nos puede estar pasando a nosotros… que estamos haciendo nosotros también rechazándole al Señor con nuestras palabras, con nuestra conducta, con nuestros malos hábitos y por el amor del mundo.
¿Cuántas veces hemos llorado por el fatal destino de nuestra familia y vecinos?, (Ex.31.7-14)
¿Cuántas veces hemos llorado por la ceguedad y la dureza de sus corazones?, (Nh.1.4-7)
¿Cuántas veces hemos sentido agonía por nuestra propia condición delante de Dios?
“Tenemos a menudo que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y errores; pero no debemos desanimarnos. Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos arrojados, ni abandonados, ni rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e intercede por nosotros. Dice el discípulo amado: "Estas cosas os escribo, para que no pequéis. Y si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el Justo" (1 S. Juan 2: 1). Y no olvidéis las palabras de Cristo: "Porque el Padre mismo os ama' (S. Juan 16: 27). El quiere que os reconciliéis con él, quiere ver su pureza y santidad reflejadas en vosotros… Orad con más fervor; creed más plenamente. A medida que desconfiemos de nuestra propia fuerza, confiaremos en el poder de nuestro Redentor, y luego alabaremos a Aquel que es la salud de nuestro rostro”. (CC.64)
¿Cuántas veces hemos llorado por el fatal destino si seguimos indiferentes, desunidos y si amor los unos de los otros?
¿Cuántas veces hemos llorado por la ceguedad y dureza de nuestros corazones?
Jesús lloró por su pueblo e hizo todo lo posible por salvarlos, “Con su propio brazo, había arrojado a los gentiles de delante de ella; la había plantado "en un recuesto, lugar fértil;" la había cercado cuidadosamente y había enviado a sus siervos para que la cultivasen. "¿Qué más se había de hacer a mi viña -exclamó,- que yo no haya hecho en ella?" A pesar de estos cuidados, y por más que, habiendo esperado "que llevase uvas" valiosas, las había dado "silvestres" (Isaías 5: 1-4), el Señor compasivo, movido por su anhelo de obtener fruto, vino en persona a su viña para librarla, si fuera posible, de la destrucción. La labró con esmero, la podó y la cuidó. Fue incansable en sus esfuerzos para salvar aquella viña que él mismo había plantado.
Durante tres años, el Señor de la luz y de la gloria estuvo yendo y viniendo entre su pueblo. "Anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos del diablo," curando a los de corazón quebrantado, poniendo en libertad a los cautivos, dando vista a los ciegos, haciendo andar a los cojos y oír a los sordos, limpiando a los leprosos, resucitando muertos y predicando el Evangelio a los pobres. (Hechos 10: 38; S. Lucas 4: 18; S. Mateo 11: 5.) A todas las clases sociales por igual dirigía el llamamiento de gracia: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar." (S. Mateo 11: 28.)”. (CS.22).
Todo esto hizo Jesús por su pueblo y nosotros que estamos haciendo por nuestra propia salvación y la de los demás.
Sobre esto el Evangelio de Mateo nos aclara un poco, miremos: (Mt.5.4)
“El lloro del cual él habla, no consiste en la melancolía y los lamentos…Cada pecado vuelve a herir a Jesús; y al mirar a Aquel a quien hemos traspasado, lloramos por los pecados que le produjeron angustia. Una tristeza tal nos inducirá a renunciar al pecado…Debemos humillar nuestra alma delante de Dios…Y hay consuelo para los que lloran en las pruebas y tristezas…Las
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