El Dogma De La Inmaculada Concepcion
Enviado por victor030397 • 5 de Junio de 2013 • 2.707 Palabras (11 Páginas) • 478 Visitas
EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Ensayo monográfico presentado para la materia de Mariología
en el Instituto Teológico Salesiano (ITS)
AUTOR: Víctor Hugo Salazar Carbajal. SDB.
Derechos reservados (no sean “fusiles”, citen bien…)
El presente escrito tiene como objetivo el hacer un recuento histórico breve sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, como se indica antes, es parte de un ensayo monográfico presentado para la materia de Mariología en el Instituto Teológico Salesiano (en Tlaquepaque, Jalisco), espero les sea de mucha utilidad personal y pastoral.
Si en el tiempo inmediatamente posterior al NT la mirada de la Iglesia contempló a María en el misterio de la historia de la salvación (María, nueva Eva) y de la Iglesia (virgen, madre, esposa), pasados los primeros siglos, la Iglesia fue progresivamente centrándose en María como una mujer individual y privilegiada. Descubrió en ella su santidad única, dones que no compartía con nadie, a no ser con su Hijo, como la Inmaculada Concepción y la Asunción en cuerpo y alma al cielo.
Como argumentos de la Sagrada Escritura tenemos que en el AT y NT no se encuentra doctrina ni abundante ni coercitiva, que apoye el dogma de la Inmaculada, tenemos por ejemplo:
• Gen 3-15: “...pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya...”.
• Lc 1,28: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
• Cant, 4,7: ”Tu eres toda bella, ¡oh amor mío!, y no hay mancha en ti”.
• Cant 5,2: ”Ábreme, hermana mía, esposa mía, paloma mía, la toda limpia”.
• Sal 86,5: “El Altísimo mismo la ha fundado”.
• Sb 1,4: “Porque la Sabiduría no entrará en un alma maliciosa ni vivirá en un cuerpo sujeto a pecado”.
• Sal 45,5: “El Altísimo ha santificado su propio tabernáculo”.
• Ap 12, 15-16: “Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua [pecado] detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio [preservación especial] de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón”.
En las Iglesias Orientales, que no cuentan con una estructuración del pensamiento mariano como lo posee el Occidente, definen a María como “panaghía” (), la “Toda Santa” o la “Santísima”. La Madre de Dios (qeoto/coj) es la mujer poseída por el Panagion, el Todo Santo, el Todo Santo, el Espíritu. La qeoto/coj era objeto de culto litúrgico, no sólo en Oriente, sino también en Occidente posteriormente.
Veamos un poco de historia. La Iglesia de Oriente instauró ya desde finales del siglo VII la fiesta de la concepción de la Virgen, María era celebrada como la “”, la toda santa, la mujer en la que no hubo el menor rastro de pecado . El lenguaje litúrgico de oriente no intentaba conseguir la precisión de un enunciado teológico, ni la concisión de un dogma pontificio, sino que era la expresión de la fe del pueblo .
La cuestión de la Inmaculada fue defendida por Duns Scoto: “María se sabía predestinada por Dios desde la eternidad, y por eso Él la guardó pura y limpia de toda mancha”. La preservación del pecado original era una anticipación de los méritos de Cristo que implicaba una redención aún más perfecta que si la Virgen hubiera sido redimida de un pecado contraído después. San Bernardo (1153) manifestó su oposición a que se extendiera a toda la Iglesia esta fiesta; formuló sus objeciones en una carta a los canónicos de Lyón.
El concilio de Basilea colocó este misterio como dogma en 1439, pero la excomunión fulminada contra sus miembros por Eugenio IV, quien convocó el Concilio, hizo que no tuviera validez alguna, debido a que Eugenio IV primero aprobó, disolvió, luego volvió a aceptar el concilio en Basilea y al final lo disolvió definitivamente, pero los padres conciliares había depuesto al papa y nombrado al antipapa Félix V, y el concilio ya había sido trasladado primero a Ferrara y luego a Florencia. Esto ocasionó que ninguna de las conclusiones tomadas tuvieran validez . Se produjo un cisma en la Iglesia.
El mundo católico se hallaba dividido en dos campos: los inmaculistas (a favor de la Inmaculada Concepción) y los maculistas (en contra; mácula: mancha), representados principalmente por los dominicos, a cuya cabeza se hallaba Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura ; el segundo grupo que constituía una gran mayoría, los inmaculistas estaba compuesto por la escuela franciscana, a la que se unieron los jesuitas; tenemos por ejemplo a Honorio Augustodinense, Guillermo, Ricardo Ángel.
Después de los primeros debates medievales, esta cuestión obtuvo su primer reconocimiento oficial en las disposiciones de Sixto IV (1471-1484) con su Constitución Cum praeexcelsa del 27 de febrero de 1477:
Cosa digna, o más bien cosa debida reputamos, invitar a todos los fieles de Cristo con indulgencia y perdón de los pecados, a que den gracias al Dios omnipotente …, den gracias, decimos, y alabanzas por la maravillosa concepción de la misma Virgen inmaculada …
Ante la reaparición de loas controversias entre dominicos y franciscanos-carmelitas y servitas, el Papa escribió dos bulas llamadas Grave nimis; la primera en el año 1481 dirigida al P. Bandelli especifica que el objeto de la nueva fiesta es precisamente la concepción y no la santificación de María, y da fe que el 8 de diciembre se celebra solemnemente la fiesta; la segunda bula (4 de septiembre de 1483) prohíbe a ambos bandos llamar hereje a su contrario y advierte que los impugnadores del misterio serán excomulgados:
A la verdad, no obstante celebrar la Iglesia Romana solemnemente pública fiesta de la concepción de la inmaculada y siempre Virgen María y haber ordenado para ello un oficio especial y propio, hemos sabido que algunos predicadores de diversas órdenes no se han avergonzado de afirmar hasta ahora públicamente en sus sermones al pueblo por diversas ciudades y tierras, y cada día no cesan de predicarlo, que todos aquellos que creen y afirman que la inmaculada Madre de Dios fue concebida sin mancha de pecado original, cometen pecado mortal, o que son herejes celebrando el oficio de la misma inmaculada concepción, y que oyendo los sermones de los que afirman que fue concebida sin esa mancha, pecan gravemente...
Nos, por autoridad apostólica, a tenor de las presentes, reprobamos y condenamos tales afirmaciones como falsas, erróneas y totalmente ajenas a la verdad e igualmente, en ese punto, los libros publicados sobre la materia...
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