El cristo dejado afuera

EL CIRSTO DEJADO AFUERA

Se cuenta la historia de una Iglesia constituida por los  ciudadanos mas representativos e influyente de un lugar. Celebraban una magna campaña de evangelización, a la que habían invitado expresamente a lo mas selecto de a sociedad, para que escuchasen a un orador de renombre mundial. En una de las reuniones nocturnas  que realizaban dentro del majestuoso templo, de improviso hizo su entrada un hombre pobremente vestido y que, obviamente, estaba muy lejos de pertenecer al círculo social del auditorio. Tomo asiento en una de las confortables butacas y, cuando el predicador hizo la invitación para que quienes quisieran recibir por la Fe a Jesucristo pasaran adelante, fue el único en hacerlo. Consternado el pastor por lo que evidentemente causo incomodidad y disgusto  a la congregación. Le abordo rápidamente y en forma comedida le hizo pasar a su oficina. Allí, una vez que le hubo guiado a los pies del Señor, le dijo: “Ahora, hermano mío, quiero darle un buen consejo. Al llegar a su casa, pregúntele al Señor en oración si acaso seria la Voluntad de El que usted siga asistiendo a esta iglesia….

Dos días mas tarde, este creyente recién convertido hizo nuevamente su  aparición en la iglesia. Tan pronto como el pastor alcanzo a divisarlo, se le acerco rápidamente y en tono algo subido, le dijo: “Hermano, pero yo no le había aconsejado que le hablara al señor y le preguntara en oración si acaso le convenía a usted seguir frecuentando esta iglesia?” “Efectivamente”, replico el nuevo hermano, “He hecho lo que usted me ha recomendado, y solamente venía a comunicarle el resultado”. “Y que es lo que le ha contestado el Señor?” volvió a  preguntar el pastor. “Pues”,  repuso con tono solemne el hermano anónimo, “el Señor me dijo: Mira no trates de entrar a esta iglesia. Yo estoy tratando de hacer lo mismo ya por veinte años, y todavía no me lo han permitido”. La Biblia registra la situación similar de la iglesia en Laodicea, a cuyas puertas el Señor Jesús aparece llamando, al parecer sin resultado alguno. Lo habían dejado afuera; afuera de la proclamación, de la enseñanza, de la comunión, de la vida misma de la iglesia. Esta había dejado de ser una iglesia Cristo-céntrica. Se había convertido en una iglesia llena de si misma, pero vacía de Cristo; rica en su propia opinión, pero a ojos del señor, “Un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Ap. 3:14-20). Se había tornado en una iglesia que pretendía ser lo que no era, y no tenía lo que pretendía tener. Me pregunto: ¿Por qué muchas personas no encuentran a Cristo en el seno de tantas iglesias? ¿No será porque Cristo no se encuentra adentro, en el centro, como SEÑOR, sino apenas afuera, a la puerta, como peregrino a Quien no se le deja entrar?

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