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El libro del profeta Isaías


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2012  •  Reseña  •  713 Palabras (3 Páginas)  •  711 Visitas

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Leviatán

“Esa serpiente sinuosa… el dragón que se encuentra en el mar”. Así era Leviatán, la bestia más tremenda y espectacular de entre las bestias de Dios, descrita en el Libro de Isaías.

El quinto día de la Creación, día en que Dios dio forma e infundió vida a todas las criaturas del mar, creó al poderoso y magnífico dragón serpiente Leviatán para que sirviera de gobernante de este extenso reino marino. Las ilimitadas espirales de su inmenso y largo cuerpo se encontraban revestidas de una cubierta impermeable de escamas montadas unas sobre otras y trillaba sobre el agua con una fuerza tan explosiva que las profundidades del océano hervían como una caldera insondable.

Sus más de 300 incandescentes ojos iluminaban los mares lejanos y los cielos con su brillo radiante. El vapor hirviente salía disparado de sus llameantes orificios nasales, y brillantes lenguas de fuego bailaban procedentes de sus enormes fauces.

Ninguna herramienta mortal podía penetrar la armadura reluciente de sus escamas de Leviatán, ningún ser vivo en la tierra podía oponerse a su poder, y nada podía prender una chispa de miedo en su firme e indestructible corazón. Los dragones de interminable longitud eran devorados como ratones, y las aguas del río Jordán se vaciaban en sus fauces carnívoras, rebosantes de dientes de aterradora magnitud y cantidad. Tras su paso por el océano, las olas relumbraban como lentejuelas de escarcha fosforescente, y todo el mundo se maravilla ante el asombroso Leviatán.

Al principio, Dios creó un par de estas fantásticas bestias, pero cuando quedó latente que su poder colectivo era tan impresionante que el mundo entero se encontraba amenazado por la posibilidad de que existiera una raza de este tipo de criaturas, Dios destruyó a una de ellas. Como medida complementaria, creó al espinoso. Este pez diminuto fue concebido por Dios para contrarrestar los salvajes excesos del superviviente Leviatán, al cual le concedió la inmortalidad, en compensación por la pérdida de su pareja.

Desde entonces, durante las tres últimas horas de cada día, Dios había estado jugando con Leviatán, divirtiéndose con su gigantesca creación – y esto había de continuar hasta el Día del Juicio. Sólo entonces moriría Leviatán asesinado por el Arcángel Gabriel, tras lo cual su carne se serviría como comida para los justos, a los cuales se les acogería en una gloriosa tienda fabricada con una porción de su iridiscente piel escamosa. El resto se esparciría por las paredes de Jerusalén, desde donde manaría su resplandor para iluminar cada rincón del mundo.

A lo largo de los siglos, los eruditos bíblicos han dedicado mucho tiempo y mucha energía al enigma de la identidad de Leviatán. ¿Es posible que este símbolo majestuoso del poder de Dios se hubiera basado en una criatura real? El candidato más popular es el cocodrilo del Nilo, que si existió en Oriente

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