Electricida En El Ser Humano
Enviado por 78222 • 30 de Julio de 2014 • 1.742 Palabras (7 Páginas) • 216 Visitas
Electricidad en el ser humano
Publicado el 22 de abril de 2011 en Historias de la ciencia por omalaled
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Los efectos de la electricidad sobre el ser humano han tenido siempre una incesante fascinación se utilizaban en las fiestas para diversión de los asistentes. Un juego consistía conectar una corona del rey a una botella de Leyden y todo el que intentaba cogerla cerraba el circuito de manera que recibía una fuerte descarga. Pero la historia de la electricidad aplicada sobre el ser humano está salpicada de anécdotas.
La botella de Leyden fue inventada por el físico holandés Pieter van Musschenbroek en la Universidad de Leyden, en 1746. No era más que un recipiente de cristal con sus superficies interior y exterior cubiertas por sendas láminas de estaño. Tenía la capacidad de almacenar grandes cantidades de electricidad. De ahí que quien osara coger la corona del rey recibía como recompensa una buena comprobación de sentir en sus propias carnes la electricidad.
Otro pasatiempo de la época era poner una apuesta doncella conectada a uno de los polos de una de dichas botellas y el otro se anclaba al cuerpo del galán que pretendía besarla. Y cuando lo hacía, saltaban chispas. De amor o electricidad, lo dejo a elección de cada cual.
Y otra de las costumbres muy practicadas en las fiestas consistía en ponerse un montón de personas cogidas de las manos. Cuando las dos personas de los extremos tocaban respectivamente la superficie exterior de la botella y una varilla conectada a la superficie del interior, una corriente eléctrica recorría la línea y les hacía saltar a todos.
Hasta el rey Luis XV de Francia probó el experimento con una línea de 180 de sus cortesanos, con resultados satisfactorios (desde el punto de vista del rey, claro), y se hizo un experimento similar con una línea de frailes cartujos que medía más de kilómetro y medio de longitud.
Este inocente juego llevó al francés Joseph-Aignan Sigaud de Lafond a hacer un descubrimiento que hoy todos conocemos pero que en aquel entonces no se tenía idea alguna. En su versión dicho experimento, la primera persona de la cadena tocaba el interior de la botella y la última acercaba el dedo a la superficie externa, haciendo saltar una chispa que provocaba que todos saltaran cuando la corriente eléctrica recorría la cadena. En una ocasión, sin embargo, sólo saltaron las seis personas más próximas a la que hacía saltar la chispa. La sexta, un joven de delicadas facciones, no había transmitido la corriente a su vecino.
Rápidamente se difundió por París el rumor de que aquel joven era incapaz de transmitir la corriente porque no estaba dotado de “todo lo que constituye el carácter definitivo del hombre”. Pero posteriormente, Sigaud repitió el instrumento con trescastrati en la cadena. Los tres saltaron, pero no bastó para acallar el rumor. Como los hombres somos especialistas en encontrar razones, los propagadores de aquellos rumores dijeron que tenía que haber una diferencia de poder conductor entre “los hombres que han sido mutilados por el Arte y los hombres con los que la Naturaleza se ha mostrado cruel”.
Sigaud realizó otros muchos experimentos de cadena sin observar una repetición del efecto. Parecía que aquel joven estaba destinado a pasarlo mal el resto de su vida hasta que, milagrosamente, el efecto se repitió cuando estaba experimentando con una cadena de 16 personas. Las primeras saltaron, pero una de ellas no transmitió la corriente.
Nuestro hombre tuvo la perspicacia de no mirar los testículos del desdichado, sino sus pies, y observó que el hombre estaba pisando suelo mojado. Llegó a la brillante conclusión de que el suelo mojado era mejor conductor de la electricidad que el cuerpo humano, y que la corriente pasaba al suelo en lugar de seguir por la cadena. La reputación del joven quedó salvada y se preparó el terreno para la invención de la toma de tierra. Y ese es el objetivo que tienen las conexiones a tierra: proporcionar un camino alternativo más fácil para una corriente eléctrica y que pase por allí en lugar de por nuestro cuerpo.
En una ocasión, un estudiante resentido de la Universidad de Cambridge conectó unabobina de Tesla (que genera unos 40.000 voltios) al urinario de cobre que solía utilizar el profesor causante del descontento. Como el suelo del servicio estaba húmedo. su cuerpo (y el chorro de líquido que lo acompañaba) formaba un excelente camino conductor desde el urinario hasta el suelo. Según un informe posterior, el profesor no solo mojó los azulejos de encima del urinario, sino que además regó una ventana situada a unos dos metros de altura.
La electroterapia para la restauración del movimiento en los músculos paralizados no es que haya sido muy impresionante. No obstante, hay una historia bastante llamativa. En 1733 un cerrajero suizo llamado Nogues sufrió un golpe en la cadera que lo dejó casi completamente paralizado del lado derecho. Catorce años después fue atendido por el profesor Jean Jallabert, que había estado haciendo experimentos con la botella de Leyden. Con la ayuda de Daniel Guiot, el principal cirujano de Ginebra, calentó el brazo del paciente y le administró descargas durante una hora.
Al cabo de un mes, el paciente
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