Emigración de la familia de Noemí a Moab
Enviado por • 15 de Septiembre de 2013 • Ensayo • 2.252 Palabras (10 Páginas) • 340 Visitas
Emigración de la familia de Noemí a Moab
Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos.
El hombre se llamaba Elimélec, su esposa Noemí, y sus dos hijos, Majlón y Quilión: eran efrateos, de Belén de Judá. Una vez llegados a los campos de Moab, se establecieron allí.
Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos.
Estos se casaron con mujeres moabitas —una se llamaba Orpá y la otra Rut— y así vivieron unos diez años.
Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo.
Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento.
Así abandonó, en compañía de sus nueras, el país donde había vivido.
El regreso de Noemí y Rut a Belén
Mientras regresaban al país de Judá,
Noemí dijo a sus nueras: "Váyanse, vuelva cada una a la casa de su madre. ¡Que el Señor tenga misericordia de ustedes, como ustedes la tuvieron con mis hijos muertos y conmigo!
Que el Señor les dé un lugar para vivir tranquilas, en compañía de un nuevo esposo". Y las besó. Pero ellas prorrumpieron en sollozos
y le respondieron: "No, volveremos contigo a tu pueblo".
Noemí insistió: "Regresen, hijas mías. ¿Por qué quieren venir conmigo? ¿Acaso tengo aún hijos en mi seno para que puedan ser sus esposos?
Vuélvanse, hijas mías, vayan. Yo soy demasiado vieja para casarme. Y aunque dijera que todavía no perdí las esperanzas, que esta misma noche voy a unirme con un hombre, y que tendré hijos, ¿esperarían ustedes hasta que ellos se hagan grandes? ¿Dejarían por eso de casarse? No, hijas mías; mi suerte es más amarga que la de ustedes, porque la mano del Señor se ha desatado contra mí".
Ellas volvieron a prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su lado.
Noemí le dijo: "Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella".
Pero Rut le respondió: "No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada. Que el Señor me castigue más de lo debido, si logra separarme de tialgo que no sea la muerte".
Al ver que Rut se obstinaba en ir con ella, Noemí dejó de insistir.
Entonces caminaron las dos juntas hasta llegar a Belén. Su llegada conmocionó a toda la ciudad, y las mujeres exclamaban: "¡Pero si esta es Noemí!"
Ella, en cambio, respondía: "No me llamen más Noemí; díganme Mará, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura.
Partí llena de bienes y el Señor me hace volver sin nada.
¿Por qué me siguen llamando Noemí, si el Señor da testimonio contra míy el Todopoderoso me ha hecho desdichada?"
Así regresó Noemí con su nuera, la moabita Rut, la que había venido de los campos de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada.
La generosidad de Booz
Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente muy rico llamado Booz, de la familia de Elimélec.
Rut, la moabita, dijo una vez a Noemí: "Déjame ir a recoger espigas al campo, detrás de alguien que me haga ese favor". "Puedes ir, hija mía", le respondió ella.
Entonces Rut se puso a recoger espigas en el campo, detrás de los que cosechaban, y tuvo la suerte de hacerlo en una parcela perteneciente a Booz, el de la familia de Elimélec.
En ese preciso momento, llegaba Booz de Belén y saludó a los cosechadores, diciendo: "El Señor esté con ustedes". "El Señor te bendiga", le respondieron.
Booz preguntó al capataz: "¿De quién es esta muchacha?"
El capataz le respondió: "Es una joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab.
Ella pidió que le permitieran recoger y juntar las espigas detrás de los cosechadores. Desde que llegó por la mañana, ha estado de pie todo el tiempo, y ahora está aquí descansando un poco".
Entonces Booz dijo a Rut: "¡Óyeme bien, hija mía! No vayas a recoger espigas a otro campo ni te alejes para nada de aquí; quédate junto a mis servidores.
Fíjate en qué terreno cosechan y ve detrás de ellos. Ya di orden a mis servidores para que no te molesten. Si tienes sed, ve a beber en los cántaros el agua que ellos saquen".
Rut se postró con el rostro en tierra y exclamó: "¿Por qué te he caído en gracia para que te fijes en mí, si no soy más que una extranjera?"
Booz le respondió: "Me han contado muy bien todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido, y cómo has dejado a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, para venir a un pueblo desconocido.
Que el Señor te pague lo que has hecho; que te recompense con creces el Señor, el Dios de Israel, al que has acudido para refugiarte bajo sus alas".
Rut le dijo: "¡Ojalá pueda contar siempre con tu favor! Tú me has consolado y me has hablado amistosamente, a pesar de que ni siquiera soy como una de tus servidoras".
A la hora de la comida, Booz le dijo: "Acércate aquí; come de este pan y moja tu bocado en el vinagre". Rut se sentó al lado de los cosechadores y él le ofreció un puñado de grano tostado. Ella comió hasta quedar saciada y aún le sobró.
Cuando se levantó para volver a recoger las espigas, Booz ordenó a sus servidores: "Déjenla recoger también entre las gavillas y no la molesten.
Más aún, saquen algunas espigas de las gavillas y déjenlas caer, y cuando ella las recoja, no le digan nada".
Así Rut estuvo recogiendo espigas hasta el atardecer. Luego desgranó lo que había recogido, y era casi una bolsa de cebada.
Ella tomó el grano, regresó a la ciudad y mostró a su suegra lo que había recogido. También sacó la comida que le había sobrado y se la dio.
Su suegra le preguntó: "¿Dónde has ido hoy a recoger espigas? ¿Dónde estuviste trabajando? ¡Bendito sea el que se interesó por ti!". Rut contó a su suegra con quién había estado trabajando y le dijo: "Estuve trabajando en el campo de un hombre llamado Booz".
Entonces Noemí exclamó: "¡Bendito sea de parte del Señor, que no deja de manifestar su bondad ni a los vivos ni a los muertos!". Luego añadió: "Ese
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