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Hombre Laico


Enviado por   •  5 de Mayo de 2015  •  412 Palabras (2 Páginas)  •  326 Visitas

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EL DESPERTAR DEL HOMBRE LAICO.

Entre el derrumbe del Imperio Romano y el despertar del siglo XII el mundo occidental se sume en lo que propiamente debería llamarse “edad media”. El hombre se sumerge en los valores espirituales y sólo vive para Dios: El dinero y la razón emigran hacia mejores territorios, refugiándose en Bizancio, en el imperio musulmán, entre los judíos. Bajo la doble presión de la cristiana y del aislamiento militar, el hombre de Occidente renunció durante seis siglos a las dos potencias que mejor parecen representar los halagos de la materia y del pensamiento, la tentación del espíritu mundano.

Es difícil precisar por qué despierta Occidente. Lo que sucede es el resultado de infinitos factores, desde una ética hasta la belleza de una mujer, desde una estructura económica hasta el poder de convicción de un fanático a caballo. Es muy difícil , y a menudo muy bizantino, establecer las causas últimas de un acontecer histórico; parece mejor tomar el hecho en su totalidad, como una estructura cerrada. Hacia la época de las cruzadas comienza el despertar de occidente, gracias a un conjunto de factores contaminante: el debilitamiento del poder musulmán, la relativa tranquilidad de las ciudades después de tantos siglos de lucha y destrucción, la pérdida de las esperanzas en el advenimiento del reino de Dios sobre la tierra, la reapertura de comercio mediterráneo. ¿Cuál de todos ellos es el factor último?.no es fácil discriminarlo. Pero en cambio es fácil advertir que debajo de todos ellos actúan dos fuerzas fundamentales: la razón y el dinero.

El levantamiento de la razón comienza en el seno de la teología hacia el siglo XI, con Berengario de Tours. San Pedro Damián combate esta tentativa, manifestando su desconfianza por la ciencia y la filosofía, poniendo en duda la validez de las leyes del pensamiento y, en particular, la validez absoluta del principio de contradicción, que aunque rige en el mundo de lo finito-afirma- no rige para el ser divino.

La polémica se agudiza con Abelardo, quien sostiene que no se debe creer sin pruebas: sólo la razón debe decidir en pro o en contra. Es silenciado por San Bernardo, pero representa, en pleno siglo XII, el heraldo de los tiempos nuevos, en que la inteligencia, ya desenfrenada, no reconocerá otra soberanía que la de la razón. “¡Oh, Jesús! –exclamará un teólogo en estado de embriaguez racionalista-.¡Cuánto he reforzado y ensalzado Tu doctrina! En verdad, si fuera tu enemigo, podría invalidarla y refutarla con argumentos todavía más poderosos.”

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