JUAN PABLO II AUDIENCIA GENERAL
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 12 de junio de 1985
El problema de la no creencia y del ateísmo
1. Creer de modo cristiano significa «aceptar la invitación al coloquio con Dios», abandonándose al propio Creador. Esta fe consciente nos predispone también a ese «diálogo de la salvación» que la Iglesia quiere establecer con todos los hombres del mundo de hoy (Cfr. Pablo VI Enc. Ecclesiam suam: AAS 56, 1964, pág 654), incluso con los no creyentes. «Muchos son... los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan de forma explícita» (Gaudium et Spes, 19), constituida por la fe. Por esto, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes el Concilio tomó posición también sobre el tema de la no creencia y del ateísmo. Nos dice además cuán consciente y madura debería ser nuestra fe, de la que con frecuencia tenemos que dar testimonio a los incrédulos y los ateos. Precisamente en la poca actual la fe debe ser educada «para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer» (Gaudium et Spes, 21). Esta es la condición esencial del diálogo de la salvación.
2. La Constitución conciliar hace una análisis breve, pero exhaustivo, del ateísmo. Observa, ante todo, que con este término «se designan realidades muy diversas. Unos niegan a Dios expresamente (ateísmo); los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión (positivismo, cientifismo). Muchos, rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden explicarlo todo sobre la base puramente científica o, por el contrario, rechazan sin excepción toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al hombre, que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más... laafirmación del hombre que la negación de Dios. Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna... El ateísmo nace... a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo o como adjudicación indebida del carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios... La civilización actual, no en sí misma, pero sí por su sobrecarga de apego a la tierra (secularismo), puede dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios» (Gaudium et Spes, 19).
3. El texto conciliar, como se ve, indica la variedad y la multiplicidad de lo que se oculta bajo el término 'ateísmo'.
Sin duda, muy frecuentemente se trata de una actitud pragmática que es la resultante de la negligencia o de la falta de 'inquietud religiosa'. Sin embargo, en muchos casos, esta actitud tiene sus raíces en todo el modo de pensar del mundo, especialmente del pensar científico. Efectivamente, se acepta como única fuente de certeza cognoscitiva sólo la experiencia sensible, entonces queda excluido el acceso a toda realidad suprasensible, transcendente. Tal actitud cognoscitiva se encuentra también en la base de esa concepción particular que en nuestra poca ha tomado el nombre de 'teología de la muerte de Dios'.
Así, pues, los motivos del ateísmo y más frecuentemente aún del agnosticismo de hoy son también de naturaleza teórico-cognoscitiva, no sólo pragmática.
4. El segundo grupo de motivos que pone de relieve el Concilio está unido a esa exagerada exaltación del hombre, que lleva a no pocos a olvidar una verdad tan obvia, como la de que el hombre es un ser contingente y limitado en la existencia. La realidad de la vida y de la historia se encarga de hacernos constatar de modo siempre nuevo que, si hay motivos para reconocer la gran dignidad y el primado del hombre en el mundo visible, sin embargo, no hay fundamento para ver en él al absoluto, rechazando a Dios.
Leemos en la Gaudium et Spes que en el ateísmo moderno «el afán de la autonomía humanalleva a negar toda dependencia del hombre respecto de Dios. Los que profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia. Lo cual no puede conciliarse, según ellos, con el reconocimiento del Señor, autor y fin de todo, o por lo menos tal afirmación de Dios es completamente superflua. El sentido de poder que el progreso técnico actual da al hombre puede favorecer esta doctrina» (Gaudium et Spes, 20).
Efectivamente, hoy el ateísmo sistemático pone la «liberación del hombre principalmente en su liberación
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