La Alabanza Y La Adoracion
Enviado por 1mia1 • 24 de Septiembre de 2013 • 813 Palabras (4 Páginas) • 272 Visitas
LA ALABANZA:
La alabanza a Dios es, principalmente, un acto de gratitud por todo lo que Dios hace, pero más aún, porque él es digno de ella. Alabar a Dios implica un acto de reconocimiento de su grandeza y señorío, así como de lo excelso, único, admirable y grandioso que es él.
Al alabarle, proclamamos sus poderosos hechos, sus maravillas, su grandeza, su poder y su gloria. Le ensalzamos, enaltecemos, honramos, glorificamos y exaltamos con admiración y gratitud; recordamos victorias pasadas y declaramos triunfos futuros.
Cuando le alabamos, declaramos también lo que dice su Palabra acerca de él mismo: lo grande, Todopoderoso, omnipotente, misericordioso, soberano, altísimo, benevolente y clemente que él es.
Es decir, al alabarle le glorificamos por todo lo que él ha hecho, hace y hará con y por nosotros, y por toda su obra en el universo entero. Y nos gozamos con júbilo y gratitud en todo esto. Al alabarle, bendecimos a Dios por cómo es él y por lo que nos da y hace por nosotros.
Los siguientes pasajes son un claro ejemplo de alabanzas directas a Dios, y le recomiendo leerlos:
Salmos 147; 145; 138; 96; 95:1-5; 150:1,2.
Ahora bien, si tan solamente alcanzamos este punto, de alabar a Dios, podremos experimentar gran gozo y bendición, pero posiblemente no habremos llegado al nivel de un encuentro profundo con el Señor en espíritu y en verdad, como él quiere y como está buscando que le adoremos.
Esto no quiere decir que la alabanza a Dios sea superficial y carezca de profundidad. Claro que no. Lo que quiero decir es que es la alabanza es la puerta de entrada que nos conduce hacia aguas aún más profundas y hermosas con Dios: nos lleva a sumergirnos en las aguas de la adoración.
La alabanza a Dios nos va llevando o abriendo el camino hacia un punto más profundo de encuentro con él, que es la adoración al Señor.
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2. LA ADORACIÓN:
La adoración Dios implica mucho más que alabarle. Es un encuentro profundo con el Señor, con su Persona Divina. A través de este encuentro personal podemos palpar Quién es él y tomamos conciencia de quiénes somos nosotros, junto a él; así como de nuestra inmensa pequeñez e insignificancia.
Al venir ante Dios en adoración, ya no solo le exaltamos por todo lo que hace por nosotros y por todas sus maravillas y obras magníficas. Más allá de todo eso, la adoración implica exaltarle, engrandecerle POR QUIÈN ES ÉL.
Por eso, tal confrontación con la majestad divina, estando ante él en adoración, hará que nuestra adoración esté enmarcada dentro de una actitud de reverencia. Pero al adorarle así, no le veremos solamente como el excelso, Altísimo y Todopoderoso; sino también nos lleva a verle como el Dios de amor,
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