La Biblia como totalidad
Enviado por caro1560 • 21 de Abril de 2023 • Trabajo • 2.288 Palabras (10 Páginas) • 148 Visitas
INTRODUCCIÓN AL ANTIGUO TESTAMENTO I
Cuestionario 1:
LA BIBLIA COMO TOTALIDAD
La palabra Biblia, (Juan 21:25; 2ª Timoteo 4:13; Apocalipsis 20:12), es el plural de Biblión o Biblos: “libro o pergamino” (Mateo1:1). Biblos fue un puerto fenicio desde donde se importaba papiro desde Egipto, biblos llegó a significar un documento escrito sobre papiro. Un sinónimo de Biblia es Escritura (2ª Timoteo 3:16), La Palabra de Dios (Marcos 7:13), La ley y los Profetas (Hechos 13:15), el Evangelio (Marcos 1:1). Está compuesta por 2 testamentos: del latín testamentum, del hebreo berit = pacto (Jeremías 31:31; Éxodo 24:7; Hebreos 8:13) gr. diathekes o diathikis, que significa: pacto o testamento (Mateo 26:28; Marcos 14:24).
La Biblia es una biblioteca divina compuesta de 66 volúmenes, 39 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento. El tema de la Biblia es la Salvación.
En Génesis 1-11, donde tenemos un resumen de la historia humana desde Adán hasta unos 2000 años antes de Cristo, vemos la salvación necesitada.
- Desde Génesis 12 y hasta los libros históricos, vemos la salvación proyectada.
- Desde Job hasta Malaquías, vemos la salvación profetizada.
- En los evangelios encontramos la salvación obrada.
- En el libro de los Hechos, vemos la salvación compartida.
- Las epístolas nos hablan de la salvación explicada, y finalmente.
- El Apocalipsis, nos presenta la salvación consumada.
El Antiguo Testamento (Hebreos 8:13) relata los eventos que sucedieron a un pueblo real, en un periodo definido de la historia universal. Para los escritores esos eventos eran hechos poderosos, que resultaron de la intervención directa de Dios en la historia de Israel. Esa intervención divina se manifestó principalmente mediante la formulación del pacto de Dios con su pueblo.
Hay quienes piensan que no hay necesidad de estudiar el Antiguo Testamento, porque si Jesucristo vino a cumplir las demandas de la ley (Mateo 5:17-18), entonces el Nuevo Testamento ha reemplazado al Antiguo Testamento. Pero Jesús conocía bien el Antiguo Testamento y se refirió a él constantemente, porque para él y sus discípulos era la Palabra de Dios. De tal forma que como cristianos de hoy, necesitamos estudiar el Antiguo Testamento, no solo para aprender como se manifestó Dios en la historia del pueblo de Israel, sino porque también es la revelación que Dios hace de si mismo a todos los hombres, y por medio de esas Escrituras sigue hablándonos, por ser su Palabra.
I. Origen y formación del Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento no es simplemente un libro, sino que se compone de 39 libros. Representa una literatura que se extiende desde el tiempo de Moisés hasta aproximadamente 400 años antes de Cristo, o sea un periodo de más de mil años. El Antiguo Testamento fue escrito principalmente en Hebreo, aunque hay seis porciones en Arameo (Esdras 4:8 - 6,18; 7:12-26; Daniel 2:4 - 7, 28; Jeremías 10:11).
Los 39 libros del Antiguo Testamento son inspirados por Dios. Esto significa que Dios “sopló” las palabras en cada uno de los libros, (2ª Timoteo 3:16) y a través del Espíritu Santo “guió o dirigió” a cada escritor humano (2ª Pedro 1:21) para guardarlas de todo error. En el Nuevo Testamento, Jesús y los otros escritores, reconocieron su inspiración y autoridad (Mateo 23:23; Lucas 10:25-28; Gálatas 3:8; 2ª Timoteo 3:15-17; 2ª Pedro 1:20-21). El Antiguo Testamento es la revelación parcial que prepara la base para el Nuevo Testamento que es la revelación total y final (Hebreos 1:1-4; Apocalipsis 22:18-19).
II. Origen y orden de los libros del Antiguo Testamento.
Los libros del Antiguo Testamento se encuentran distribuidos en tres grupos, que al pasar el tiempo llegaron a ser considerados por los judíos como libros canónicos (gr. Kanón: caña, regla, norma; 2ª Corintios 10:13, 15; Gálatas 6:16; Filipenses 3:16) es decir, escrituras divinamente inspiradas y consideradas como norma de fe y conducta en la enseñanza religiosa. Durante varios siglos se fueron formando esos distintos grupos a medida que los diferentes libros fueron siendo declarados canónicos, y por fin en el Concilio Rabínico de Jamnia (o Jabneh en hebreo), una ciudad de Palestina, cerca del año 90 d.C., se fijo el canon del Antiguo Testamento.
Los judíos agruparon las Escrituras en 39 libros, y los dividieron en 3 partes principales: La Torah, o Libros de la Ley; Los Profetas y Los Escritos o Escrituras. Esta triple división, nos habla de 3 etapas en la formación del canon.
La Torah o ley, 400 A.C.
La palabra Torah significa ley o enseñanza, los judíos los conocían también como La Ley de Moisés. No sabemos el tiempo en que fueron escritos, pero si en el que fueron aceptados como autoridad divina, muy temprano en la historia de Israel. En los días de Esdras (440 A.C.) antes de la división entre los judíos y los samaritanos, la Ley de Moisés ya era considerada como Sagradas Escrituras (Esdras 7:6).
Los Profetas, 200 A.C.
Fue la segunda parte del Antiguo Testamento que fue reconocida con autoridad divina, llegaron a ser una colección autorizada de escritos algunos años después de Malaquías (450 A.C.). El libro apócrifo de Eclesiástico da testimonio de que en sus días, Jesús Ben Sirac, alrededor del 180 A.C. conocía bien los libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce, indicando que hacia el final del siglo III el canon profético estaba completo.
Los Escritos, 132 A.C.
Constituyen la tercera parte y pertenecen a categorías muy diversas. Los Salmos son una colección de himnos y oraciones usados en culto del templo. Proverbios y Job son escritos de sabiduría, los cinco libros: Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Esther, se conocían como rollos festivos, por ser leídos en diferentes festividades de Israel. Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas constituían los otros escritos. La fecha de aceptación de los Escritos como un cuerpo de literatura autorizado no es clara. La mayoría de ellos fueron coleccionados durante y después del exilio en Babilonia. En el prólogo del libro de Eclesiástico (132 A.C.) el nieto de Ben Sirac afirma la existencia de “otros libros”, confirmando el establecimiento del canon del A.T. hacia el final del siglo II A.C.
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