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La Rana Y La Serpiente


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2013  •  804 Palabras (4 Páginas)  •  578 Visitas

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Un bebé rana saltaba por el campo, feliz de haber dejado

de ser renacuajo, cuando se encontró con un ser muy raro que

se arrastraba por el piso. Al principio se asustó mucho, pues jamás

en su corta vida terrestre había visto un gusano tan largo y tan gordo.

Además, el ruido que hacía al meter y sacar la lengua de su boca era

como para ponerle la piel de gallina a cualquier rana. Se trataba en

verdad de un bicho raro, pero tenía, eso sí, los colores más hermosos

que el bebé rana había visto jamás. Este vistoso colorido alegró

inmensamente al bebé rana y le hizo abandonar de un momento a

otro sus temores. Fue así como se acercó y le habló.

–¡Hola! –dijo el bebé rana, con el tono de voz más natural y

selvático que encontró–. ¿Quién eres tú? ¿Qué haces arrastrándote

por el piso?

–Soy un bebé serpiente –contestó el ser, con una voz llena

de silbidos, como si el aire se le escapara sin control por entre

los dientes–. Las serpientes caminamos así.

–¿Quieres que te enseñe?

–¡Sí, sí! –exclamó el bebé rana, impulsándose hacia arriba con sus

dos larguísimas patas traseras, en señal de alegría.

El bebé serpiente le dio entonces unas cuantas clases del secreto

arte de arrastrarse por el piso, en el que ninguna rana se había

aventurado hasta entonces. Luego de un par de horas de intentos

fallidos, en los que el bebé rana tragó tierra por montones y terminó

con la cabeza clavada en el suelo y sus largas patas agitándose en el

aire, pudo por fin avanzar algunos metros, aunque de forma bastante

cómica.

–Ahora yo quiero enseñarte a saltar. ¿Te gustaría? –le preguntó

el bebé rana a su nuevo amigo.

–¡Encantado! –repuso el bebé serpiente, haciendo remolinos en

el suelo, de la emoción.

Y el bebé rana le enseñó entonces al bebé serpiente el difícil arte

de caminar saltando, en el que ninguna serpiente se había aventurado

hasta entonces. Para el bebé serpiente fue tan difícil aprender a saltar

como para el bebé rana aprender a arrastrarse por el piso. Fueron

precisas más de dos horas para que el bebé serpiente pudiera despegar

del suelo por completo su larguísimo cuerpo. Al fin lo logró, pero se

veía tan gracioso cuando se elevaba, y chapoteaba tan fuertemente

entre el barro después de cada salto, que los dos amigos no

podían menos que reírse a carcajadas.

Así pasaron toda la mañana, divirtiéndose como enanos y

burlándose amistosamente el uno del otro. Y hubieran seguido

todo el día si sus respectivos estómagos no hubieran empezado

a crujir, recordándoles

...

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