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La Vida Loca


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2012  •  529 Palabras (3 Páginas)  •  567 Visitas

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Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia

que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis

juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese

ninguna ocasión de ponerlo en duda.

El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere

posible y en cuantas requiriese su mejor solución.

El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más

simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el

conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden

naturalmente.

Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,

que llegase a estar seguro de no omitir nada.

Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia

que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis

juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese

ninguna ocasión de ponerlo en duda.

El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere

posible y en cuantas requiriese su mejor solución.

El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más

simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el

conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden

naturalmente.

Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,

que llegase a estar seguro de no omitir nada.

Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia

que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis

juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese

ninguna ocasión de ponerlo en duda.

El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere

posible y en cuantas requiriese su mejor solución.

El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más

simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el

conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden

naturalmente.

Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales,

que llegase a estar seguro de no omitir nada.

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