“Los cuatro Senderos”
Enviado por larajjfnjrk • 24 de Febrero de 2021 • Documentos de Investigación • 1.737 Palabras (7 Páginas) • 166 Visitas
-Enseñanza de orientación- Ó
“Los cuatro Senderos”
Estas enseñanzas fueron tomadas en cinta magnética en el seno de
esta Escuela.
Médium: Matilde Aricéaga de Fernández.
-IMayo 20 de 1970
Por doquiera que marches en tu vida, una siembra fecunda tienes
que realizar.
Por doquiera que transites una buena simiente, tiene que plantar,
bien sea en un predio grande o en uno pequeño.
Cualquiera que sea el sendero que tus plantas transiten, una
huella de luz, estás obligado a dejar De igual manera que por el huerto
que pases, siempre encontrarás un motivo de admiración y de
enseñanza, si es que sabes profundizar en la vasta Creación que te
rodea.
En todos los senderos que transitas, siembra de Obra y de
realización tienes que hacer, para que tu paso por la Tierra no sea inútil,
infecundo y árido. Pues por doquiera que tú vayas, puedes contemplar las
maravillas de la naturaleza que te muestra, cómo se transforma la vida,
siguiendo el canto perfecto del factor tiempo.
Aprende a VER, aprende a profundizar las múltiples lecciones que
a tu paso están, y de ello mucho podrás tomar.
Del predio árido que tus ojos contemplan no solamente asperezas
contiene ni tan sólo insectos dañinos anidan ahí. y si tú sabes profundizar
en éste, si le investigas analíticamente encontrarás la perfección de la
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vida que ahí se encuentra; la misma que antes no concebías, porque
como no viste flores ni frutos, creíste que ahí nada existía.
Igualmente pasará con el predio humano que tu semejante te
muestra; profundiza en él, estúdiale y, aprende de éste también. Porque si
tú ves que sus reacciones son terriblemente equivocadas compadécele y
bendícele en el instante en que te injuria, bendícele cuando levanta su
mano contra ti y cuando esto hagas, te darás cuenta que tú mismo te estás
transformando a costa de estos predios humanos áridos como los
desiertos. Naturalmente que la transformación tuya será tan lenta, que no
te darás cuenta de ello en forma fácil, como tampoco puedes percatarte
de la transformación de las pequeñas piedras que tus plantas pisan: o de
los cambios sucedidos en los campos en las hierbas, en la vegetación,
nada de esto tú puedes precisar en sus momentos de metamorfosis, y sin
embargo se llevan a cabo.
Así sucederá con tu propio predio, y con los predios humanos
que te rodean: éstos, son a semejanza de un pedazo de tierra árida,
seca, tierra que no fructifica, pero que, algún día se transformará por
estar alentado éste por un Ego Divino, y por ello, un día, ese predio
humano, fértil será y se cubrirá de flores y de frutos. Flores y dulces,
frutos que aún no llevas, porque tú mismo eres a semejanza de los
eriales muertos, donde solamente insectos y plagas abrevan.
Y qué desolador es el paisaje que contempla el viajero, cuando,
después de tanto transitar, encuentra, que su mirada se pierde en la
inmensidad de la distancia y no contempla ni un verde musgo, ni una
brizna de yerba y solo la aridez causada por la erosión es lo que a si
vista existe.
Qué tristeza para el viajero, que atravesando la aridez del
desierto, con la esperanza de encontrarse con la frescura de un
manantial de aguas dulces, o con el verde césped a donde pueda
descansar sus plantas, sólo a su paso encuentra la aridez de un predio
humano, más inhóspito aún, que el mismo desierto que dejara atrás.
Estos predios humanos, infecundos, en los que no germina ni la
más mínima planta pequeñita, llegará un día que se transformen,
teniendo para ello, que pasar por una metamorfosis dolorosa, que les
lleve a sacudirse desde lo más íntimo de sí mismos para que pueda
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resurgir y germinar en ellos la buena simiente de las bellas obras,
único medio plausible para la transformación de estos predios
infecundos, los que, si hicieran un propósito de enmienda al ser
convencidos que llevan sus manos vacías, ya habrían empezado su
transformación por mutuo esfuerzo.
Pero, qué triste es la vida de estos Seres que van cual espectros
deslizándose sin dejar una huella de luz; y sí, es huella de penas, de
sombras, de desastre, de sinsabores, lo que de ellos va quedando a su
paso por la Tierra, y no se dan cuenta ni aceptan, que día tras día van
hacia una trampa de arenas movedizas.
La familia humana no estaría al borde del abismo, si cada uno de
sus miembros, a semejanza del huerto bien cultivado, fuera
manifestando sus buenos frutos, madurados éstos, por la acción de los
tiempos que os hicieron comprender, que, las oportunidades, hay que
tomarlas y hacerlas vuestras, porque no sabéis si en ley os esté retomar
a la Tierra en un nuevo nacimiento. Esto, no lo sabéis, y más
probabilidades de volver tiene aquél que demostró su madurez y
cumplimiento, en cuanto al cultivo del huerto que le fue confiado; a
aquél otro, que lo descuidó y sólo los abrojos y los cardos florecieron.
Los buenos frutos están al alcance de todos el poder tenerlos,
porque cada individuo es el cultivador de su propio huerto. Como
también cada ser humano es el arquitecto de su propio destino. Y si en
el huerto de vuestra propiedad no tenéis frutos ni flores, no esperéis
que otros, vengan a cultivar lo que a vosotros toca hacer. Toca pues a
vosotros daros cuenta, qué factores son los que median y hacen falta en
éste, que, en vez de lucir plantas de aromadas flores y árboles de buen
fruto, sólo asperezas y cardos se encuentran.
Analizaos en vuestras
...