Ministerio De La Sagrada Comunion
Enviado por Geppetto • 16 de Febrero de 2014 • 4.740 Palabras (19 Páginas) • 343 Visitas
El Ministerio de la Sagrada Comunión
1. Presentación
2. La transubstanciación
3. Un Ministerio laico
4. Requisitos para ser elegible
5. Entrenamiento y formación continua
6. Duración del servicio
7. Actitud exterior e interior
8. Procedimientos
9. Ministerio a los enfermos
10. Viático
11. Fuentes consultadas
"El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitare el ultimo día" Juan 6:54
Nota: La elaboración de este trabajo han sido basada en los textos canónicos actualmente en vigor sobre esta materia, los cuales se detallan al final del mismo, así como en la Biblia de Jerusalén.
Presentación
El propósito de este estudio es el de proveer algunas observaciones y principios generales relacionados con este importante Ministerio de la Iglesia, así como una breve historia de la creación del mismo. Trata de ser una guía de ayuda para los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, definiendo el contenido de la Ley litúrgica en esta materia.
No obstante, y antes de entrar de lleno en el tema, es necesario saber que por el hecho de haber aceptado el llamado del Señor para distribuir su Cuerpo y su Sangre entre los demás hermanos, el Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión ha adquirido una gran responsabilidad ante Dios, de la cual deberemos responder cuando estemos ante su presencia.
La persona llamada a formar parte de este Ministerio debe tener siempre muy presente que el modelo único de todo ministerio es el Señor Jesús, quien vino a servir, no a ser servido. Su mandamiento de amarse los unos a los otros (Juan 13:43) fue lo que modelo su vida y su ministerio.
El Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión debe desarrollar un ministerio genuino, o sea, un servicio humilde. Debe de poner a un lado su agenda y sus necesidades personales, sus juicios y prejuicios, para poder servir a la comunidad y así dar testimonio fiel de la presencia de Cristo en la Eucaristía.
La transubstanciación
En sus dos formas, la Eucaristía es Jesucristo vivo. Mientras que la hostia es su Cuerpo, el vino es su Sangre, y en ambas se hace presente en el momento de la transubstanciación, o sea, cuando el sacerdote consagra el pan y el vino en la Santa Misa. Por ello, al recibir la comunión bajo cualquiera de las dos formas eucarísticas, estamos recibiendo a Jesucristo.
En su Encíclica Mirae Caritatis, en 1902 el Papa León XIII manifiesta que la Eucaristía contiene en una variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales. Asimismo, en el 2003, el entonces Cardenal Ratzinger y hoy Papa Benedicto XVI, nos decía que no es posible recibir la Eucaristía como un alimento privado, para después encerrarse en el propio individualismo. La Eucaristía nos une al Señor y, en este sentido, nos une entre nosotros. Es vinculante, en el sentido de que nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, cuya unidad se constituye en los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la Comunión.
Los requisitos para recibir la Sagrada Comunión son los siguientes:
• a. Ser católico: estar en comunión de fe con la Iglesia Católica.
• b. Estar en gracia: para lograrlo hay que confesar todo pecado mortal.
• c. Abstención de ingerir alimentos y bebidas desde una hora antes: sólo agua y medicinas están permitidas.
Existen numerosas referencias acerca de la Sagrada Eucaristía, de entre las cuales podemos distinguir estas dos:
1. Referencias bíblicas
Juan 6:48-58
"Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.
Discutían entre sí los judíos y decían: ¿cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo que si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitare el último día. Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él.
Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres y murieron. El que coma este pan vivirá para siempre"
Lucas 22:19-20
"Tomo luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: este es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar tomo la copa diciendo: esta copa es la nueva Alianza en mi Sangre, que se derrama por vosotros"
1ª. Corintios 10:16
"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?"
2. Referencias de los Padres de la Iglesia
San Ignacio de Antioquia (siglo I d.C.)
Fue quien por primera vez llamo por primera vez Eucaristía al Santísimo Sacramento. San Ignacio utiliza la terminología de San Juan para enseñar sobre la Eucaristía, a la que llama la Carne de Cristo, don de Dios y la medicina de la inmortalidad. Llama a Jesús pan de Dios que ha de ser comido en el altar, dentro de una única Iglesia.
San Ignacio, que denunció a los herejes que no confiesan que la Eucaristía es la Carne de Cristo, nuestro Salvador, carne que sufrió por nuestros pecados y que, en su amorosa bondad, el Padre resucito, dijo: no hallo placer en la comida de corrupción ni en los deleites de la presente vida. El pan de Dios quiero, que es la Carne de Jesucristo, de la semilla de David; su Sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible. Reuníos en una sola fe y en Jesucristo, rompiendo un solo pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir por siempre en Jesucristo.
San Agustín de Hipona (siglo IV d.C.)
San Agustín dijo: si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir "el Cuerpo de Cristo" y respondes "amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu "amén" sea también verdadero.
Un Ministerio laico
Para promover la plena participación en la consumación litúrgica, que es la Sagrada Eucaristía, el Concilio Vaticano II pide a los fieles presentes en cada Misa que se comuniquen entre ellos, no sólo
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