Mitos y leyendas del Рerú
Enviado por rafaelsanchez • 4 de Septiembre de 2012 • Trabajo • 6.769 Palabras (28 Páginas) • 507 Visitas
La Casa Matusita
La Casa Matusita es una vivienda de considerables dimensiones de dos pisos de altura. Lo curioso del relato es que al parecer sólo en el segundo piso es en donde ocurren estos supuestos hechos paranormales. Con el tiempo, sólo el primer piso ha sido ocupado por negocios o, como es en la actualidad, por una entidad bancaria, no obstante, nadie, parece atreverse a ocupar el segundo piso, y lo que lo han hecho, según los creyentes del mito, no han salido con vida o han sufrido una serie de trastornos y tormentos.
La leyenda, por llamarla de algún modo, oficial de los creyentes, señala que en esta casa vivía un señor perverso quien maltrataba y abusaba de sus dos únicos sirvientes. Un día, cuando el dueño de la casa ofrecía un almuerzo a algunos invitados, los sirvientes decidieron cobrar venganza. Cuenta la leyenda que los empleados colocaron una substancia en los alimentos, no para matar a su jefe, sino para ocasionarle trastornos mentales.
Luego de que fueron servidos los platos, los sirvientes, que esperaban en la cocina para esperar los resultados de su macabro plan, escucharon de pronto ruidos y gritos provenientes de la sala. Creyendo que todo había resultado favorablemente, los empleados acudieron rápidamente a la habitación. La imagen que vieron fue aterradora: cuerpos despedazados por doquier, sangre en las paredes, en la mesa, en el suelo. Todos los invitados, incluyendo su jefe, habían hallado en esa cena una muerte trágica, violenta y terrorífica.
En este sentido, la leyenda varía, pues otros aseguran que fueron los propios sirvientes, la mucama y el mayordomo, quienes dieron muerte a su patrón, asesinándolo y descuartizándolo con sus propias manos. Según indica esta versión, los empleados luego de su asesinato optaron por prender fuego a la casa, curiosamente, la casa nunca se quemó y los sirvientes fueron sentenciados a pasar sus vidas en un manicomio.
La Enfermera sin cabeza (Lima)
Cuenta la leyenda que hace muchos años una bella enfermera se preparaba a contraer nupcias con un joven médico, ambos trabajaban en el hospital Arzobispo Loayza, de Lima, la capital peruana. La fecha de la boda estaba cerca y el novio viajó a su ciudad natal para invitar a sus familiares.
En el trayecto ocurrió un accidente de tráfico en el cual el apuesto médico perdió la vida.
Al enterarse de la noticia la bella enfermera que se encontraba de guardia en una fría noche limeña, decidió suicidarse.
Por aquella época, el hospital se estaba implementando de nuevos pabellones, con lo cual tenía maquinaria de construcción de la época. La enfermera que trabajaba en una segunda planta decidió tirarse al vacío y así acabar con su vida; así sucedió y con tal coincidencia cayó sobre unos hierros que acababan en punta, los cuales le quitaron la cabeza literalmente. Allí quedó muerta la bella joven enfermera sin cabeza.
Pasado el tiempo, aún se le ve caminar por los pabellones de dicho hospital. Algunos pacientes juran haber sido atendidos por una enfermera de traje blanco resplandeciente y capa de terciopelo azul, cuando en realidad ahora las enfermeras en el Perú no llevan capa azul... Algunas personas dicen no haber podido verle la cara, y desde esos fenómenos se ha creado la historia de la enfermera sin cabeza... Misterio, regreso del más allá.
Teófico el pescador - El encanto (Piura)
Cuentan viejos pescadores que desde mucho tiempo atrás, del puerto de San Pedro del distrito de Pariñas - Provincia de Talara, todos los días y a muy tempranas horas de la madrugada numerosos pescadores se hacían a la mar en sus "balsillas" (pequeñas embarcaciones artesanales, confeccionadas de troncos de palillo entrelazadas con soga, una vela de tela de lona gruesa y dos remos en ambos costados que le permitían desplazarse con mayor facilidad), con la finalidad de pescar en especial peje blanco, cabrilla, y ojo de uva, por ser más apreciados por su sabor, tanto para el consumo familiar como en el mercado donde alcanzaban mejores precios y por consiguiente obtenían mejores ingresos.
Como era natural, por tratarse de una actividad riesgosa, por lo general tenían que afrontar serios problemas, pero a veces la situación se les complicaba, sobre todo cuando tenían que enfrentarse a fuertes remolinos con riesgo de perder sus vidas. Por ello a pesar de su desesperación de no poder seguir avanzado a la zona de pesca, no tenían más remedio que regresar, lamentando su mala suerte, para volver a intentarlo al día siguiente y en otras zonas.
Sin embargo, para un personaje la cosa era completamente diferente. Todos los pescadores recuerdan con asombro, la gran suerte que siempre acompañaba a un pescador llamado Teófilo, que a excepción de los demás, era el único que lograba hacer faena, pues regresaba con su pequeña balsilla cargada de pescado. Esta hazaña sin precedentes, era el tema cotidiano de los comentarios que se hacían en el pueblo.
Cuentan los pescadores que cuando salían de pesca, Teófilo sin dar razón alguna como siempre se alejaba de ellos en dirección de la zona del cerro La Capullana. Por lo general siempre se encontraba parado sobre un peñazco, dando la impresión como si se hubieran puesto de acuerdo, porque un negrito con el cordel en la mano y alzando el brazo le indicaba con gran acierto el lugar preciso donde se encontraba el banco de pescado. Por este motivo la pesca de Teófilo era exitosa y en consecuentemente retornaba al puerto con gran exactitud, a las seis de la mañana con su balsilla llena de pescado.
Comenta mucha gente que conoció a Teófilo, que esta suerte que Dios le había concedido le acompañó por muchos años, hasta que un día la noticia de que no había regresado sorprendió a todo el puerto. Según parece a causa de un gigantesco remolino que se lo llevó al fondo del mar. Otros afirman que fue el mar que se apoderó de su cuerpo. Sólo se sabe que parte de su ropa fue encontrada en el interior de una de las cuevas del cerro de La Capullana, donde el ánima de Teófilo permaneció encantado por mucho tiempo.
Refieren que un buen día sus familiares recibieron el Concejo de un curandero experto en asuntos de encantamientos, quién les planteó que la única forma de que Teófilo se libere del "encanto", era llevando un niño recién nacido y moro (sin bautizo) y dejarlo sobre una pequeña balsilla en el lugar donde se hundió el pescador. Para felicidad de sus seres queridos fue así como Teófilo logró liberarse del "encanto". Desde entonces todos
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