PARABOLA DEL PADRE
Enviado por emmanuellajo • 17 de Mayo de 2015 • 447 Palabras (2 Páginas) • 183 Visitas
PARABOLA DEL PADRE
Una noche, un buen padre está sentado en casa después de que su esposa e hijos se han ido a acostar. Siente un impulso —una impresión— de ver cómo están los niños. Se quita los zapatos y camina en silencio hasta la puerta del dormitorio; en la luz tenue que entra por la puerta, ve dos cabecitas sobre las almohadas, y frazadas que cubren a los niños que duermen profundamente.
Mientras los escucha respirar suavemente, piensa en las cosas que ocurrieron durante el día; los oye reírse mientras juegan; ve sus sonrisas cuando almuerzan al aire libre, y sus risitas cuando los encuentran dándole helado al perro. (Es más fácil ser paciente con los niños cuando están dormidos.) Mientras duermen, se pregunta qué necesitan y cómo puede ayudarlos; siente un profundo amor y una firme responsabilidad de protegerlos.
Luego se va de puntillas a otro dormitorio donde deberían estar dos de los hijos mayores; ve dos camas, pero se preocupa cuando se da cuenta de que una está vacía.
Se da vuelta y se dirige al estudio, donde, a veces, ha encontrado a esa hija que falta. La encuentra sentada allí, leyendo un libro.
“No podía dormir”, dice ella.
Él acerca una silla a su lado; hablan sobre el día que tuvo, sus amigas, sus metas y sueños. Más tarde, ella se va a acostar y el padre hace un recorrido final antes de apagar las luces e irse a la cama.
Por la mañana, el padre ayuda a su querida esposa a preparar el desayuno; en la mesa, pone un lugar para cada niño, incluso para el más pequeño, a quien le gusta dormir más. Los aromas de la cocina despiertan a los niños que aparecen corriendo en un torbellino de movimiento y algarabía.
Pero una de las sillas se encuentra vacía. El padre les pide que esperen mientras va a despertar a ese hijo que falta, y al poco rato, toda la familia disfruta junta del desayuno.
¿Qué podemos aprender de esta sencilla parábola? El padre siguió su impulso de ver si los hijos estaban bien; evaluó su relación con ellos; buscó al hijo que faltaba; todas sus acciones estuvieron motivadas simplemente por el amor. No hizo lo que hizo porque hubiese leído un manual; nadie le dio una lista de verificación; siguió los sentimientos de su corazón.
Sucede lo mismo con la obra misional. Los misioneros más eficaces siempre actúan por amor. El amor es el lubricante y la vida de la buena obra misional.
El padre de la parábola amaba a todos los hijos. Nosotros también debemos actuar por amor y ayudar a todos, no sólo a algunos. Las oportunidades vienen de varias maneras y, tristemente, algunas de esas se desperdician.
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