Salmo 27.

Salmo 27

Padre eres mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Padre eres la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

Cuando se junten contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaran y caerán. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiada.

Una cosa he demandado a ti padre mío, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de mi padre todos los días de mi vida,

Para contemplar la hermosura de mi padre, y para inquirir en su templo. Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto. Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a mi padre.

Oye, oh padre mío, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme. Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh padre mío; No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu sierva; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. Aunque mi padre biológico  y mi madre biológica me dejaran, Con todo, padre tú  me recogerás. Enséñame, oh padre mío, tu camino, Y guíame por senda de rectitud A causa de mis enemigos.

No me entregues a la voluntad de mis enemigos; Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad. Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de mi padre En la tierra de los vivientes. Aguarda a mi padre; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a mi padre.

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