Sobre los motivos
Enviado por secid96 • 22 de Octubre de 2012 • Informe • 2.261 Palabras (10 Páginas) • 335 Visitas
Sobre los motivos
Caballeros de la quinta cruzada llegan al fuerte de Damietta
Básicamente, parece que fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente, aunque se declararan con principio y objeto de recuperar Tierra Santa para los peregrinos, de los cuales los turcos selyúcidas, una vez conquistada Jerusalén, abusaban sin piedad, a diferencia de los sarracenos, que trataban a los cristianos con más respeto. Además, el emperador bizantino Alejo I solicitó protección para los cristianos de oriente al papa Urbano II, quien en el concilio de Clermont de 1095 inició la predicación de la cruzada. Al terminar su alocución con la frase del Evangelio «renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y sígueme» (Mateo 16:24), la multitud, entusiasmada, manifestó ruidosamente su aprobación con el grito Deus le volt, Dios lo quiere.1 2
Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy diversas, aunque en muchos casos se puede suponer también un verdadero fervor religioso.
Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas en cumplimiento de un solemne voto para liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana. El origen de la palabra se remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas.
[editar]Sobre el término
Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284, citado por Du Cange (s.v. crux), croisement (Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la Edad Media el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, p. ej. contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.
Las guerras que desde el siglo VIII mantuvieron los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba y que la historiografía conoce como Reconquista, continuaron de forma igualmente discontinua desde el siglo XI contra los reinos de taifas, los almorávides y los almohades. En algunas ocasiones, el Papa les otorgó la calificación de «cruzada», como sucedió con la batalla de las Navas de Tolosa (1212) o con el episodio final de la Reconquista: la Guerra de Granada (1482-1492). En el norte de Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos. El exterminio de la herejía albigense se debió a una cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin Tierra y Federico II Hohenstaufen.
Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno. Nuevamente resonó dicho término durante la primera mitad del siglo XX, utilizado por las potencias del Eje o de su círculo de influencia: la Guerra Civil Española o la invasión alemana de la URSS, recibieron tal calificativo por parte de la propaganda oficial.
Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio sólo en la Cristiandad del siglo XI al XV; suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron por la predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del Papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como exención de la jurisdicción civil, inviolabilidad de personas o tierras, etc. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la Cristiandad, las más importantes fueron las Cruzadas Orientales, que son las tratadas en este artículo.
[editar]Antecedentes
Europa y el Mediterráneo en la época de la primera Cruzada.
La dinastía selyúcida en su período de mayor extensión.
Para poder comprender qué razones tenían los dirigentes de Europa y del Oriente Próximo para tomar semejantes decisiones, debemos remontarnos a los años inmediatamente anteriores al comienzo del fenómeno cruzado y ver qué estaba sucediendo en el mundo de aquel entonces.
En torno al año 1000, Constantinopla se erigía como la ciudad más próspera y poderosa del «mundo conocido» en Occidente. Situada en una posición fácilmente defendible, en medio de las principales rutas comerciales, y con un gobierno centralizado y absoluto en la persona del Emperador, además de un ejército capaz y profesional, hacían de la ciudad y los territorios gobernados por ésta (el Imperio bizantino) una nación sin par en todo el orbe. Gracias a las acciones emprendidas por el Emperador Basilio II Bulgaroktonos, los enemigos más cercanos a sus fronteras habían sido humillados y anulados en su totalidad.
Sin embargo, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes ocuparon el trono bizantino, al tiempo que en el horizonte surgía una nueva amenaza proveniente de Asia Central. Eran los turcos, tribus nómadas que, en el transcurso de esos años, se habían convertido al islam. Una de esas tribus, los turcos selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuk), se lanzó contra el Imperio de Constantinopla. En la batalla de Manzikert, en el año 1071, el grueso del ejército imperial fue arrasado por las tropas turcas, y uno de los co-emperadores fue capturado. A raíz de esta debacle, los bizantinos debieron ceder la mayor parte de Asia Menor (hoy el núcleo de la nación turca) a los selyúcidas. Ahora había fuerzas musulmanas apostadas a escasos kilómetros de la misma Constantinopla.
Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur, hacia Siria y Palestina. Una tras otra las ciudades del Mediterráneo Oriental cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en la Ciudad Santa, Jerusalén.
Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa Occidental como a la Oriental. Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a dominar lentamente al mundo cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además, empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas.
La Primera Cruzada no supuso el primer caso de Guerra Santa entre cristianos y musulmanes inspirada por el papado. Ya durante el papado de Alejandro II, éste predicó la guerra contra el infiel musulmán en dos ocasiones. La primera ocasión fue durante la guerra de los normandos en su conquista de Sicilia, en 1061, y el segundo caso se
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