Solidaridad

Los seres humanos son seres sociables, siempre buscan companía, amistades; en otras palabras buscamos una manada. A esta manada se la puede llamar “sociedad”, en dicha comunidad existen reglas de convivencia y normas para mantener una paz duradera. En términos de ciudadanía, que es la actuación de un individuo en la sociedad en la que vive y que está sujeta a normas, leyes y deberes, la solidaridad aparece como el mejor camino para acercarse entre humanos.

Dicho esto la solidaridad se presenta como el valor que mantiene una relación muy íntima que mantiene unida a la sociedad, en términos generales, y en términos particulares, la solidaridad es el valor que permite vivir en carne propia el sufrimiento o la alegría de otro semejante. La solidaridad implica afecto: el apoyo al otro, la predisposición de hacer algo hacia los más desposeídos en todo sentido, a los que la comunidad los han marginado ya sea negándole su condición de ciudadano o de persona, la empatía hacia las personas que sufren situaciones injustas. De este modo entendemos y recalcamos que la solidaridad en efecto es un modo de acercarse a los demás y es un deber de justicia en cada uno de nosotros.

La solidaridad es un valor que no se puede olvidar ni dejar de practicar. Pues es un valor que debe expresarse de manera privada y pública. Es recomendado predicar y practicar dicho valor pues un déficit de solidaridad en nuestras vidas se revierte en una vida pública deficiente. En fin la solidaridad trasciende una vida privada, pues “el infierno está reservado para las personas que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral”. O se toman manos a la obra o no se hace nada.

Otro punto a decir es que este valor es aquel que permite a los seres humanos sentir el dolor, la alegría y la necesidad que sienten las otras personas. La solidaridad es sinónimo de humanismo, y es antónimo de individualismo. La solidaridad nos permite acercarnos más a la realidad del mundo, es el primer paso para despojarse de esa relación dependiente hacia las cosas que no necesitamos. Tal vez sea muy exagerado hablar así o hacer referencia a este valor de esta manera, pero es verdad; no hay mejor valor, después del respeto, que supere a la solidaridad.

La solidaridad sin duda es el valor más hermoso que tienen los seres humanos. Este valor permite trasmitir la enorme luz que está en nuestro interior. Esa luz que está destinada a brillar y está destinada a seguir el ejemplo de vida de un gran personaje como fue Jesucristo. Esa luz está destinada a vivir como vivió Jesús. Está destinada a brillar de tal manera que pueda conmover a los demás y pueda invitar a otros a practicar ese valor que mantiene las orejas abiertas en noches sombrías para esperar ayudar a otros que lo necesiten.

Y como para tenerlo en la mente, en este mundo que propone un ambiente en el que la globalización ha extendido los antivalores

...