Teologia
Enviado por darioandres • 22 de Octubre de 2013 • Tesis • 1.946 Palabras (8 Páginas) • 271 Visitas
RECONCILIACION
SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACION
Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen la misericordia de Dios, el perdón de los pecados cometidos contra Él y al mismo tiempo, se reconcilia con la Iglesia a las que ofendieron con sus pecados.
NOMBRE DE ESTOS SACRAMENTOS
Se denomina SACRAMENTO DE LA PENITENCIA porque consagra un proceso personal de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.
Se denomina SACRAMENTO DE LA CONFESION porque la confesión de los pecados ante el sacerdote es un elemento esencial de este sacramento.
Se denomina SACRAMENTO DEL PERDON porque Dios concede al penitente el perdón y la paz.
Se denomina SACRAMENTO DE RECONCILIACION porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: dejaos reconciliar con Dios (2co5,20).
¿Porque un sacramento de la reconciliación después de bautismo?
“habéis sido lavado, habéis sido santificado, habéis sido justificado en el nombre del señor Jesucristo y por el espíritu de nuestro Dios” (1co 6, 11).
El bautismo es un don del espíritu santo, el cuerpo y la sangre de cristo recibido como alimento nos ha hecho “santos e inmaculado ante el” como la Iglesia misma es santa e inmaculada ante él.
Porque es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel.
La penitencia interior
La penitencia interior hace referencia a la conversión del corazón. Es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con nuestro pecado con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometidos. Al mismo tiempo compre el deseo de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y en confianza de la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada también de dolor y tristeza.
Es preciso que Dios de al hombre un corazón nuevo. La conversión es primariamente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él, nuestros corazones. Dios es el que nos da la fuerza para comenzar de nuevo.
Diversas formas de penitencia
La penitencia interior puede tener expresiones muy variadas: el ayuno, la oración, la limosna. Estas expresan la conversión con relación a si misma, con relación a Dios y con relación a todos los demás para de esta manera obtener el perdón de los pecados mediante el esfuerzo realizado para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia la preocupación por la salvación del prójimo, práctica de caridad.
La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia de los derechos por el reconocimiento de nuestra falta ante nuestros hermanos, la revisión de la vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia.
Solo Dios perdona el pecado
Teniendo en cuenta que el pecado es una ofensa a Dios, ruptura de la comunión con el. Al mismo tiempo atenta con la comunión con la Iglesia; por eso es que la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia que es lo que expresa el sacramento de reconciliación.
Solo Dios es el perdona el pecado porque Jesús es el hijo de Dios y dice así mismo: ”el hijo del hombre tiene el poder de perdonar los pecados de la tierra” (Mr 2, 10).
Cristo quiso que toda su Iglesia tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón, así confió en el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico. El apóstol es enviado en nombre de Cristo en donde a través de él suplica “dejaos reconciliar con Dios” 2cor 5, 20.
Reconciliación con la iglesia
Durante la vida pública Jesús no solo perdono los pecados, también manifestó los efectos de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de dios, de donde el pecado los había alejado. Jesus admite a los pecadores a su mesa como él también se sienta en la mesa de los pecadores.
Al hacer partícipe a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. En donde establece “A ti te daré las llaves del Reino de los cielos y lo que ates en la tierra quedara atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedara desatados en los cielos” Mt 16,19.
Las palabras atar y desatar significan: a quien se excluya de nuestra comunión será excluido de la comunión con Dios, aquel quien reciba nuestra comunión, Dios los acogerá también en la suya. La reconciliación con la iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.
El sacramento del perdón
El sacramento de la penitencia ofrece a estos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación. Los padres de las iglesias presentan este sacramento como la segunda salvación después de la perdida de la gracia.
A lo largo de los siglos la reconciliación de los cristianos que habían cometido pecados graves después de su bautismo estaban vinculados a una disciplina rigurosa, en donde los penitentes debían hacer penitencia pública por su pecado durante largos años.
La confesión de los pecados
La confesión de los pecados, desde el punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. El hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable, asume su responsabilidad, se abre de nuevo a dios y a la comunión de la iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.
La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de penitencia: en la confesión los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales incluso si estos pecados son muy concretos y si han sido
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