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ANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES SOCIOLÓGICAS Y DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA MODERNA


Enviado por   •  1 de Mayo de 2014  •  Tesis  •  2.588 Palabras (11 Páginas)  •  326 Visitas

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2. ANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES SOCIOLÓGICAS Y DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA MODERNA

Todas las ideas expuestas por Michel Foucault sobre la política penal y la criminal responden a conceptos sociológicos y de la filosofía política moderna claros; así se puede comprender la función socializadora de la pena, la incursión de grupos de presión en la ejecución de la pena dentro del modelo monárquico, para evitar que se lleve a cabo; entre otras precisiones que a continuación exponemos.

2.1. El pueblo se puede convertir en un grupo de presión, en la ejecución de la pena en el Derecho penal clásico, porque al verse compadecido del dolor del supliciado, y sentirse solidarizado con aquel que representa el ejercicio de una fuerza desmesurada que lo asecha, actúa en contra del poder del rey: “el pueblo atraído a un espectáculo dispuesto para aterrorizarlo puede precipitar su rechazo del poder punitivo, y a veces su rebelión””[5]. Los papeles se invierten en este caso, y lo que es un ceremonial para mostrar con esplendor la magnificencia del soberano, se convierte en una manifestación del poder de la multitud que arranca al condenado de las manos del verdugo, cuando considera que el castigo ha sido injusto, e inclusive castiga al ejecutor de la atrocidad por su injusticia.

La multitud pasa a convertirse en un grupo de interés, reunido no sólo para espectar la condena en el cadalso, sino con el fin de terminar con una injusticia. Pronto se convierte además en un grupo de presión que hace cambiar la decisión de los poderes del soberano y obtiene a la fuerza el perdón del condenado.

Estos grupos de presión se pueden agolpar por diferentes motivos, entre los que Foucault señala: la agitación producida por la diferencia de las penas para las clases sociales, y la agitación contra las penas demasiado graves aplicadas a delitos frecuentes, considerados de poca importancia, o delitos vinculados a las condiciones de las clases sociales.

De esta manera el grupo de presión influye en una de las causas por las que el suplicio es visto como una pena ineficaz, ya que si bien está dirigido a producir temor en quienes lo observan, la agitación popular hace que éste se vuelva en una fuerza que puede derivar en rebelión, infundiendo fuerza en el monarca que se ve compelido a perdonar.

Además, como ya explicamos, el suplicio se dirige a hacer una prevención general del delito mediante el terror en los súbditos de un monarca; sin embargo, el terror de los suplicios encendía “de hecho focos de ilegalismo: los días de ejecución se interrumpía el trabajo, se llenaban las tabernas, se insultaba al gobierno, se lanzaban injurias y hasta piedras al verdugo (…) suscitábanse riñas, y los ladrones no encontraban ocasiones mejores que las deparadas por el bullicio y la curiosidad en torno al cadalso.””[6]

2.2. La pena marca el estrato al que pertenece el condenado, pues ella depende de su clase económica, su status social y su poder. Así la pena de decapitación era la pena de la nobleza, pero la de los suplicios más inhumanos la del condenado común.

2.3. La pena busca socializar, pues con ella se demuestra una configuración de las conductas correctas y de las incorrectas, es decir la conducta y su resultado; así como las conductas que un modelo (la persona que vive en una sociedad) deben seguir: el buen ciudadano que cumple un pacto social. Es así que la pena busca reparar el daño que el delito hace a la sociedad, y el “daño que hace un crimen al cuerpo social es el desorden que introduce en él: el escándalo que suscita, el ejemplo que da, la incitación a repetirlo si no ha sido castigado, la posibilidad de generalización que lleva en sí”[7], tanto bajo las concepciones del modelo monárquico en el que la afrenta es una contradicción a la voluntad del monarca expresada en la Ley, como cuando esa voluntad es la manifestación de un pueblo, en los modelos semiótico y de la prisión.

En la sociedad contemporánea el castigo debería aconsejar la conducta contraria que preconiza el delito, hacer una socialización secundaria por el que se aprenda las conductas que desempeña el buen ciudadano, y por consiguiente subsanar las consecuencias del delito, dentro de un límite que sólo permite hacerlo hasta impedir la repetición de la conducta, pues según el pensamiento de los reformadores sólo la pena que lo logra es útil. Sin embargo, con el acogimiento de la prisión como pena única secreta e invisible, esto no se logra en las personas que no la sufren sino únicamente en el condenado que observa un acontecimiento objetivo y luego de interpretarlo internaliza un significado, socializándose.

La semiótica de la pena tiene un rol fundamental en la socialización que ella desempeña. Esta semiótica presentada por el poder, en tanto utiliza un mecanismo de las fuerzas, para disminuir el atractivo de la comisión del delito, con un desagrado u obstáculo que deviene natural e indefectiblemente a esa conducta, hace que en la psiquis de las personas estos dos conceptos se asocien y el delito se vuelva la representación de la pena, y viceversa. Esto para que se haga una prevención general del delito, de una manera púdica sin el escándalo del modelo monárquico, pues lo que se busca es “un juego de representaciones y de signos circulando con discreción pero necesidad y evidencia en el ánimo de todos” [8], es decir “que los castigos sean una escuela antes que una fiesta”. Estos símbolos buscan además reanimar un interés virtuoso en el delincuente, haciéndole aprender de nuevo ese interés: “El sentimiento de respeto a la propiedad (…) lo ha perdido el malhechor cuando roba, calumnia, secuestra o mata. Es preciso, por lo tanto, hacérselo aprender de nuevo” [9].

Además la pena no solo busca incorporar el en delincuente la virtud del respeto al derecho ajeno, sino cesar las causas que provocan la criminalidad; de esta forma, bajo el concepto de esta ortopedia del criminal, el mismo Foucault al hablar sobre los modelos de prisiones, destaca el papel desarrollado en la prisión de Gante, donde luego de haber observado que la causa general de los delitos es la ociosidad y la mendicidad, se ha desarrollado esta institución disciplinaria donde se de una “pedagogía universal del trabajo” con la que se constituya en la persona del delincuente la afición al trabajo, pero siempre bajo el concepto de una semiótica que le refiera que la pereza es más perjudicial que el trabajo. De esta manera se devuelve al condenado a un rol, al del homo oeconomicus[10].

Foucault, al hablar sobre el modelo de la semiótica, dice como es aconsejable que la significación entre delito y pena sea tal que se establezca toda una parafernalia

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