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Bella ciudad


Enviado por   •  7 de Mayo de 2013  •  Ensayo  •  797 Palabras (4 Páginas)  •  343 Visitas

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Había llegado ya la hora del regreso a la ciudad patria. Rama, acompañado de su esposa Sita y de su hermano Laksmana, se puso en camino. Entretanto varios mensajeros habían partido, ligeros cual gacelas, en dirección a Ayodia, para notificar al hermano y al pueblo la nueva del triunfo obtenido por el ascético príncipe sobre el rey de los demonios.

Al saber tales nuevas Barata, el hermano leal y justiciero, estaba lleno de alegría.

Y de esta forma se expresó, con palabras en las que resaltaba el júbilo:

–Que nuestra bella ciudad sea engalanada como nunca jamás lo fue. En todas las torres y templos haced tremolar banderas y gallardetes. Las mujeres adornen sus casas, limpiándolas y llenándolas de flores que embalsamen el aire. Las calles sean regadas y sembradas de flores, y los altares de los templos se vean llenos de presentes y ofrendas valiosas. Los trovadores y recitadores de las antiguas crónicas sagradas, junto con las mujeres de melodiosas voces y los músicos más entendidos, entonen los dulces cánticos del amor. Las reinas y los cortesanos, adornados con sus vestidos más espléndidos y cargados de preciosas joyas, procurarán mostrarse lo más alegres posible. Los caudillos y belicosos guerreros formarán con sus tropas a lo largo del camino de Ayodita, hasta donde pueda llegarse con la vista, y que los santos brahmanes, todos vestidos de blanco, entonen los mantras sagrados y los antiguos himnos de victoria. ¡Que no haya nadie que, con su presencia o sus actos, deje de rendir homenaje a nuestro rey!

Enorme era la agitación de aquella ciudad al adornarse para recibir a su amado monarca. Grandiosos elefantes, cuyos arreos eran de oro, llevaban sobre sus lomos a guerreros y caudillos notables. Cruzándose con éstos, carrozas y carros entorpecían las calles, y las tropas marciales, con banderas desplegadas y tambores resonantes , marchaban en dirección al Sarayú.

En lujosas literas doradas las reinas y sus doncellas iban rodeadas de enorme escolta. Sacerdotes y brahmanes, caudillos y cortesanos, las seguían con guirnaldas y ánforas de agua olorosa.

Y en medio de sus ministros y heraldos Barata, el hermano fiel, llevaba en sus manos las sandalias de Rama. Iba vestido de blanco, y blancas también eran las guirnaldas que llevaba, así como la sombrilla y el enorme abanico de cola de yak.

He aquí que, montado en carroza alada, tirada por cisnes como la nieve, llegó Rama, y diez mil voces se elevaron al cielo entonando, con inmensa alegría, el nombre de su rey. Las mujeres con sus saludos amorosos, los niños con voces llenas de bullicio y travesura, los viejos con acentos temblorosos, nadie dejó de saludar a los que llegaban en la alada carroza. Desde la altura de su elefante blanco, Barata levantó sus ojos hacia Rama, Sita y Laksmana, procurando que su voz se alzara sobre las demás.

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