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El Estado y la Globalización


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2011  •  Monografía  •  1.651 Palabras (7 Páginas)  •  483 Visitas

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El Estado y la Globalización

Cuando se habla del Estado aún autónomo e independiente, creemos que se habla de una falacia, y ese fenómeno no es responsabilidad de la globalización. Si bien es cierto, el Estado es quien norma, regula y fija la mayor parte de las acciones de sus ciudadanos, también es cierto que la dependencia multilateral en distintos sectores de gobierno, la perdida de autonomía y dependencia, y el reemplazo del poder de negociación de los países por el poder de los bloques es un fenómeno resultante de la postguerra más que de la globalización.La globalización es, en si misma, un fenómeno económico y de desarrollo que abarca la mayor parte del mundo; y en ese hecho radica ,a nuestro juicio, un hecho elemental que no se toma en cuanta a la hora de discutir las consecuencias de la globalización: la globalización es el principal fenómeno que forma parte actual de nuestras culturas y en no querer reconocerlo así se encuentra el meollo del problema.

Cuando se habla de pueblos o minorías que protestan por su “perdida de identidad” y por que su cultura se esta perdiendo no deja de ser bajo la percepción de víctimas. Acaso no seria peor renegar de la evolución normal y pretender negar una cultura y unos valores que se han establecido de manera integral. Cuando aquellos reclaman es porque su identidad se ha visto dañada por un fenómeno mundial, sin embargo para llevar adelante estas protestas también se usan los instrumentos inherentes al proceso que tanto critican, y es que detrás de esas demandas se encuentra el resentimiento y la no aceptación de una transmutación valorica, comunicacional, económica, política, cultural y social.

Esta transmutación no es más que un fenómeno que lleva el desarrollo hacia antes no lo había; hay quienes tienen dudas respecto al particular, sin embargo, como lo plantean filósofos y pensadores progresistas de la altura de Giddens, los costos de no entrar al proceso son mucho más grandes que los costos de entrar. En esto, nosotros vemos que al entrar al proceso globalizador no se pierde, se cambia hacia un estadio más adelante; por otra parte cuando no se entra, se pierde todo lo que los otros ganan y al visualizar este hecho sale a flote el resentimiento propio de quien no puede conseguir lo que los demás obtienen.

La labor del Estado en esta materia debería ser la de asegurar un desarrollo para todos, y bajo esa premisa no cabe otra acción que no sea la de aceptar e integrarse al proceso globalizador, de lo contrario no se concibe un desarrollo integral; además, no es posible llevar a cabo un programa de gobierno para cada sector de la sociedad, ni mucho menos aceptar caprichos de unos pocos que atentan contra el desarrollo de todos.

Lamentablemente, quien plantea con más fuerza las ideas de desarrollo es percibido como el victimario de quienes protestan en contra de estos procesos, bajo pretexto de estar acabando con la cultura, las costumbres y las identidades. Quizá sea un fenómeno propio de los resabios valoricos que quedan de un mundo pasado y que se niegan a aceptar esta transmutación valorica en donde la solidaridad dio paso a la competencia, la lastima dio paso a los resultados y en donde la moral antigua aparece como invertida a la de hoy.

Este fenómeno queda perfectamente ejemplificado en la concepción de familia, pues aún existen concepciones anacrónicas que no conciben a la familia sin un matrimonio, mientras que los valores actuales nos dicen que la familia no se constituye bajo un contrato jurídico sino más bien mediante el amor y las relaciones funcionales de sus miembros. Este cambio paradigmatico aún no se acepta porque aun se vive en una etapa de incertidumbre valorica que culmina con el actual escenario, muchos grupos propugnando muchas cosas, que tienen como consecuencia muchos problemas que actúan como obstaculizadores frente a los potenciales de desarrollo que los nuevos valores, y que con ello, nos brinda la nueva cultura; y la globalización es una fiel representante de esta nueva cultura.

Es notorio que hemos dejado un poco de lado al Estado en este análisis, pero consideramos que su labor no debe ser más que promover el desarrollo de acuerdo a los tiempos actuales y de acuerdo a los valores predominantes; en ese sentido, la agenda que el mismo Estado formula no puede ir en contra de este objetivo primordial, el desarrollo.

La identidad debe ser protegida por el Estado, pero primero debe preocuparse de que identidad es la que se desea proteger. ¿Cuál era la identidad de la Iglesia Católica en la época de las cruzadas o de la inquisición?, el pretexto de “defender la identidad” tiene valía propia para articular la agenda del Estado en torno a ella, creemos que no. El argumento cultural tampoco es valido, o por lo menos no lo será mientras no se reconozca a la globalización, a la competencia y a la exigencia de resultados como parte de nuestra cultura, o acaso nuestra cultura es jugar “chueca” y asistir a “nguillatum” porque nuestros antepasados lo hicieron.

Permítanos decir que estos planteamientos

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