En Algún Lugar De Mi Alma
Enviado por derfaz • 23 de Marzo de 2013 • 858 Palabras (4 Páginas) • 344 Visitas
sexo, drogas, rock & roll y mucha salsa en esa Cali de los años setenta que nos describre en una prosa energética el para siempre joven escritor caleño Andrés Caicedo. Cuenta la historia de María del Carmen Huerta, una "niña bien", hija de un fotografo de la alta sociedad de Cali. La pequeña niña pronto se da cuenta de lo miserable que puede ser la vida burguesa de la "buena sociedad", pacata y aburrida, moralista y obsoleta, y se lanza a la conquista de la calle, del mundo verde que la rodea y que entonces bota candela como un volcán. Anda con un grupo de marxistas, que en esa época pululaban no sólo en Cali, sino también en Bogotá, mechudos, con mochila al hombro se reunían a leer El Capital. Pero la niña se aburría y se iba en busca de emociones más puras. Aparece entonces el mundo psicodélico del Rock, importado por los hijos de papi y mami que podían ir, dizque a estudiar, a los United States y llegaban vestidos como pandilleros, con los ojos perdidos en una nube de ensoñaciones. Se dieron en probar cuanta cosa encontraron para transgredir la consciencia: pepas, perico, ácidos, crack, marihuana, que no puede faltar, y los deliciosos hongos alucinógenos, que salían de
la tierra como niños en domingo. Se encerraban en una casa a escuchar a los Rolling Stones y a meter y fumar hasta que terminaban vueltos ******, tirados en el piso sin saber de quién eran hijos, pero habiendo hablado de todo lo que se podía hablar sobre la vida y el Rock. Verdaderos eruditos de la música y el cine, reconocían al instante el sonido de Keith Richards y sabían el motivo de sus disputas con Mick Jagger y todo lo demás, todo lo que había que saber y aprender antes de cumplir venticinco años y suicidarse de alguna forma, porque vergüenza daba llegar a los años fofos y alienados de la vejez. Entonces esta reina de la noche, esta maga de los sueños caleños, se les abría a los rockeros y se iba a los barrios bajos, a donde los pobres, a confundirse con los sonidos de una salsa que ponía patas arriba las emociones de los caleños. Richie Ray y Bobby Cruz:
"Agúzate, que te están velando" cantaba la niña, que ya sabía que lo suyo era la rumba y nada más que la rumba, y que todo lo demás era lujo y vanidad. Y recorrió la niña los parajes de su tierra virgen, alucinándose con cualquier loco que encontraba por el camino y que apenas si podía seguir el ritmo de la niña. "
¡Que viva la música!" es un sueño que se vive rápido, sin mente, sin reflexión. ¿Tendrías el valor de entregarte al mundo de la sin razón? Nos pregunta la niña. Cuando Andrés Caicedo, de 25 años, recibió de una editorial argentina las primeras copias de su novela, comprendió que su legado a la posteridad estaba listo y se tomó sesenta pastillas de seconal para dejar ¡por fin! este mundo estúpido y perezoso.
Fue su obra cumbre, la más importante y reconocida
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