Eros Electronico
Enviado por kharlalv • 28 de Febrero de 2013 • 1.969 Palabras (8 Páginas) • 849 Visitas
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Confieso que comienza a cansarme el debate libro electrónico versus libro tradicional, y supongo que comienza a cansarme por la sencilla razón de que estamos hablando de dos cosas (o productos si se quiere) diferentes. Sobre todo me cansa -y me parece terriblemente obtuso-, el hecho de que dicho debate se plantee en términos extremistas basados en el postulado de que el nuevo formato puede o debe llevar necesariamente a la extinción del libro en papel. En este punto, quiero resaltar que lo de querer dar por muerto al libro no es algo nuevo sino que los primeros intentos se remontan a comienzos del siglo XIX. Puedo llegar a entender que el debate, planteado de esa forma maniqueísta, genere más morbo por aquello de su carácter apocalíptico y de confrontación. Considero, por el contrario, acertado y necesario reflexionar acerca de cómo el nuevo formato va a afectar y está afectando al sector del libro en general, y el modo en que el libro tradicional debe adaptarse o renovarse para sobrevivir en un entorno tecnológico nuevo y cambiante, aunque no necesariamente hostil. Eso sí, todos los agentes implicados en el sector del libro, editores, escritores, críticos y lectores, deben reciclarse e introducir algunos cambios en su clásico modus operandi.
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Resulta más que evidente que algo está pasando y tratar de darle la espalda resulta contraproducente. A título anecdótico, diré que el pasado fin de semana estuve dando un paseo por Nerja; sí, el municipio malagueño donde se rodó la mítica serie de televisión Verano azul y pude comprobar cómo las calles por las que antaño corrían sus aventuras y desventuras Pancho, Javi, Tito, Piraña, Desi y Bea, se habían convertido en una especie de asilo al aire libre que albergaba a cientos de ancianos provenientes de diferentes puntos de Europa. Pues bien, casi todos estaban en el paseo marítimo tostándose al sol y leyendo. Lo que más llamó mi atención fue comprobar, a pesar de que debo confesar que no empleé una metodología rigurosamente científica, que el número de ancianos que leía empleando pantallas de visualización de datos era prácticamente el mismo que leía en papel. Esta pequeña estadística que efectué a ojo de buen cubero, es más significativa si cabe si tenemos en cuenta el hecho de que hablamos de ancianos que, por regla general (aunque admitamos que fuera son más modernos) no están familiarizados con el uso de las nuevas tecnologías o que, aun habiéndolo estado en sus últimos años por motivos laborales, nacieron en un mundo en el que las computadoras solamente existían dentro de las películas de ciencia ficción. Por lo tanto, parece evidente que la introducción del nuevo formato es ya una realidad y está siendo bien recibido por individuos de edades y perfiles dispares. Otra cuestión susceptible de análisis sería el hecho de que el mercado capitalista fomenta inteligente y agresivamente la venta del nuevo aparato lo cual facilita su implantación. Cosa bien distinta, es el uso que luego cada usuario haga del mismo.
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Básicamente, y empleando una visión premeditadamente caricaturesca (quizá para situarme, aunque sea momentáneamente, a la altura de aquellos que plantean el debate en términos de guerra a muerte entre ambos formatos), diría que hay dos bandos; por un lado estarían los que ven con buenos ojos la llegada del libro electrónico pero que, paradójicamente, no leen nunca y no van a leer aunque, a partir de ahora, puedan llevar la biblioteca de Londres en la mochila, y luego están los que sistemáticamente satanizan todo lo que tenga que ver con las nuevas tecnologías, siendo grandes amantes de la lectura, pero sin ni tan siquiera detenerse a informarse un poco acerca de las posibles bondades y ventajas que este nuevo aparato trae aparejadas. En un punto intermedio, estarían aquellos que, como yo, entendemos que la llegada de un nuevo y sofisticado soporte de lectura, no supone ninguna amenaza, sino que suma y no resta.
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Siempre suelo comentar que no tengo todos los libros que han publicado los escritores que más me gustan. Suelo comentar que tengo dos libros de Louis-Ferdinand Céline, tres o cuatro de Franz Kafka, dos de William Somerset Maugham, pero el resto de títulos que publicaron no, bien porque no he encontrado las ediciones en papel correspondientes, o por una simple cuestión de espacio físico o, por qué no admitirlo, de dinero. Ahora, gracias al nuevo formato, podré tener todos esos libros que no tenía físicamente y podré acceder a la lectura de los mismos cómodamente. Por otra parte, está la problemática de los títulos descatalogados. ¿Cuántos libros han desaparecido de las librerías porque, a pesar de su indudable calidad, no se han reeditado debido a que no era comercialmente viable? Pues bien, con la llegada del nuevo formato, olvídense del concepto de descatalogación. Y ni qué decir tiene el hecho de que se pueden publicar decenas de tesis doctorales interesantes cuya publicación no era viable. Y también está el privilegio de poder tener bien organizados cientos de ejemplares de tus revistas favoritas, así como poder saltar de un título a otro sin levantarte de la silla y poder incluso subrayar e introducir cómodamente notas sin el remordimiento que a veces sentíamos al hacerlo sobre una hoja de papel que, de algún modo, quedaba violada y dañada para siempre. En fin, que, como puede comprobarse, como amante de la literatura, me emociono ante las infinitas posibilidades que el libro electrónico ha abierto y que yo he empezado a experimentar y a disfrutar en la práctica hace relativamente poco tiempo. Pero también como amante de la lectura, no concibo un mundo en el que no existan los libros de siempre.
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Por tanto, vuelvo al principio e insisto en el hecho de que no tiene sentido hablar de muerte
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