Extrapolación Y Otros Cuentos
Enviado por panchotera • 31 de Agosto de 2013 • 46.432 Palabras (186 Páginas) • 282 Visitas
Extrapolación y Otros Cuentos
Theodore Sturgeon
Contenido
Extrapolación
Los Riesgos de la Sinergia
El Corazón
Los Íncubos del Paralelo X
Extrapolación
Éste podría ser llamado un cuento «olvidado» en el sentido que, a través de los años, ha sido pasado por alto por los antologistas y, sin embargo (lo dicen autoridades idóneas), es una de mis obras mayores. Sé que cuando lo exhumé para este volumen y lo leí, concluí con auténticas lágrimas (increíble) en los ojos. Dejé que lo viera Groff Conklin (un buen editor) y confesó que lo hizo llorar. Fue Howard Browne quien compró esta historia y recuerdo repentinamente las circunstancias, porque fue la única ocasión que me ha ocurrido una cosa así en mi vida. Entré con ella y dije: «Mira, Howard, agradecería que me informaras pronto respecto a esto, porque...» Me interrumpió: «¿Estás en un apuro? Aguarda un instante. —Tomó el teléfono y preguntó—: ¿Departamento de contabilidad? —y después me preguntó—: ¿Qué extensión tiene? —Se lo dije. Howard miró al cielo raso por un instante, calculando, y luego ordenó por el teléfono—: Envíen a mi oficina un cheque para Theodore Sturgeon por (mencionó una cifra) en pago de un relato llamado Extrapolación». «¡Pero Howard! —exclamé—, ¡ni siquiera lo has leído todavía!» Encogió sus hombros de oso kodiak. «No necesito leerlo y tú lo sabes».
Difícilmente lo hacen así todavía.
* * *
—Léalo usted misma —dijo el mayor.
Ella tomó el haz de copias de su mano y por un instante fijó en él esa extraña mirada seca. «La mujer está aturdida», pensó e hizo lo que pudo para apartar los otros dos recuerdos que tenía de ojos como ésos: un gorrión herido que había muerto en su mano; su sobrina de cuatro años, cuando la abofeteó, y el largo momento insoportable entre el impacto y sus lágrimas.
La señora Reger leyó lenta y cuidadosamente. Su cara dormía. Sus ojos reflejaban y no transmitían. Sus manos largas fueron más vulnerables. El mayor oyó el murmullo del papel de copia; luego apoyó el dorso de sus dedos sobre el mantel. Cuando terminó al fin, puso el informe otra vez sobre la mesa, suave, muy suavemente, como si pudiera romperse. Permanecieron mirando el informe y su sello azul: SECRETO RIGUROSO. Al fin dijo:
—Es la cosa más sucia que ha hecho nunca un ser humano.
Después, su boca volvió a dormir.
—Me alegra que esté de acuerdo —replicó él—. Temía que... —y entonces, la mujer estaba mirándolo otra vez y no pudo seguir.
—Creo que no lo entiendo —rectificó sin entonación—. Se refiere al informe. Pensé que se refería a Wolf Reger.
—Eso era lo que temía —explicó el mayor.
La señora miró el informe.
—Wolf no es así. Wolf puede ser muchas cosas..., cosas que son difíciles de comprender. Pero no es un traidor —el mayor vio levantarse su cara y volvió la cabeza, para evitar esos ojos lastimados—. Creo —dijo serenamente— que es mejor que se vaya y se lleve esas mentiras.
Él hizo un movimiento hacia el informe.
—Señora Reger —gritó de pronto—, ¿piensa que estoy disfrutando de esto? ¿Cree que me ofrecí para esta misión?
—No había pensado respecto a usted en absoluto.
—Inténtelo —sugirió él con amargura. Añadió—: Lo siento. Toda esta cosa... —se dominó—. Quisiera poder creerle. Pero tenemos que entender que un hombre murió para hacer ese informe y hacerlo llegar a nosotros. No tenemos otra alternativa que tomarlo como verdad y actuar consecuentemente. ¿Qué otra cosa podemos hacer?
—Haga lo que quiera. Pero no me pida que crea falsedades respecto a mi esposo.
Al observarla, sintió que si perdía ese control magnífico, sería más de lo que podía soportar él. «Dios —pensó—, ¿dónde halló una rata como Reger una mujer así?» Con tanta suavidad como pudo, dijo:
—Está bien, señora Reger. No necesita creerlo... ¿Puedo decirle exactamente cuál es mi misión?
Ella no respondió.
—Fui comisionado para obtener de usted todo lo que pueda tener alguna relación con... este informe —señaló—. Que lo crea o no, es indiferente. Tal vez si me dice lo suficiente respecto al hombre, no lo creeré. Quizá —agregó, sabiendo que su voz carecía de convicción— podamos absolverlo. ¿No le agradaría ayudar a limpiar su nombre?
—Él no lo necesita —contestó ella impacientemente. Después, cuando el mayor emitió un sonido débil, exasperado, dijo—: Lo ayudaré. ¿Qué quiere saber?
Todo el alivio, toda la gratitud y todo el desagrado hacia esa clase de trabajo, estaban en su voz.
—Todo. ¿Por qué podría hacer algo así? —y añadió rápidamente—: O por qué no lo haría.
Ella le habló de Wolf Reger, el hombre más odiado en la Tierra.
* * *
«Cuídate de la cólera de un hombre paciente.»
Wolf Reger tenía tantos talentos, que era imposible enumerarlos. Con ellos, tenía dos características que eran extremas. Una era el desamparo. La otra, una furia explosiva que atacaba sin aviso aun al mismo Reger.
Su desamparo emanaba de su exceso de habilidad. Cuando lo obstaculizaban, era demasiado fácil para él destacar en algún otro aspecto. Era difícil hacer que se preocupara mucho por nada. Lo robaran, lo rechazaran, se aprovecharan de él..., eso no importaba. En un día o una semana podía encontrar algo mejor. Por esto era robado y rechazado, y se aprovechaban de él.
Su furia era su único terror. Cuando tenía ocho años, estaba persiguiendo a otro niño..., era divertido; corrían, reían y serpenteaban por la gran casa del niño. Y en el mismo apogeo de la hilaridad, el otro pequeño salió y cerró la puerta francesa en la cara de Wolf y permaneció sonriendo a través del vidrio. Wolf golpeó instantáneamente el vidrio con el puño. El vidrio de doble grueso se rompió. Wolf se cortó dos tendones y una arteria de la muñeca, y el otro niño cayó jadeando, con la sangre de su carótida manando entre sus dedos impotentes. El niño se salvó, pero el efecto para Wolf fue peor que si hubiera muerto. Su rabia había durado quizá tres microsegundos y, cuando desapareció, lo hizo por completo. Difícilmente podría llamarse locura a una cosa tan breve..., ni siquiera ceguera. Pero dejó al niño con una convicción profunda del hecho que un día este relámpago atacaría y se desvanecería y él se hallaría mirando un cadáver.
Nunca volvió a correr y a gritar. Vivió cada momento de los cuatro años siguientes bajo la presión
...