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Manual Teorico Practico De Visual Fox Pro


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2012  •  18.654 Palabras (75 Páginas)  •  797 Visitas

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Poder Por La Oración

Por E. M. Bounds

Al ser escrito más de 100 años atrás, este libro se encuentra libre de derechos reservados por el autor.

Sírvase copiarlo si le es útil en su ministerio. http://literaturabautista.com/estudios/oracion.htm

Índice

1. El hombre, instrumento del Espíritu

2. La letra mata, mas el Espíritu vivifica

3. Sermones que matan

4. La oración determina la predicación

5. La primacía de la oración

6. El ministerio fructífero

7. El secreto de la vida de oración

8. Valor para orar

9. El primer deber

10. La oración, creadora de devoción

11. Una vida de oración

12. El alma de la predicación

13. La unción y la predicación

14. La unción y la oración

15. Orad sin cesar

16. La dinámica espiritual

17. Perseverancia en la oración

18. Hombres de oración

El descanso para el ministro debe ser como la maquina de afilar para la hoz: que se usa solamente

cuando es necesario para el trabajo. ¿Puede un médico durante una epidemia descansar más de lo

indispensable para su salud mientras los pacientes están esperando su ayuda en casos de vida o muerte?

¿Puede el cristiano contemplar a los pecadores en las agonías de la muerte, y decir: "Dios no me pide

que me afane por salvarlos?" ¿Es esta la luz de la compasión ministerial y cristiana o más bien hablan la

pereza sensual o la crueldad diabólica?

Richard Baxter

1. El hombre, instrumento del Espíritu

Busca la santidad en todos los detalles de tu vida. Toda tu eficiencia depende de esto, porque tu sermón

dura solamente una o dos horas pero tu vida predica toda la semana. Si Satanás logra hacerte un

ministro codicioso, amante de las adulaciones, del placer, de la buena mesa, habrá echado a perder tu

ministerio. Entrégate a la oración para que tus textos, tus oraciones y tus palabras vengan de Dios.

Lutero pasaba en oración las mejores tres horas del día.

Robert Murray McChceyne

Constantemente nuestra ansiedad llega a la tensión, para delinear nuevos métodos,

nuevos planes, nuevas organizaciones para el avance de la iglesia y para la propagación

eficaz del evangelio. Esta tendencia nos hace perder de vista al hombre, diluyéndolo

en el plan u organización. El designio de Dios, en cambio, consiste en usar al hombre,

obtener de él más que de ninguna otra cosa. El método de Dios se concreta en los

hombres. La iglesia busca mejores sistemas; Dios busca mejores hombres. "Hubo un

hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan". La dispensación que anunció y

preparó el camino para Cristo estaba ligada al hombre Juan. "Niño nos es nacido, hijo

nos es dado." La salvación del mundo proviene de este hijo del pesebre. Cuando

Pablo recomienda el carácter personal de los hombres que arraigaron el evangelio en

el mundo nos da la solución del misterio de su triunfo. La gloria y eficiencia del

evangelio se apoyan en los hombres que lo proclaman. Dios proclama la necesidad de

hombres para usarlos como el medio para ejercitar su poder sobre el mundo, con

estas palabras: "Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a

favor de los que tienen corazón perfecto para con él".

Esta verdad urgente y vital es vista con descuido por la gente de nuestra época, lo que

es tan funesto para la obra de Dios como sería arrancar el sol de su esfera, pues

produciría oscuridad, confusión y muerte. Lo que la iglesia necesita hoy día, no es

maquinaria más abundante o perfeccionada, ni nuevas organizaciones ni métodos más

modernos, sino hombres que puedan ser usados por el Espíritu Santo: hombres de

oración, poderosos en la oración. El espíritu Santo no pasa a través de métodos sino

de hombres. No desciende sobre la maquinaria, sino sobre los hombres. No unge a

los planes sino a los hombres: los hombres de oración.

Un historiador eminente ha dicho que los accidentes del carácter personal tienen una

parte más importante en las revoluciones de las naciones que la admitida por ciertos

historiadores filosóficos o políticos. Esta verdad tiene una aplicación plena en lo que se

refiere al evangelio de Cristo, porque el carácter y la conducta de sus fieles seguidores,

cristianizan al mundo y transfiguran a las naciones y a los individuos.

El buen nombre y el éxito del evangelio están confiados al predicador, pues o entrega

el verdadero mensaje divino, o la leche a perder. Él es el conducto de oro para el

aceite divino. El tubo no sólo debe ser de oro, además tiene que estar limpio para que

nada obstruya el libre paso de aceite, y sin agujeros para que nada se pierda.

El hombre hace al predicador, Dios tiene que hacer al hombre. El mensajero, si se

nos permite la expresión, es más que el mensaje. El predicador es más que el sermón.

Como la leche del seno de la madre no es sino la vida de la madre, así todo lo que el

predicador dice está saturado por lo que él es. El tesoro está en vasos de barro y el

sabor de la vasija impregna el contenido y puede hacerlo desmerecer.

El hombre --el hombre entero-- está detrás del sermón. Se necesitan veinte años para

hacer un sermón, porque se requieren veinte años para hacer un hombre. El

verdadero sermón tiene vida. Crece juntamente con el hombre. El sermón es

poderoso cuando el hombre es poderoso. El sermón es santo cuando el hombre es

santo.

Pablo solía decir "Mi Evangelio", no porque lo había degradado con excentricidades

personales o desviadas con fines egoístas, sino porque el evangelio estaba en el

corazón y en la sangre del hombre Pablo como un depósito personal para ser dado a

conocer con sus rasgos peculiares, para que impartiera al mismo el fuego y el poder de

su alma indómita. ¿Qué se ha hecho de los sermones de Pablo? ¿Dónde están? ¡Son

esqueletos, fragmentos esparcidos, flotando en el mar de la inspiración! Pero el

hombre Pablo, más grande que sus sermones, vive para siempre, con la plenitud de su

figura, facciones y estatura, con su mano modeladora puesta sobre la iglesia. La

predicación no es más que una voz. La voz muere en el silencio, el texto es olvidado,

el sermón

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