2 De Octubre
Enviado por mixcoahtl • 3 de Septiembre de 2012 • 2.536 Palabras (11 Páginas) • 315 Visitas
Criterios de moralidad
El siguiente ensayo intentará establecer un criterio de moralidad con el que se puedan analizar las acciones de las personas. Podríamos decir como un primer acercamiento al tema que las acciones susceptibles de ser morales son aquellas que de algún modo afectan a el resto de las personas. Resulta relevante analizar la moralidad de las acciones ya que la base de las sociedades son las relaciones humanas; para que la humanidad pueda vivir en armonía deben seguirse ciertos patrones de conducta que nos ayuden a convivir en paz. Entonces, las acciones inmorales son todas aquellas que afectan “negativamente” a las personas , y las que son morales, afectarán “positivamente” a las personas. Más adelante, luego de haber definido ciertos conceptos y desarrollado las diferentes doctrinas filosóficas, puliremos esta definición.
Hemos analizado en clase dos posturas filosóficas cuya moralidad descansa en dos aspectos diferentes del actuar: en la ética kantiana, la moralidad está determinada por la voluntad que genera la acción; en el utilitarismo, la moralidad de las acciones está determinada el fin: si los accionares están dirigidos a la felicidad, entonces éstos son morales. A continuación analizaremos cada uno de estos criterios de moralidad, intentando inclinarnos por alguno de los dos, o creando a partir de ellos uno nuevo.
Para Kant, la ley moral está determinada por la razón. Esta manda sobre las voluntades. Sostiene que las únicas voluntades que actúan correctamente son aquellas que lo hacen por deber, es decir, siguiendo nada más que los mandatos de la razón. Aquellas personas que realicen acciones correctas en contenido (ayudar a los pobres, serle leal a un amigo) que lo hagan por inclinación (ayudar a los pobre por lástima, serle leal a un amigo por amor) y no porque consideren que sean su deber, no están actuando moralmente.Kant llama a las acciones correctas por inclinación acciones conforme al deber, y las realizadas siguiendo la razón, por deber.
La crítica que puede hacérsele a la ética kantiana es que es de un idealismo exagerado. Las voluntades rara vez están determinadas únicamente por un deber pura y exclusivamente derivado de la razón. Por otra parte, la división de las acciones por deber y conforme al deber resulta poco relevante en el plano práctico. Si una persona le es leal a un amigo, no importa si lo es porque lo quiere o porque su razón así lo manda. El verdadero valor está en las acciones en las que manifiesta su lealtad. Uno no hace el bien o el mal con las intenciones de las voluntades; uno no actúa inmoralmente con sólo pensar en hacerlo. Lo importante es la concreción de los actos, ya que sólo éstos son susceptibles de afectar al
resto de los individuos. No puede hacerse ni el mal ni el bien solamente con la mente; son nuestros actos los que deben ser juzgados moralmente por la razón. Uno no mata a una persona con sólo pensar en hacerlo. Cuando se concreta la acción es cuando ésta puede afectar al prójimo.
La ética kantiana es demasiado idealista. Poco importa la verdadera intención de nuestra voluntad. Por ejemplo, si una persona se está ahogando, y es vista por otra persona, quien decide salvarla especulando con la recompensa que vaya a darle, la acción será correcta en contenido aunque no en forma, pero al ser los contenidos los únicos susceptibles de afectar al resto de la gente, la acción será moral de todos modos. La moralidad no está en los factores que nos llevan a realizar la acción, sino en la acción misma. No importa el porqué; importa el hecho. Resulta casi imposible desentrañar el verdadero porqué de las acciones del ser humano. A veces, las inclinaciones pueden llevar a buenas acciones. El amor “patológico”, como lo llama Kant, a veces nos hace actuar correctamente. El hecho de actuar por inclinación no se contradice con el hecho de actuar por deber. Alguien puede ser fiel por amor y por deber a la vez; no es exluyente. En algunos casos, es imposible dejar de lado a los sentimientos. Estos, si están acompañados por un análisis racional, no derivan en un actuar inmoral. Tomemos dos ejemplos en los que se actúa influído por los sentimientos. En el primer caso tenemos a un hombre cuya mujer lo engaña. Esta situación ha despertado la ira del hombre, quien decide matarla. Si él se guiara simplemente por los sentimientos, la mataría. Pero luego de un análisis racional del caso, se daría cuenta de que no es correcta la decisión de matarla, puesto que él podría ser el engañador en otra oportunidad, y podría encontrar la muerte por eso. Tomemos otro caso en que los sentimientos generan una acción. Una niña ve a una anciana en una ezquina que no puede cruzar la calle. Esta le inspira lástima, y decide ayudarla. Si somete sus intenciones a un análisis racional, se dará cuenta de que no hay nada de malo en ayudarla, sino todo lo contrario. Si todos los que vieran a una persona en dificultades la ayudaran, entonces ya nadie estaría en dificultades. Entonces podemos decir que los sentimientos pueden o no derivar en una acción moral, mientras que la razón siempre deriva en una acción moral. Sin embargo, las dos cosas pueden actuar conjuntamente, siempre y cuando sea la razón la que tenga la última palabra.
Podemos decir que la única división del actuar relevante que realiza Kant es la del actuar contrariamente al deber. Al actuar contrariamente al deber no estamos siguiendo a la razón ni en forma ni en contenido. Lo que realmente importará a partir de aquí es el contenido de las acciones, por eso es que nos olvidaremos de la ética kantiana. Hasta ahora tenemos en claro que lo que es susceptible de ser moral es la acción, y la moralidad está en esta misma.
Debemos darle la razón a Kant en un punto: no podemos determinar la moralidad de un accionar a posteriori. De lo empírico no se pueden realizar reglas. Las reglas empíricas, al no ser a priori, no son susceptibles de ser
universalizadas. Lo que debe buscarse es que todas las personas sigan las mismas reglas. La característica que nos iguala a todos los seres racionales es la razón, y por eso debemos valernos de ella para actuar.
Se necesitan reglas a priori que no regulen voluntades sino accionares. Por ejemplo, tenemos un comerciante que le cobra el precio justo a sus clientes, ejemplo cito en la “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres” de Kant. El lo hace porque si cobrara de más, nadie le compraría mercadería. Kant condena la conducta del comerciante, alegando que la acción sería conforme al deber y por lo tanto inmoral. Pero lo que realmente importa es que este comerciante considere si es que lo que va a ser, es decir, la acción física y concreta, se condice con la
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