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A Veces Me Dan Ganas De Llorar


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2012  •  332 Palabras (2 Páginas)  •  492 Visitas

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A veces me dan ganas de llorar,

pero las suple el mar.

¡El mar, el mar!

Dentro de mí lo siento.

Ya sólo de pensar

en él, tan mío,

tiene un sabor de sal mi pensamiento.

SE ALEGRA EL MAR

Iremos a buscar

hojas de plátano al platanar.

Se alegra el mar

Iremos a buscarlas en el camino,

padre de las madejas de lino.

Se alegra el mar

Porque la luna (cumple quince años a pena)

se pone blanca, azul, roja, morena.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo desprenderé

para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo; sólo un aroma,

una sola blancura de pluma de paloma.

Se alegra el mar.

Vida -le digo- blancas las desprendí, yo bien lo sé,

para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Vida -le digo- blancas las desprendí.

¡No se vuelvan oscuras por ser de mí!

Se alegra el mar.

¡Aquí estamos!

La palabra nos viene húmeda de los bosques,

y un sol enérgico nos amanece entre las venas.

El puño es fuerte

y tiene el remo.

En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.

El grito se nos sale como una gota de oro virgen.

Nuestro pie,

duro y ancho,

aplasta el polvo en los caminos abandonados

y estrechos para nuestras filas.

Sabemos dónde nacen las aguas,

y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo

los cielos rojos.

Nuestro canto

es como un músculo bajo la piel del alma,

nuestro sencillo canto.

Traemos el humo en la mañana,

y el fuego sobre la noche,

y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,

apto para las pieles bárbaras;

traemos los caimanes en el fango,

y el arco que dispara nuestras ansias,

y el cinturón del trópico,

y el espíritu limpio.

Traemos

nuestro rasgo al perfil definitivo de América.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!

La ciudad nos espera con sus palacios, tenues

como panales de abejas silvestres;

sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,

y sus casas nos miran con los ojos pávidos

de las ventanas.

Los hombres antiguos nos darán leche y miel

y nos coronarán de hojas verdes.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!

Bajo el sol

nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos

de los vencidos,

y en la noche, mientras los astros ardan en la punta

de nuestras llamas,

nuestra risa madrugará

...

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