Administración Del Conocimiento
Enviado por joshwe • 2 de Noviembre de 2013 • 1.640 Palabras (7 Páginas) • 298 Visitas
Enron la Sinergia del Fraude Corporativo
Por
Omaira Ramírez Cruz
Asignatura: Análisis de Riesgos
Docente: John Fredy Garcés Bolívar
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
Facultad de Ciencias Empresariales
Medellín
2011
Introducción
El fenómeno del fraude de Enron marcó un hito en la historia reciente de la economía norteamericana y mundial, debido a que afectó a todas las esferas económicas, sociales y políticas de Estados Unidos y de otros países donde el gigante de la energía había incursionado con sus tentáculos o había captado inversionistas que apostaron a la aparente solidez de la organización. Enron conquistó el mercado ofreciéndole lo que éste realmente esperaba: la ilusión del dinero. Ilusión que se obtuvo con base en el engaño, la especulación de acciones, el arbitraje de activos y las maromas de contabilidad, que llevaron a la compañía a un crecimiento acelerado; pero su caída fue un duro mazazo para todos aquellos ingenuos que siguen creyendo sin interponer cuestionamientos críticos ni realizar análisis de fondo ante cualquier malabarista del mercado.
Enron la Sinergia del Fraude Corporativo
Enron, la compañía líder de energía de la costa este en los años 90, se convirtió en un osado gigante que no paraba de crecer y se expandía con sus tentáculos, sus filiales, por todo Estados Unidos. La espiral alcista de sus acciones parecía una densa columna de humo en la cual los analistas se perdían o se dejaban seducir por sutiles sobornos, los banqueros cayeron en la celada de la repartición del ponqué de Enron y hasta participaron del diseño de estrategias para continuar el juego. Por su parte dentro de Enron, todos se dejaban seducir por las bonificaciones, las oportunidades de ascender y de invertir sus bonos pensionales en acciones de Enron, que daban tales utilidades que el valor de éstas se duplicaban en corto tiempo. Los empleados de Enron no se atrevían a resolver sus dudas y no cuestionaban ese extraordinario crecimiento de la organización, quizás sospechaban de las maniobras turbulentas de los directivos, pero el dinero los silenciaba. Enron era una sinergia corporativa para estafar: todos ganaban, todos callaban…
De ese silencio cómplice eran partícipes todos, porque también obtenían ganancias los banqueros, analistas, corredores de bolsa, periodistas, políticos, inversionistas, auditores, empleados y principalmente los directivos, quienes eran los artífices del espectáculo de fuegos pirotécnicos que tenía fascinado al mundo financiero de Estados Unidos. Todos se habían confabulado para ganar, no importando a qué precio ni cómo. Había un nuevo valor corporativo, como lo sentenció alguna vez Jeff Skilling, exdirector general de Enron: “El dinero lo es todo. El dinero es lo único que motiva a la gente”. Ese fue el lema que Enron practicó desde entonces y que hacía que los jóvenes ejecutivos incentivados por exageradas bonificaciones fueran capaces de hacer cualquier cosa para obtener sus objetivos. La regla era simple: no hay reglas, sólo el dinero habla de tu éxito.
Veamos brevemente como el fenómeno del ilusionismo del dinero deslumbró a todos aquellos a quienes tocaba. Para montar este espectáculo se precisaba de un hombre inteligente y de gran capacidad de manipulación, un director de orquesta brillante, como era Keneth Lay, presidente de Enron. Lay sabía cómo llegar a la gente, bastaba con un paquete de amabilidades, regalos y “donaciones” para que las puertas de los personajes importantes se abrieran, era el caso de políticos como los Bush, padre e hijo. El presidente de Enron tenía objetivos maquiavélicamente claros, de ahí que sus operadores de energía en California fueran tan atrevidos como para poner en jaque la importante economía de ese Estado. Estos operadores manipulaban el mercado, creaban escasez ficticia con el objeto de disparar la demanda y subir las tarifas, vendían la energía generada en California a otros estados, en una típica operación de arbitraje, con la cual obtenían ganancias inmediatas. A Lay no le importaba el cómo sino el qué: el dinero.
Por el mismo corte de Lay, pero aún más agresivo era Jeff Skilling, quien entró a la compañía con una idea innovadora: Enron no sólo podía ser una generadora de energía sino una comercializadora, podía comprar y vender energía, podían especular en el mercado de valores, es decir, inflar las acciones de Enron y sus filiales, manipulando el mercado a su favor. Pero además, impuso un nuevo estilo de contabilidad, llevar a libros los valores futuros, de manera que los supuestos ingresos aún no percibidos se registrasen en la contabilidad. Skilling era ahora el nuevo director de orquesta y bajo su comando Enron rompió marcas ascendentes hasta ser la estrella más deslumbrante del firmamento corporativo.
La orquesta precisaba de un solista brillante, Andy Fastow, alumno de Skilling, tenía la capacidad de los mejores ilusionistas y la labia de los mejores culebreros paisas. Fue obra de Andy Fastow hacer parte del negocio a importantes y respetadas entidades bancarias como Citi Group, Morgan Bank y otros, quienes a pesar de sus sospechas se dejaron seducir por las jugosas ganancias que obtendrían de Enron. Fastow era experto
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